Se trata de un biopic basado en la vida real de la birmana Aung San Suu Kyi, interpretada por la actriz Michelle Yeoh y su esposo el británico Michael Aris (David Thewlis), experto en temas Tibetanos, que falleció en 1999 de cáncer en su País, alejado de su esposa, ya que la dictadura militar de Birmania mantuvo a San Suu Kyi en arresto domiciliario, aislada y separada de sus seres queridos, durante 15 años. Con formación, educación y nacionalidad británica, consiguió ser retenida y hecha prisionera en Birmania, su lugar de nacimiento, por liderar la oposición a la dictadura militar. El matrimonio tuvo dos hijos varones, educados en Gran Bretaña: Alexander y Kim Aris. Aung San Sun Kyi es una activista y política birmana ganadora del Premio Nobel de la Paz de 1991. Birmania, también conocida como Myanmar, ha tenido una historia accidentada. Durante mil años fueron imperio, más tarde, en 1886, cayeron bajo el colonialismo británico, hasta que en 1947 Aung San negoció la independencia con líderes de distintas etnias para asegurar que el país continuara unificado. Ese mismo año fue asesinado por un grupo antagonista de paramilitares. De 1948 a 1962 se convierte en una república democrática, hasta el golpe de estado que instaura la junta militar. La mano dura típica de una dictadura militar lleva a cincuenta años de gobierno en el país, con torturas, asesinatos y un dominio basado en el terror más atroz, absolutamente al margen de los derechos humanos y con total desconocimiento e indiferencia por el resto del mundo.
En este biopic, se rescata la figura de una mujer valiente capaz de demostrar al mundo mediante su activismo político y su perseverancia, el régimen violento que gobernaba su Pais. Excelentemente interpretada en el papel de protagonista por Michelle Yeoh, el director Luc Besson cambia su registro habitual, después de obras fantásticas, de aventuras o hasta sus más recientes dibujos animados, para marcar un punto de inflexión en su carrera. Con esta cinta, apuesta por un cine más reflexivo y directo al acercarse a una historia real, relatada con bastante fidelidad, que nos muestra la faceta más intimista de una verdadera luchadora, una mujer que sabe hacer frente a la adversidad con dignidad y elegancia. La cinta comienza describiendo la vida de San Suu Kyien en Birmania. Es una niña feliz y querida, vive con sus padres, en una bonita casa rodeada de bellos jardines. Una mañana se despide de su padre, como otro día más, y ese mismo día Aung San, es asesinado por pistoleros que realizan una verdadera masacre contra toda la junta democrática de gobierno. El padre de nuestra protagonista, quien consiguió unificar el país tras la independencia del colonialismo británico, se nos muestra como un hombre culto partidario de una república democrática, al parecer enfrentado con otros intereses liderados por los militares y terratenientes. Ocurre un salto en el tiempo fílmico y nos encontramos a Aung San Suu Kyi viviendo en Londres como un ama de casa corriente dedicada al cuidado de sus hijos y su marido, un profesor de Universidad, el doctor Michael Aris, autor de varios libros sobre budismo en las culturas tibetana, himalaya y butanesa. Ahora es una mujer de mediana edad con un hijo adolescente y otro algo más pequeño. Está intentando recopilar recuerdos de su padre y de su infancia en un libro que pretende escribir como forma de mantenerse algo más cercana a una cultura y un país de origen que parece haber abandonado desde su infancia. Pero un día recibe la noticia de que su madre está muy enferma y debe regresar a Birmania. Una vez allí, su vida cambia radicalmente. Su visita coincide con revueltas populares contra el gobierno militar que son reprimidas violentamente. Rápidamente es buscada por los antiguos compañeros de su padre y numerosos disidentes políticos que ven en ella la continuación de un legado democrático. Sin apenas darse cuenta, se ve rodeada por todos los intelectuales del momento que pretenden convertirla en el emblema de la nueva rebelión al ser hija del mártir nacional, cuya memoria es venerada en todo el territorio.
