EN LA SELVA NO HAY ESTRELLAS (1967). La primera película reconocida de Armando Robles Godoy.

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Primer largometraje del gran y recordado cineasta nacional Armando Robles Godoy, o al menos, el primero lo ha considerado él en algunas entrevistas, dispensando Ganarás el pan (1965), y es que es esta la cinta con la que comenzó a cimentarse su prestigiosa carrera y producción cinematográfica. Cinta ganadora de múltiples premios y reconocimientos, y que por un tiempo estuvo considerada como perdida, pero que fue recuperada recientemente y que ahora podemos disfrutar, nos narra la historia de un individuo que se adentra en la selva peruana con un objetivo no del todo concreto, y que en momento determinado, hurta una gran cantidad de oro en poder de una anciana que vive en ese lugar, pero ese robo, lejos de garantizarle bienestar, terminará siendo su ruina. El gran Robles Godoy, desaparecido hace no muchos años, plasma en esta película la adaptación de uno de los cuentos de su propia autoría, a su vez basados en una vivencia propia del autor, una experiencia que tuvo cuando vivía en el Huallaga, como colono en la época política que le tocó vivir, diagramando además algunos de los demás aspectos de su sociedad contemporánea. La cinta reúne ya muchos de los tópicos que serán una constante en el cine del autor, muchos de los caracteres comunes a toda su obra se encuentran ya presentes, la estética y lo surreal de su cine van ya germinando, una de las películas referenciales de su realizador, de lo mejor que el cine peruano ha podido alguna vez producir.

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La cinta comienza en la selva peruana, un hombre blanco (Ignacio Quirós) está peleando con un indio, al cual termina por eliminar, tras lo cual se retira, cargando una pesada mochila, y abriéndose paso en la tupida jungla. Poco después recuerda porqué se encuentra allí: un viejo lugareño le habló de una anciana extranjera, que vivía con indígenas, y que tenía una enorme cantidad de oro en su caserío,  y el forastero se embarcó en la búsqueda de ese oro. Tras hallar la casa, pasa unos días con la anciana mujer (Luisa Otero), y logra robarle algo del mucho oro que ella tiene embotellado. Al partir, la mujer la asigna a uno de los indios a que lo acompañe de salida, Santos (Jorge Montoro), y el blanco termina aceptando pese a su inicial negativa; pero Santos descubre el robo, es la pelea inicial, Santos es liquidado. Recuerda el viajero a otro personaje encargándole que elimine a un lugareño, un comunero cuyas testarudas acciones se han vuelto molestas y peligrosas para los opresores terratenientes; una labor que realiza y por la que recibe un buen pago, tras lo cual sigue caminando, escapando con la pesada mochila por la selva. Poco después, recuerda sus encuentros con una mujer (Susana Pardahl), con quien planeaba asimismo otro robo, un robo de mucho dinero a un millonario, pero ella, embarazada de él, se niega. El forastero continúa solo, pero finalmente, la balsa donde escapaba le falla, y fenece.

