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prostituta de día, señorita de noche
Otro ejercicio del apreciable Claude Chabrol nos ocupa en esta ocasión, un trabajo que marcará su primer contacto con quien se convertiría a la postre en su nueva musa, su nueva actriz fetiche. Para esta oportunidad toca Chabrol uno de los temas más delicados y polémicos que se le recuerden en sus cintas pero no por eso dejó de ser reconocido y laureado este filme. Chabrol se basa en el libro de Jean-Marie Fitère para construir su propio relato, a su vez basado en hechos reales, una verídica historia ambientada en Francia, durante un periodo de entreguerras, en el que la extrema austeridad forzará situaciones bizarras. Una al parecer inocente niña, ante la pobreza de sus padres se prostituye secretamente para obtener dinero, pero obtiene más que eso, se contagia de sífilis, y ante su desesperada situación atenta contra la vida de sus propios padres por dinero, enfrentando por ello los castigos de la sociedad. Una de las cintas más controvertidas de Chabrol por su sordidez, pero que significaría el primer contacto con una jovencísima Isabelle Huppert, su futura musa y que tomaría el testigo de la saliente y ya madura Stéphane Audran, su mujer fuera de cámaras, que le cede el protagonismo de ésta y de las futuras cintas del director, el tiempo no pasa en vano. Es por demás atractivo ver en la película a una y otra juntas, una en el ocaso de sus mejores años, la otra apenas empezando pero, empezando a lo grande, pues acaparó elogios y galardones por su más que correcta interpretación. 

prostituta de día, señorita de noche

Inicia la acción con una joven fémina, Violette Nozière (Huppert), que camina por la noche, sola, recordando algunos contactos con jóvenes, y es que es una adolescente prostituta; de día, está con sus padres, Baptiste (Jean Carmet) y Germaine (Audran). Ella es informada por un doctor que tiene sífilis, y aunque quiere evitarlo, sus padres se enteran, y toman las precauciones del caso para evitar contagio, medicamentos en polvo. Violette conoce después a Jean Dabin (Jean-François Garreaud), un joven con el que se acuesta y la pasan muy bien, tanto que se invierten los papeles y es ella quien le da dinero, producto de su trabajo nocturno. De pronto, sus padres tienen un accidente, aparecen inconscientes, son internados, han sido envenenados, todos los periódicos informan del caso. Ella es la principal sindicada, su madre ha sobrevivido, se realizan interrogatorios, y ella lo acepta, los envenenó cambiando su medicina en polvo, ella misma les dio la ponzoña. Ante ello, se enfrenta a un riguroso castigo, la muerte a través de la guillotina, ella colapsa, mientras es repudiada por toda la ciudad por parricida. El proceso judicial sigue, se interrogan a sus clientes, y también a Dabin, que reaparece, se confronta con su madre, Violette no parece arrepentida. Se confirma su sentencia, pero unos créditos finales nos informan que Violette finalmente no fue a la guillotina, tras unos años presa, salió libre y tuvo una familia. Acaba así el filme del francés, donde necesariamente, y como no podía ser de otra forma, un crimen sucederá en una cinta de Chabrol, algunos lo considerarían incluso un filme policial, otra vez un asesinato engendrará intriga e incertidumbre, inquietud, y si bien la forma en que ese suspenso crece varía respecto a otras cintas, es un suspenso bastante más distendido, bastante menos tenso que en otras oportunidades, y es que la sordidez, la bizarría es lo que gana enteros en esta oportunidad. 

prostituta de día, señorita de noche

Habíamos visto ya, naturalmente, muchas secuencias de asesinatos en filmes de Chabrol, y en efecto hemos visto asesinatos bastante más explícitos, más violentos, pero no se había tocado el mórbido tema del parricidio, sin mencionar que haya sido perpetrado por una prostituta quinceañera, los temas más abyectos tocados por el cineasta, y que aparentemente se basan en sucesos reales, basándose en la obra literaria de Jean-Marie Fitère, verídica historia que remeció el París de los 30, una historia que no dejó indiferente a nadie, sobre la que se han hecho diversas alegorías, desde la citada novela, a historietas o cómics, llegando al ahora comentado trabajo cinematográfico. Nuevamente entonces es de esperar que muchos detractores comiencen a atizarle el eterno defecto de Claude, que realiza siempre la misma historia una y otra vez -un asesinato y una investigación policial-, una apreciación hasta cierto punto cierta, hasta cierto punto válida, pero no es ese el vértice por el que debemos analizar la evolución artística de Chabrol, ilustre pupilo y seguidor de Alfred Hitchcock, al igual que toda la camada de la Nueva la francesa. Estéticamente se trata de uno de los trabajos más oscuros de Chabrol también, ambientándose muchas de las escenas de noche, teniendo su extensión esto en la vestimenta de Violette, siempre negra, siempre alimentando la umbría, vemos que no sólo en temática es uno de sus trabajos más lóbregos, sin llegar tampoco al extremo en ese sentido. Salvo las alucinaciones, que tienen un toque de surrealismo, de sueño, no se rompe la linealidad del relato, una narración, una expresividad audiovisual bastante convencional la que emplea el director europeo, pero dada la temática y directriz del filme, es esto bastante acertado. Probablemente el gran atractivo de la cinta, junto a otros, viene a ser la participación de Isabelle Huppert