Luc Bessson, crea un relato desde el lado humano del personaje, sin ser tan preciso en detalles políticos o en hechos puntuales históricos, la conversión de esta mujer no deja de ser del todo singular. Acepta su destino como cabeza visible de la revolución siendo consciente de que está sacrificando toda su vida familiar y poniendo en riesgo su propia persona. El estilo de Besson en este caso es directo, basado en el guión de Rebecca Frayn, sin muchos momentos grandilocuentes ni sentimentalismos exagerados. Las actuaciones son sutiles y dejan muchos silencios para ser leídos entre líneas. Las calamidades son expuestas sin estridencias y los momentos dulces no son empalagosos. En un tono mesurado se cuenta la trama de una forma sencilla, sin grandes alardes técnicos, apoyada fundamentalmente en la gran fotografía de Thierry Arbogast y la excelente puesta en escena, con exteriores rodados en Tailandia que recrean perfectamente el país birmano. El aspecto más cruel, las guerras, las matanzas y las torturas se muestran también sin excesos, aunque sin perder su matiz de clara denuncia. Por un lado está la historia política que ella dirige a lo largo de muchos años de privaciones, intimidaciones y castigos por parte de la autoridad, que prefiere dejarla con vida antes de hacer de ella otro mártir como su padre. De los veintiún años que estuvo allí, quince los vivió en arresto domiciliario. Cuando en 1991 ganó el premio Nobel de la paz, tuvo que escuchar la ceremonia a través de la radio encerrada en su casa. Esa ceremonia se convierte en uno de los puntos más intensos, ya que Aung San Suu Kyi, no puede salir del país ni para recoger el premio, y su hijo mayor, en un alarde para demostrarle a su madre que mantiene aún su fortaleza, recita él mismo el discurso, mientras su madre escucha a escondidas con una radio clandestina, orgullosa y al mismo tiempo hundida en la tristeza. Por otra parte, está la trágica historia familiar, pues uno de los métodos de intimidación de las autoridades es mantenerla alejada de su esposo e hijos, esperando quebrar su espíritu para que regrese a Londres y se olvide del destino de su país natal. Este relato no se limita a ser la historia de una valiente lucha, es sobre todo una historia de amor. Ella, casada con Michael Aris (David Thewlis), profesor inglés de historia, lo amará siempre y a pesar de todo. Ambos continuarán juntos y él será su principal apoyo en sus momentos de debilidad, estando siempre a su lado pese a estar separados por miles de kilómetros, sin importar las estrategias de la junta militar para separarlos y evitar que se vean.
Aung San Suu Kyi solo puede ser descrita como una dama, y así es como dirige un movimiento popular de proporciones bíblicas. Su modo con los militares que la acechan es ese, el de una mujer educada, sabia y delicada. Una revista occidental la califica como "la orquídea de hierro", pero ella no sabe si estar de acuerdo con esa descripción. Quizá esté más contenta siendo solo una orquídea. Birmania, país que duró en dictadura militar desde 1964 hasta el año pasado, tiene uno de los mayores registros de violaciones a los derechos humanos. Aung San Suu Kyi se convirtió desde la década de los 90 en el símbolo de esperanza para el pueblo birmano y el mundo entero. Duró privada de su libertad casi 15 años y fue de las primeras en ganar la máxima distinción por la paz estando encerrada por sus captores. Es una historia que se mueve entre la esperanza y la desesperanza. Entre elecciones ganadas, pero no reconocidas. Entre breves encuentros familiares permitidos ocasionalmente que la hacen dudar de sus metas políticas. También es especialmente emotivo el periodo que transcurre durante la enfermedad terminal de su marido y el fallecimiento de éste, alejado de ella, pese a los cual mantiene sus fuerzas para seguir adelante. Quizás la única pega de esta cinta es su final, donde no termina de explicarse del todo su relación con los monjes budistas, apostados en la entrada de su casa y protestando en las calles como imágenes que mantenemos en nuestra memorias de las noticias que corrían por el 2007. La película termina sin concluir que pasó con la junta militar y con el destino de aquel país. No se dice, ni en los créditos finales, cómo las manifestaciones de monjes en el 2007 movieron los cimientos del país asiático. Tampoco muestra como la nobel de paz es apresada nuevamente en el 2003 y es liberada finalmente en el 2010, ni como el gobierno entra en una falsa democracia en el 2011 con unas elecciones no muy honestas, en las que no le permitieron participar a Aung San, y en las que ganó el partido apoyado por la junta militar. Pero vale la pena verla para recordar que vivimos en un mundo lleno de dictaduras cínicas que injustamente mantienen presos a miles de personas. Presos denominados políticos, que en este caso, como en algunos otros, pese a ser galardonados internacionalmente con famosos premios y ocupar portadas de revistas, mantiene su estatus de represión y su lucha la hacen siempre desde la más completa soledad.
Título original: Dans la lumière.
Director: Luc
Besson.
Intérpretes: Michelle
Yeoh, David
Thewlis, William
Hope, Sahajak
Boonthanakit, Teerawat
Mulvilai, Marian
Yu, Guy
Barwell, Markus
Waldow, Jonathan
Raggett.
Trailer:
B.S.O.:
Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard
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