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La presente cinta es una obra sobre la selva, y es de ese modo que Robles Godoy al iniciar la película deja que fluya esa selva y sus sonidos, en el inicio de la película el director deja que sea la naturaleza completa, y solamente ella la que nos hable, todo ocurre sin palabras, sólo los sonidos de los animales, de las aves es lo que escuchamos, y la flora, lo que vemos -las miradas de los personajes hacia arriba, dirigiendo los ojos hacia el cielo, y mostrándonos ese firmamento invadido por los arboles será una imagen repetida-. La soberana calma de ese breve inicio es abruptamente interrumpida por la pelea, la pelea en la que el forastero liquida al lugareño, y sin embargo, todo sigue siendo narrado sin palabras. La ceremoniosa música que sucede a ese comienzo, el sereno acompañamiento musical mantiene la intriga que se ha generado ante esa ausencia de palabras, ante esa ausencia de mayores explicaciones, ese contraste facilita que se produzca esa intriga, la incertidumbre está pues servida. Y en buena medida no desaparecerá, pues nos resulta durante todo el metraje un misterio el motivo exacto del hombre en la selva, no es del todo esclarecido el motor, el origen de su incursión en la jungla, no sabemos a ciencia cierta si ha sido expulsado de su original tierra, si está huyendo de alguien, o de sí mismo, si fue ahí sabiendo ya de la existencia de la anciana y su oro, o si se enteró ya estando allí. Es pues una circunstancia que no tenemos clara completamente. A ese respecto, puede arrojarnos nuevas luces la vida misma del cineasta, del artista, que es de donde se nutre siempre con mayor vitalidad el arte. Como se dijo al comienzo, la historia se basa en un cuento escrito por el mismo Robles Godoy, relato a su vez basado en una experiencia propia, cuando gobernaba en el Perú Belaúnde Terry, y la movilización a la selva de algunos trabajadores era la actualidad, la política de colonos lo llevó a vivir en el Huallaga. Haciendo un breve paréntesis, aúna el cineasta a la visión artística, temas de problemática rural, la coyuntura de los comuneros, de los extremistas, de la lucha por las tierras entre ambos, temas que en efecto el cineasta debió presenciar de primera mano durante su estadía en tierras selváticas. En fin, Armando se perdió un día en la selva, pasando más de un día desaparecido y desesperado, buscando un cauce de agua que lo devolviera a regiones conocidas, hasta que, finalmente, tras ardua búsqueda, escuchó un hilito de agua que le devolvió a la vida; nació el relato, y nació el filme, según nos ha narrado el mismo realizador. 

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En ese sentido, lo que observamos es una historia de la selva, pero vista, narrada, vivenciada desde el punto de vista del forastero, del invasor, del que viene de afuera a la selva, reforzado tibiamente esto también por la presencia de la anciana, otra forastera. Una más que probable causa por la que el profesor Desiderio Blanco, en uno de sus libros nos hablara del cine de Robles Godoy, o al menos de esta cinta, como cine turístico, de montaje turístico a costa de los indios -se nos muestra, aunque brevemente, las costumbres de los lugareños, los nativos en su hábitat, realizando sus actividades cotidianas-, una tendencia que cambiaría en la década siguiente. Blanco tiene razón hasta cierto punto, análogamente hablando, en literatura peruana conocemos una diferenciación entre literatura indígena y literatura indigenista, y retornando al cine, lo que hace Robles Godoy se alinearía con lo segundo, un relato que nos habla de la selva y de los indios pero desde afuera, sin fundirse con ellos, si bien la posibilidad de un cine en su totalidad indígena pudiese verse como una utopía. Pero volviendo a la cinta que nos ocupa y a la técnica en ella empleada, la cámara de Robles Godoy es en esta cinta, por lo general, convencional, esto es, estática, resoluta, sin embargo tiene ciertos cambios en su comportamiento en determinadas circunstancias. La primera de ellas se plasma al realizar seguimientos de acciones con cámara en mano, cuando explora la jungla el visitante; la evidencia pues de la impronta e influencia de la nueva ola francesa es relativamente sensible en los comienzos del peruano realizador, y ese cambio en el desempeño de su cámara se traduce en un asimismo sensible cambio en su estilo narrativo, convierte al relato visual en algo más cercano al salvajismo, a lo indómito del entorno, del forastero que se interna en la selva. El otro momento en que su cámara varía su desempeño es en los travellings, desenvueltos y sobrios son los desplazamientos de su cámara para seguir los movimientos del forastero que recuerda su infancia, el realizador sudamericano muestra pues muchos elementos que lo convierten en heredero del cine moderno. Un detalle lamentable viene a ser que se nota el aspecto radiofónico del filme, esto es, notándose muchas veces, y mucho más de lo debido, las líneas dobladas de los actores, se usaban diálogos grabados en estudio y se superponían a las escenas rodadas, y se nota en exceso cierta impostación de las voces, de más de un personaje; asimismo algunas escenas están invadidas de una oscuridad que se advierte ajena a los deseos del cineasta, algo que va en cierto detrimento de la calidad de la cinta a la hora de procurar emitir juicios valorativos; pero algo de esto tiene su causa y a continuación se habla de ello.