prostituta de día, señorita de noche

Ella resalta desde el inicio, se elabora su personaje desde la inicial imagen de ella, siempre de noche, siempre de negro, y siempre con ese sombrero, negro también, esto le da una apariencia de mayor mujer, de mujer de la noche, de la calle, se configura esa imagen de ella pese a su edad, se nos va delineando a Violette Nozière, y a esto colabora también la música, un elemento nunca demasiado abundante en el cine de Chabrol, pero eso sí, con propósito definido cuando fluye; y en el caso de esta cinta, la sensual melodía nos refuerza la imagen subterránea, de la calle, de una mujer de la noche, pues ella es una prostituta, y el director sutil pero determinadamente nos informa de esto, desde el comienzo, además del inicial recuerdo de ella ofreciéndose a un joven, no hay dudas de ello, de la actividad a la que se dedica. Sorprendente la actuación de Huppert, definitivamente la sorpresa más grata de la cinta, jovencísima, pero sin embargo extraordinariamente solvente, es de esta forma que una quinceañera Isabelle se mete en el cuerpo de la atormentada protagonista, y nos convence del personaje con su interpretación, nos impacta con el contraste, una mujer tan joven, una niña por momentos tan tierna, pero a la vez una mujer tan capaz de realizar la aberraciones que la cinta nos describe, hasta cierto punto espeluznante personaje. Particularmente perturbadora y escalofriante se muestra en la secuencia de interrogatorios policiales, hablando tanto con los agentes como con la autora de sus días, a quien intentó arrebatar la vida, admite eso y ser parricida al matar a su padre, y se muestra fría, gélida, incólume, plena de desparpajo, severa su interpretación, que no en vano le valió la nominación al Premio César italiano a mejor actriz, y finalmente se llevaría la Palma de Oro en la misma categoría en Cannes. Muy merecidos reconocimientos a una actuación memorable, que le abrió las puertas del panorama cinematográfico internacional, y a la vez le valió para ganarse a su mentor, a su patrocinador y con quien generaría sus mayores aportes al cine, impactó y se ganó a Claude Chabrol. Los años no pasan en vano para nadie, una década ha transcurrido ya desde los finales de los 60, se da la singular circunstancia de que en esta cinta se produce la entrega de testigo, de una musa saliente a otra entrante, entrega la Audran la posta a la Huppert, ha llegado la hora de que una nueva musa acapare los esfuerzos del maestro Chabrol, verlas interactuando, verlas juntas en la misma cinta, es sin duda uno de los alicientes al ver la película. 

prostituta de día, señorita de noche

Salvando las enormes y evidentes distancias por supuesto, en el estricto sentido del aspecto recién mencionado, es una situación muy similar a la que sucedió con Ingmar Bergman en "Persona (1966)", para el conocedor de esa obra no se necesitan mayores explicaciones. La Audran, asimismo, no podía dejar de cumplir en su papel, y lo hace como nos tiene acostumbrados, con suficiencia, conoce lo que su director y marido requiere de ella, la bella francesa ha perdido los bríos y la tersura de la juventud, pero se mantiene tan sólida como de costumbre. Asimismo, Chabrol sigue utilizando para sus personajes secundarios, a sus mismos actores, los mismos actores de relleno por así llamarlo, uno o dos rostros conocidos de filmes previos apreciaremos, sigue trabajando Chabrol con un equipo formado de intérpretes. Fuerte historia la retratada, una historia real que dejó imperecedera impronta en la retina parisina de los 30, que se convierte en leyenda, en mito urbano, con detalles como lo arribista que era la jovencita, lo obsesionada que estaba con aparentar una posición social superior a la que tenía en realidad y por lo que se prostituía, o detalles como la defensa alegada por ella, de un supuesto abuso sexual por parte de su padre, en fin, detalles que alimentan una historia que tiene ese elemento que atrapa siempre la atención del ciudadano, al humano promedio: el morbo. Buen trabajo de Chabrol, dejando de lado lo estrictamente verídico de la historia y apreciando el producto artístico, nos permite seguir apreciando la extensa andadura en el cine de este prolífico realizador, nuevamente recalco, si bien en otros momentos hemos visto ejercicios más explícitos, más sanguíneos de su parte, se deja eso de lado para que gane fuerza la sordidez de lo retratado, y el resultado final es compacto, tiene pocas fisuras, cabiendo mencionar que el titulo original del filme es el nombre de ella, Violette Nozière, el titulo en tierras extranjeras, Prostituta de día, señorita de noche, es hasta cierto punto arbitrario, y obviamente más explícito, probablemente por fines comerciales. Con el muy atractivo aliciente de las dos musas del director juntas, podemos disfrutar de un trabajo apreciable, para el seguidor de Chabrol, es ciertamente un trabajo necesario, recomendable y necesario.

prostituta de día, señorita de noche

Título original: Violette Nozière.

Director: Claude Chabrol.

Intérpretes: Isabelle Huppert, Stéphane Audran, Jean Carmet, Jean-François Garreaud, Mario David, Bernadette Lafont.


Reseña escrita por Edgar Mauricio

PROSTITUTA DE DÍA, SEÑORITA DE NOCHE (1978). La vida de Violette Nozière.

prostituta de día, señorita de noche
Otro ejercicio del apreciable Claude Chabrol nos ocupa en esta ocasión, un trabajo que marcará su primer contacto con quien se convertiría a la postre en su nueva musa, su nueva actriz fetiche. Para esta oportunidad toca Chabrol uno de los temas más delicados y polémicos que se le recuerden en sus cintas pero no por eso dejó de ser reconocido y laureado este filme. Chabrol se basa en el libro de Jean-Marie Fitère para construir su propio relato, a su vez basado en hechos reales, una verídica historia ambientada en Francia, durante un periodo de entreguerras, en el que la extrema austeridad forzará situaciones bizarras. Una al parecer inocente niña, ante la pobreza de sus padres se prostituye secretamente para obtener dinero, pero obtiene más que eso, se contagia de sífilis, y ante su desesperada situación atenta contra la vida de sus propios padres por dinero, enfrentando por ello los castigos de la sociedad. Una de las cintas más controvertidas de Chabrol por su sordidez, pero que significaría el primer contacto con una jovencísima Isabelle Huppert, su futura musa y que tomaría el testigo de la saliente y ya madura Stéphane Audran, su mujer fuera de cámaras, que le cede el protagonismo de ésta y de las futuras cintas del director, el tiempo no pasa en vano. Es por demás atractivo ver en la película a una y otra juntas, una en el ocaso de sus mejores años, la otra apenas empezando pero, empezando a lo grande, pues acaparó elogios y galardones por su más que correcta interpretación. 

prostituta de día, señorita de noche

Inicia la acción con una joven fémina, Violette Nozière (Huppert), que camina por la noche, sola, recordando algunos contactos con jóvenes, y es que es una adolescente prostituta; de día, está con sus padres, Baptiste (Jean Carmet) y Germaine (Audran). Ella es informada por un doctor que tiene sífilis, y aunque quiere evitarlo, sus padres se enteran, y toman las precauciones del caso para evitar contagio, medicamentos en polvo. Violette conoce después a Jean Dabin (Jean-François Garreaud), un joven con el que se acuesta y la pasan muy bien, tanto que se invierten los papeles y es ella quien le da dinero, producto de su trabajo nocturno. De pronto, sus padres tienen un accidente, aparecen inconscientes, son internados, han sido envenenados, todos los periódicos informan del caso. Ella es la principal sindicada, su madre ha sobrevivido, se realizan interrogatorios, y ella lo acepta, los envenenó cambiando su medicina en polvo, ella misma les dio la ponzoña. Ante ello, se enfrenta a un riguroso castigo, la muerte a través de la guillotina, ella colapsa, mientras es repudiada por toda la ciudad por parricida. El proceso judicial sigue, se interrogan a sus clientes, y también a Dabin, que reaparece, se confronta con su madre, Violette no parece arrepentida. Se confirma su sentencia, pero unos créditos finales nos informan que Violette finalmente no fue a la guillotina, tras unos años presa, salió libre y tuvo una familia. Acaba así el filme del francés, donde necesariamente, y como no podía ser de otra forma, un crimen sucederá en una cinta de Chabrol, algunos lo considerarían incluso un filme policial, otra vez un asesinato engendrará intriga e incertidumbre, inquietud, y si bien la forma en que ese suspenso crece varía respecto a otras cintas, es un suspenso bastante más distendido, bastante menos tenso que en otras oportunidades, y es que la sordidez, la bizarría es lo que gana enteros en esta oportunidad. 

prostituta de día, señorita de noche

Habíamos visto ya, naturalmente, muchas secuencias de asesinatos en filmes de Chabrol, y en efecto hemos visto asesinatos bastante más explícitos, más violentos, pero no se había tocado el mórbido tema del parricidio, sin mencionar que haya sido perpetrado por una prostituta quinceañera, los temas más abyectos tocados por el cineasta, y que aparentemente se basan en sucesos reales, basándose en la obra literaria de Jean-Marie Fitère, verídica historia que remeció el París de los 30, una historia que no dejó indiferente a nadie, sobre la que se han hecho diversas alegorías, desde la citada novela, a historietas o cómics, llegando al ahora comentado trabajo cinematográfico. Nuevamente entonces es de esperar que muchos detractores comiencen a atizarle el eterno defecto de Claude, que realiza siempre la misma historia una y otra vez -un asesinato y una investigación policial-, una apreciación hasta cierto punto cierta, hasta cierto punto válida, pero no es ese el vértice por el que debemos analizar la evolución artística de Chabrol, ilustre pupilo y seguidor de Alfred Hitchcock, al igual que toda la camada de la Nueva la francesa. Estéticamente se trata de uno de los trabajos más oscuros de Chabrol también, ambientándose muchas de las escenas de noche, teniendo su extensión esto en la vestimenta de Violette, siempre negra, siempre alimentando la umbría, vemos que no sólo en temática es uno de sus trabajos más lóbregos, sin llegar tampoco al extremo en ese sentido. Salvo las alucinaciones, que tienen un toque de surrealismo, de sueño, no se rompe la linealidad del relato, una narración, una expresividad audiovisual bastante convencional la que emplea el director europeo, pero dada la temática y directriz del filme, es esto bastante acertado. Probablemente el gran atractivo de la cinta, junto a otros, viene a ser la participación de Isabelle Huppert