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Al comienzo del artículo se mencionó de cómo esta obra por mucho tiempo se consideró perdida, y lo estuvo, hasta que no hace muchos años se encontró una copia en Moscú, donde fue exhibida y premiada la cinta, se cambió el soporte de celuloide a DVD, pero naturalmente en el proceso, y con el normal deterioro de los años en el positivo, algunas prestaciones de la filmación se perjudicaron; una lástima, pero mucho mayor hubiera sido la pena si el filme se hubiese perdido definitivamente. Sea como fuere, Robles Godoy manifiesta ya una de las características que acompañarán a su cine desde el comienzo hasta el final, y esto es, la forma, el tratamiento de su narración, quebrando la unidad espacio temporal, invadiendo de onirismo la realidad, haciendo que la línea divisoria en los dos casos mencionados se disuelva completamente, un elemento siempre apreciable en un cineasta. En ese sentido, el mayor quiebre o ruptura de la linealidad viene a ser la irrupción del elemento femenino, la fémina que surge del fuego, fogosa alegoría, una secuencia lenta, silenciosa, oscura, parsimoniosos y cortos planos, muy a la época también el tratamiento de la secuencia sexual, sintiéndose alguna influencia de Antonioni. No hay una estructura convencional en Robles Godoy, tanto en su narrativa como en su expresividad, se percibe una densidad que no desaparecerá jamás, ni de la cinta, ni de su cine. Asimismo observaremos otras de sus siempre presentes formas en su estilo, y es que su lenguaje es alegórico, siempre hablándonos a través de figuras, de imágenes, de metáforas, de elipsis, una mujer que surge del fuego, un hombre que realiza algo para inmediatamente hacerse analogía a su infancia, el lenguaje del cineasta estuvo siempre con los nortes bien definidos. Y esto va de la mano con su inclinación onírica: es sabido que el extraordinario cineasta clásico nórdico Alf Sjöberg dejó imperecedera impronta en el peruano, y para el conocedor de la obra del sueco, no hacen falta mayores explicaciones, el estilo y directriz del cine de Robles Godoy es perfectamente coherente. Así, surgen esas alegorías como parte del inconsciente del protagonista, surgen como actos reflejos mentales, lo cual resulta bastante evidente cuando se visiona la cinta, y esto nos va diagramando mucho de la personalidad del personaje, de su interior, de sus recuerdos, de sus miedos. Robles Godoy nos dice en una entrevista que la cinta trata de la soledad, pero no la soledad del forastero protagonista, como afirma que erróneamente se pensó, sino la soledad de la selva, la soledad que probablemente él experimentó viviendo allí, el título ya nos va deslizando algo al respecto. Una cinta que casi se nos pierde para siempre, pero felizmente recuperada, una cinta que se vio enriquecida y favorecida por capitales argentinos en una época en que en el Perú la calidad de producción cinematográfica era demasiado artesanal, incluso el protagonista, Ignacio Quirós, argentino, vino junto a técnicos compatriotas suyos a trabajar en la película. Robles Godoy, nacido en Nueva York, pero de padres y de corazón peruanos, es para muchos, y para quien escribe, el mejor cineasta que el Perú ha producido. Su sensibilidad y su fuerza nunca desaparecerán, y es esta una cinta que él amó, digna de apreciación.

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Director: Armando Robles Godoy.

Intérpretes: Ignacio Quiroz, Susana Pardah, Jorge Montoro, Jorge Aragón, Demetrio Tupac Yupanqui, Manuel Delorio.

En la selva no hay estrellas:



Reseña escrita por Edgar Mauricio


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Mira la película completa online gratis:

https://www.youtube.com/watch?v=xz4lwAe8R-E

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