prostituta de día, señorita de noche

Ella resalta desde el inicio, se elabora su personaje desde la inicial imagen de ella, siempre de noche, siempre de negro, y siempre con ese sombrero, negro también, esto le da una apariencia de mayor mujer, de mujer de la noche, de la calle, se configura esa imagen de ella pese a su edad, se nos va delineando a Violette Nozière, y a esto colabora también la música, un elemento nunca demasiado abundante en el cine de Chabrol, pero eso sí, con propósito definido cuando fluye; y en el caso de esta cinta, la sensual melodía nos refuerza la imagen subterránea, de la calle, de una mujer de la noche, pues ella es una prostituta, y el director sutil pero determinadamente nos informa de esto, desde el comienzo, además del inicial recuerdo de ella ofreciéndose a un joven, no hay dudas de ello, de la actividad a la que se dedica. Sorprendente la actuación de Huppert, definitivamente la sorpresa más grata de la cinta, jovencísima, pero sin embargo extraordinariamente solvente, es de esta forma que una quinceañera Isabelle se mete en el cuerpo de la atormentada protagonista, y nos convence del personaje con su interpretación, nos impacta con el contraste, una mujer tan joven, una niña por momentos tan tierna, pero a la vez una mujer tan capaz de realizar la aberraciones que la cinta nos describe, hasta cierto punto espeluznante personaje. Particularmente perturbadora y escalofriante se muestra en la secuencia de interrogatorios policiales, hablando tanto con los agentes como con la autora de sus días, a quien intentó arrebatar la vida, admite eso y ser parricida al matar a su padre, y se muestra fría, gélida, incólume, plena de desparpajo, severa su interpretación, que no en vano le valió la nominación al Premio César italiano a mejor actriz, y finalmente se llevaría la Palma de Oro en la misma categoría en Cannes. Muy merecidos reconocimientos a una actuación memorable, que le abrió las puertas del panorama cinematográfico internacional, y a la vez le valió para ganarse a su mentor, a su patrocinador y con quien generaría sus mayores aportes al cine, impactó y se ganó a Claude Chabrol. Los años no pasan en vano para nadie, una década ha transcurrido ya desde los finales de los 60, se da la singular circunstancia de que en esta cinta se produce la entrega de testigo, de una musa saliente a otra entrante, entrega la Audran la posta a la Huppert, ha llegado la hora de que una nueva musa acapare los esfuerzos del maestro Chabrol, verlas interactuando, verlas juntas en la misma cinta, es sin duda uno de los alicientes al ver la película. 

prostituta de día, señorita de noche

Salvando las enormes y evidentes distancias por supuesto, en el estricto sentido del aspecto recién mencionado, es una situación muy similar a la que sucedió con Ingmar Bergman en "Persona (1966)", para el conocedor de esa obra no se necesitan mayores explicaciones. La Audran, asimismo, no podía dejar de cumplir en su papel, y lo hace como nos tiene acostumbrados, con suficiencia, conoce lo que su director y marido requiere de ella, la bella francesa ha perdido los bríos y la tersura de la juventud, pero se mantiene tan sólida como de costumbre. Asimismo, Chabrol sigue utilizando para sus personajes secundarios, a sus mismos actores, los mismos actores de relleno por así llamarlo, uno o dos rostros conocidos de filmes previos apreciaremos, sigue trabajando Chabrol con un equipo formado de intérpretes. Fuerte historia la retratada, una historia real que dejó imperecedera impronta en la retina parisina de los 30, que se convierte en leyenda, en mito urbano, con detalles como lo arribista que era la jovencita, lo obsesionada que estaba con aparentar una posición social superior a la que tenía en realidad y por lo que se prostituía, o detalles como la defensa alegada por ella, de un supuesto abuso sexual por parte de su padre, en fin, detalles que alimentan una historia que tiene ese elemento que atrapa siempre la atención del ciudadano, al humano promedio: el morbo. Buen trabajo de Chabrol, dejando de lado lo estrictamente verídico de la historia y apreciando el producto artístico, nos permite seguir apreciando la extensa andadura en el cine de este prolífico realizador, nuevamente recalco, si bien en otros momentos hemos visto ejercicios más explícitos, más sanguíneos de su parte, se deja eso de lado para que gane fuerza la sordidez de lo retratado, y el resultado final es compacto, tiene pocas fisuras, cabiendo mencionar que el titulo original del filme es el nombre de ella, Violette Nozière, el titulo en tierras extranjeras, Prostituta de día, señorita de noche, es hasta cierto punto arbitrario, y obviamente más explícito, probablemente por fines comerciales. Con el muy atractivo aliciente de las dos musas del director juntas, podemos disfrutar de un trabajo apreciable, para el seguidor de Chabrol, es ciertamente un trabajo necesario, recomendable y necesario.

prostituta de día, señorita de noche

Título original: Violette Nozière.

Director: Claude Chabrol.

Intérpretes: Isabelle Huppert, Stéphane Audran, Jean Carmet, Jean-François Garreaud, Mario David, Bernadette Lafont.


Reseña escrita por Edgar Mauricio

la ruptura
Un nuevo ejercicio de Chabrol nos ocupa en esta oportunidad, y en efecto es un novedoso trabajo el que se comenta. La ruptura es un filme que luego de visionado, para el conocedor de la obra de este francés realizador, tiene bastante justificado su título, pues ciertamente significará una ruptura, un cambio, respecto a algunas de las más importantes directrices de la andadura cinematográfica hasta ese momento del director, si bien otras siguen siendo respetadas y prolongadas en su obra. Sigue aún utilizando Chabrol en esta etapa, inicios de los 70, a su musa, mujer y actriz fetiche, la bella Stéphane Audran, para narrarnos en esta oportunidad un nuevo filme de suspenso. Una mujer cuyo esposo mentalmente inestable la ataca a ella y a su menor hijo, deberá enfrentarse no solo a esa dura situación, sino a sus suegros, los padres del desequilibrado que pretenden arrebatarle al infante, y dejarla sin la cuantiosa parte de la división de bienes que el divorcio le proveería, y para ello, contrata el padre a un tahúr para que la siga y obtenga, aunque sea a la fuerza, pruebas que ayuden a su cometido. Naturalmente, tal circunstancia acarreará impensadas y fatales consecuencias, en un nuevo ejercicio de suspenso, que si bien repite como ya se ha dicho algunos de los conocidos nortes del cineasta, tiene ingredientes nuevos que definitivamente refrescan la perspectiva para el seguidor de este reconocido realizador europeo. La acción se inicia con una fémina, Hélène Régnier (la Audran), que recibe repentinamente brutal castigo físico por parte de su esposo, Charles, que golpea no sólo a su mujer, sino a su pequeño hijo, causándole serias lesiones. 

la ruptura

Ella se defiende golpeándolo con una sartén, y ya pasado ese evento, los padres de él le atizan esa acción a ella, además de su dudoso pasado como desnudista. Al tener el niño que internarse en un hospital, Hélène se hospeda en una pensión cercana, mientras recibe la asesoría de un abogado para llevar el caso. El suegro contrata a Paul Thomas (Jean-Pierre Cassel), un conocido suyo para que siga a Hélène, y haga todo lo posible por averiguarle malas actividades, para arrebatarle la custodia del hijo, y Paul pronto se pone manos a la obra, se las ingenia para conocerla y hospedarse en su misma pensión. Pero Hélène está limpia, sus actividades son todas respetables, al no fructificar el trabajo y al ver que el divorcio parece favorable a Hélène, Paul decide fabricarle acciones deshonrosas. Junto a una libidinosa amante suya, urde un plan para hacer quedar a Hélène como una desviada que abusó sexualmente de una retrasada mental, un plan que finalmente fracasa. Al final, los personajes se ven superados por los hechos, un frenesí de demencia los abarca a todos, y una serie de asesinatos deja a un único sobreviviente en más que incierta situación, terminando así el filme. En este apreciable trabajo del buen Claude no encontraremos demasiadas novedades en el aspecto técnico, así, hablando del comportamiento de su cámara, se mantiene estática por momentos, pero sabrá realizar sutiles movimientos, sutiles seguimientos de los personajes y sus acciones, además de unos encuadres que el seguidor de sus trabajos previos sabrá reconocer. Se trata, pues, en definitiva de un trabajo de cámara que nos hace sentir un filme plenamente  identificable con sus contemporáneos trabajos, se siente una obra coherente y, una continuación de sus trabajos anteriores, al menos en este particular apartado. 


la ruptura

También contribuye a hacer reconocible este trabajo el acompañamiento musical, nunca abundante en esta etapa del realizador, pero haciéndose presente en momentos importantes, y aportando a generar tensión, premura, incertidumbre. Por si no bastara con esto, otro detalle que hace hermanas a las cintas de esta época en cuanto a su expresión visual viene a ser la concepción de determinadas escenas, cuando los personajes conversan, se cuentan sus vidas o simplemente dialogan, sentados o caminando, siempre se ambienta esto en un parque o jardín, en el cual aparte del encuadre móvil de los protagonistas, se aúnan elementos propios del entorno, siempre una rama, o un tronco, o las hojas de una planta, siempre formando parte del encuadre, siempre dándole ese menor, pero personalísimo toque a las escenas del francés. Además apreciaremos algún interesante tratamiento a diálogos, intercambio de primeros planos que colabora a generar mayor tensión en sus escenas. Los personajes secundarios asimismo adquieren singulares tintes en este trabajo, veremos por ejemplo al pintoresco actor fracasado de la pensión, verborrageo sujeto que  tendrá cierta injerencia; y claro, imposible no mencionar a la libidinosa amiga de Paul, una jovencita que piensa en sexo más que en cualquier otra cosa, y que durante toda la cinta se dedica a mostrarnos sus jóvenes carnes, un guiño erótico relativamente novedoso en nuestro cineasta. Pero ahora analicemos los puntos más importantes del filme, en el que se aprecian elementos conocidos y otros nuevos. Yendo en orden, se manifiesta uno de sus santos y seña por aquellos años: la materialización de un perenne triángulo amoroso, repitiéndose no solo la situación señalada, sino inclusive sus protagonistas con nombre repetido, siempre serán Hélène, Paul y Charles, siendo este filme un ejemplo más, una materialización más de esa tendencia de Chabrol


la ruptura

A este mismo respecto, inclusive utiliza a los mismos actores secundarios de filmes previos, generándose una suerte de compañía de actores constantes del director, una característica siempre apreciable, y que le da a su obra en conjunto mayor cohesión y solidez.  Hasta ahí no hay sorpresa, en lo que sí nos sorprende es con el frenético y violento inicio, como para que nos hagamos la idea del tipo de ejercicio que estamos por presenciar. Hemos visto ya arrebatadoras secuencias violentas de Chabrol, relativamente violentas secuencias que se vuelven un elemento constante en sus producciones, siempre tratando las desviaciones y severas torturas de sus personajes, diseccionando sus psiquis, haciéndonos testigos de cómo se desmoronan hasta resquebrajarse y hacerse pedazos. Sin embargo, aquí entra la más importante e interesante novedad: en esta oportunidad hay un crimen -como no podía ser de otra forma-, pero ahora el crimen no sucede de inmediato, ni está desenmarañado todo –como en algunos ejercicios anteriores, por ejemplo "La bestia debe morir (1969)"-, sino que el misterio, la intriga e incertidumbre se irán desarrollando durante el filme, las acciones y la imprevisibilidad van de la mano, generando así un nuevo suspenso en su estilo de realizar, algo que ya se había empezado a esbozar en El Carnicero, de ese mismo año 1970, pero que alcanza en este trabajo una cúspide mayor. Explora un nuevo modo de hacer cine, o mejor dicho, sigue haciendo su cine de siempre, pero de una nueva forma,  "crece" de cierto modo Chabrol, cambió su estilo, ahora nos ofrece un nuevo suspenso, pero la forma correcta sería decir que ha cambiado la forma, más no el fondo. Lo dicho, si bien hay elementos novedosos y apreciables en esta cinta de Chabrol, en esencia sigue siendo lo mismo de siempre, y es esa una de las mayores críticas que se le atizan a Claude, que hace la misma cinta una y otra vez, aunque naturalmente eso es algo bastante subjetivo, y cada uno le dará el peso conveniente a dicha apreciación. 


la ruptura

Nuevamente vernos a sus personajes siendo despedazados por las circunstancias y por ellos mismos, si bien ahora como se dijo, cambian las formas. Y no solo hay cambios en las formas en cuanto al tratamiento del suspenso, a la forma en que se teje la incertidumbre y tensión, sino que también hay algunos recursos técnicos novedosos. A resaltar la secuencia final de la demencia, el desquicio haciendo su presa absoluta de la atormentada Hélène, que ya no puede más y es rebasada por todo y pierde la cordura, materializándose eso en un surreal e inédito viaje cromático, pesadillescas imágenes en las que el color pierde fronteras, pierde contornos, casi expresionistas imágenes cuyo delirio cromático nos sumergen en la demencia, en la locura de la que Hélène no podrá ya escapar. Cabe mencionar que esa final locura los abarca a todos, y si no se ha revelado mayores detalles del final es para respetar el visionado de cada uno. Para terminar de redondear la idea, Chabrol ha encontrado nuevos mecanismos para narrar básicamente lo mismo, y resulta interesante apreciar esas ciertas novedades, para el gustoso del cine de este francés, será agradable notar esas diferencias, si bien en el fondo se trata de un ejercicio símil, hermanado con otros trabajos previos -no solo en lo técnico, como ya se ha señalado-, siendo esta característica tan positiva como negativa, dependiendo del cristal con que se mire. En cuanto a los aportes actorales, veremos nuevamente a Michel Bouquet a las órdenes de Chabrol, como ya viéramos un año antes en "La Mujer Infiel (1969)", siempre cumpliendo este corrector actor francés, pero nuevamente la prueba mayor viene a ser para la mujer del cineasta, y su mujer, su musa, su actriz, no defrauda, la Audran sabe entregar lo mejor de sí a las órdenes de su marido, se conocen tan bien, y eso se nota, es otro trabajo memorable y apreciable de la célebre actriz francesa. En líneas generales, para los apreciadores de Chabrol, estamos ante una pieza exquisita y novedosa, y si bien con ciertas muy subjetivas falencias, se erige como una pieza sólida dentro de la extensa filmografía de este tan prolífico como apreciable cineasta europeo, que no hace muchos años nos dejó.


la ruptura

Título original: La Rupture.

Director: Claude Chabrol.

Intérpretes: Stéphane Audran, Jean-Pierre Cassel, Michel Bouquet), Annie Cordy, Jean-Claude Drouot, Jean Carmet, Marguerite Cassan.

Trailer:


Escena:


Reseña escrita por Edgar Mauricio

LA RUPTURA (1970). El thriller dramático de Claude Chabrol.

la ruptura
Un nuevo ejercicio de Chabrol nos ocupa en esta oportunidad, y en efecto es un novedoso trabajo el que se comenta. La ruptura es un filme que luego de visionado, para el conocedor de la obra de este francés realizador, tiene bastante justificado su título, pues ciertamente significará una ruptura, un cambio, respecto a algunas de las más importantes directrices de la andadura cinematográfica hasta ese momento del director, si bien otras siguen siendo respetadas y prolongadas en su obra. Sigue aún utilizando Chabrol en esta etapa, inicios de los 70, a su musa, mujer y actriz fetiche, la bella Stéphane Audran, para narrarnos en esta oportunidad un nuevo filme de suspenso. Una mujer cuyo esposo mentalmente inestable la ataca a ella y a su menor hijo, deberá enfrentarse no solo a esa dura situación, sino a sus suegros, los padres del desequilibrado que pretenden arrebatarle al infante, y dejarla sin la cuantiosa parte de la división de bienes que el divorcio le proveería, y para ello, contrata el padre a un tahúr para que la siga y obtenga, aunque sea a la fuerza, pruebas que ayuden a su cometido. Naturalmente, tal circunstancia acarreará impensadas y fatales consecuencias, en un nuevo ejercicio de suspenso, que si bien repite como ya se ha dicho algunos de los conocidos nortes del cineasta, tiene ingredientes nuevos que definitivamente refrescan la perspectiva para el seguidor de este reconocido realizador europeo. La acción se inicia con una fémina, Hélène Régnier (la Audran), que recibe repentinamente brutal castigo físico por parte de su esposo, Charles, que golpea no sólo a su mujer, sino a su pequeño hijo, causándole serias lesiones. 

la ruptura

Ella se defiende golpeándolo con una sartén, y ya pasado ese evento, los padres de él le atizan esa acción a ella, además de su dudoso pasado como desnudista. Al tener el niño que internarse en un hospital, Hélène se hospeda en una pensión cercana, mientras recibe la asesoría de un abogado para llevar el caso. El suegro contrata a Paul Thomas (Jean-Pierre Cassel), un conocido suyo para que siga a Hélène, y haga todo lo posible por averiguarle malas actividades, para arrebatarle la custodia del hijo, y Paul pronto se pone manos a la obra, se las ingenia para conocerla y hospedarse en su misma pensión. Pero Hélène está limpia, sus actividades son todas respetables, al no fructificar el trabajo y al ver que el divorcio parece favorable a Hélène, Paul decide fabricarle acciones deshonrosas. Junto a una libidinosa amante suya, urde un plan para hacer quedar a Hélène como una desviada que abusó sexualmente de una retrasada mental, un plan que finalmente fracasa. Al final, los personajes se ven superados por los hechos, un frenesí de demencia los abarca a todos, y una serie de asesinatos deja a un único sobreviviente en más que incierta situación, terminando así el filme. En este apreciable trabajo del buen Claude no encontraremos demasiadas novedades en el aspecto técnico, así, hablando del comportamiento de su cámara, se mantiene estática por momentos, pero sabrá realizar sutiles movimientos, sutiles seguimientos de los personajes y sus acciones, además de unos encuadres que el seguidor de sus trabajos previos sabrá reconocer. Se trata, pues, en definitiva de un trabajo de cámara que nos hace sentir un filme plenamente  identificable con sus contemporáneos trabajos, se siente una obra coherente y, una continuación de sus trabajos anteriores, al menos en este particular apartado. 


la ruptura

También contribuye a hacer reconocible este trabajo el acompañamiento musical, nunca abundante en esta etapa del realizador, pero haciéndose presente en momentos importantes, y aportando a generar tensión, premura, incertidumbre. Por si no bastara con esto, otro detalle que hace hermanas a las cintas de esta época en cuanto a su expresión visual viene a ser la concepción de determinadas escenas, cuando los personajes conversan, se cuentan sus vidas o simplemente dialogan, sentados o caminando, siempre se ambienta esto en un parque o jardín, en el cual aparte del encuadre móvil de los protagonistas, se aúnan elementos propios del entorno, siempre una rama, o un tronco, o las hojas de una planta, siempre formando parte del encuadre, siempre dándole ese menor, pero personalísimo toque a las escenas del francés. Además apreciaremos algún interesante tratamiento a diálogos, intercambio de primeros planos que colabora a generar mayor tensión en sus escenas. Los personajes secundarios asimismo adquieren singulares tintes en este trabajo, veremos por ejemplo al pintoresco actor fracasado de la pensión, verborrageo sujeto que  tendrá cierta injerencia; y claro, imposible no mencionar a la libidinosa amiga de Paul, una jovencita que piensa en sexo más que en cualquier otra cosa, y que durante toda la cinta se dedica a mostrarnos sus jóvenes carnes, un guiño erótico relativamente novedoso en nuestro cineasta. Pero ahora analicemos los puntos más importantes del filme, en el que se aprecian elementos conocidos y otros nuevos. Yendo en orden, se manifiesta uno de sus santos y seña por aquellos años: la materialización de un perenne triángulo amoroso, repitiéndose no solo la situación señalada, sino inclusive sus protagonistas con nombre repetido, siempre serán Hélène, Paul y Charles, siendo este filme un ejemplo más, una materialización más de esa tendencia de Chabrol


la ruptura

A este mismo respecto, inclusive utiliza a los mismos actores secundarios de filmes previos, generándose una suerte de compañía de actores constantes del director, una característica siempre apreciable, y que le da a su obra en conjunto mayor cohesión y solidez.  Hasta ahí no hay sorpresa, en lo que sí nos sorprende es con el frenético y violento inicio, como para que nos hagamos la idea del tipo de ejercicio que estamos por presenciar. Hemos visto ya arrebatadoras secuencias violentas de Chabrol, relativamente violentas secuencias que se vuelven un elemento constante en sus producciones, siempre tratando las desviaciones y severas torturas de sus personajes, diseccionando sus psiquis, haciéndonos testigos de cómo se desmoronan hasta resquebrajarse y hacerse pedazos. Sin embargo, aquí entra la más importante e interesante novedad: en esta oportunidad hay un crimen -como no podía ser de otra forma-, pero ahora el crimen no sucede de inmediato, ni está desenmarañado todo –como en algunos ejercicios anteriores, por ejemplo "La bestia debe morir (1969)"-, sino que el misterio, la intriga e incertidumbre se irán desarrollando durante el filme, las acciones y la imprevisibilidad van de la mano, generando así un nuevo suspenso en su estilo de realizar, algo que ya se había empezado a esbozar en El Carnicero, de ese mismo año 1970, pero que alcanza en este trabajo una cúspide mayor. Explora un nuevo modo de hacer cine, o mejor dicho, sigue haciendo su cine de siempre, pero de una nueva forma,  "crece" de cierto modo Chabrol, cambió su estilo, ahora nos ofrece un nuevo suspenso, pero la forma correcta sería decir que ha cambiado la forma, más no el fondo. Lo dicho, si bien hay elementos novedosos y apreciables en esta cinta de Chabrol, en esencia sigue siendo lo mismo de siempre, y es esa una de las mayores críticas que se le atizan a Claude, que hace la misma cinta una y otra vez, aunque naturalmente eso es algo bastante subjetivo, y cada uno le dará el peso conveniente a dicha apreciación. 


la ruptura

Nuevamente vernos a sus personajes siendo despedazados por las circunstancias y por ellos mismos, si bien ahora como se dijo, cambian las formas. Y no solo hay cambios en las formas en cuanto al tratamiento del suspenso, a la forma en que se teje la incertidumbre y tensión, sino que también hay algunos recursos técnicos novedosos. A resaltar la secuencia final de la demencia, el desquicio haciendo su presa absoluta de la atormentada Hélène, que ya no puede más y es rebasada por todo y pierde la cordura, materializándose eso en un surreal e inédito viaje cromático, pesadillescas imágenes en las que el color pierde fronteras, pierde contornos, casi expresionistas imágenes cuyo delirio cromático nos sumergen en la demencia, en la locura de la que Hélène no podrá ya escapar. Cabe mencionar que esa final locura los abarca a todos, y si no se ha revelado mayores detalles del final es para respetar el visionado de cada uno. Para terminar de redondear la idea, Chabrol ha encontrado nuevos mecanismos para narrar básicamente lo mismo, y resulta interesante apreciar esas ciertas novedades, para el gustoso del cine de este francés, será agradable notar esas diferencias, si bien en el fondo se trata de un ejercicio símil, hermanado con otros trabajos previos -no solo en lo técnico, como ya se ha señalado-, siendo esta característica tan positiva como negativa, dependiendo del cristal con que se mire. En cuanto a los aportes actorales, veremos nuevamente a Michel Bouquet a las órdenes de Chabrol, como ya viéramos un año antes en "La Mujer Infiel (1969)", siempre cumpliendo este corrector actor francés, pero nuevamente la prueba mayor viene a ser para la mujer del cineasta, y su mujer, su musa, su actriz, no defrauda, la Audran sabe entregar lo mejor de sí a las órdenes de su marido, se conocen tan bien, y eso se nota, es otro trabajo memorable y apreciable de la célebre actriz francesa. En líneas generales, para los apreciadores de Chabrol, estamos ante una pieza exquisita y novedosa, y si bien con ciertas muy subjetivas falencias, se erige como una pieza sólida dentro de la extensa filmografía de este tan prolífico como apreciable cineasta europeo, que no hace muchos años nos dejó.


la ruptura

Título original: La Rupture.

Director: Claude Chabrol.

Intérpretes: Stéphane Audran, Jean-Pierre Cassel, Michel Bouquet), Annie Cordy, Jean-Claude Drouot, Jean Carmet, Marguerite Cassan.

Trailer:


Escena:


Reseña escrita por Edgar Mauricio

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