BOB, EL JUGADOR (1956). La adicción al juego de Roger Duchesne.

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Bob, (Roger Duchesne) es un hombre de pelo canoso que pese a todas las experiencias acumuladas en sus años pasados conserva el atractivo de un hombre que no se da por vencido. Su forma de caminar y su elegancia innata, algo decadente y desubicada en el submundo del viejo barrio de Montmartre lo convierten desde el comienzo del relato en un individuo ambivalente, un antiguo gángster venido a menos que vive apuros económicos debido a su adicción al juego.

Cada noche recorre los diferentes bares para no desaprovechar ninguna partida, aunque casi siempre pierde, su vida es una apuesta permanente. Aunque pierda en el juego su porte altivo sigue siendo el mismo que cuando gana, la única diferencia radica en que es incapaz de conservar el dinero. Cuando tiene una racha de suerte, Bob no duda en arriesgar ese dinero en una apuesta mayor que casi siempre acaba perdiendo. No puede evitarlo, es un personaje que quiere todo o nada. Por ello, cuando decida volver a las andadas no se conformará con un simple robo sino con un golpe de una gran envergadura: un robo a un importante casino justo la noche en que habrá 80 millones de francos en la caja fuerte. Le proponen algo que no puede rechazar, su última gran partida, el golpe de su vida que saldará todas sus deudas y le permitirá retirarse. Un plan perfectamente ejecutado para robar el casino de Deauville en uno de sus días de mayor recaudación.

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El guión fue escrito por el propio Jean- Pierre Melville en colaboración con Auguste Le Beton, al que en los títulos de crédito se le adjudican los diálogos del film.

La escena inicial del film es una magnífica descripción panorámica mediante grandes planos abiertos guiados por la excelente fotografía en B&N de Henri Decae quien se encarga de mostrarnos París desde una colina de 130 metros situada en la orilla derecha del río Sena. Desde el emblemático distrito de París, Montmartre, dominado por la bella cúpula blanca de la Basílica del Sacré Cœur, el paisaje tiene cierto toque de encantamiento que se mueve en el estrecho margen que separa lo real de lo fantástico. Las escalinatas, las farolas que comienzan a encenderse y los personajes que en esa hora mágica deambulan por sus calles serán, en realidad, los verdaderos protagonistas del relato.

Jean- Pierre Melville otorga tanto protagonismo al barrio como a sus habitantes. En esa encrucijada del espacio sitúa un momento del tiempo no definido, intermedio entre la luz del día y la oscuridad de la noche. En definitiva, consigue la descripción ambivalente de un limbo que afecta tanto al tiempo como al espacio con la finalidad de investir igualmente a sus personajes de una ética que puede decantarse de cualquiera de los lados, según el momento o la forma en la que se mira.

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Al antihéroe protagonista, encarnado por Roger Duchesne, un actor por entonces retirado del cine y del que se comenta que estaba vinculado con el mundo criminal, le acompañan una serie de personajes entre los que podemos reconocer como estereotipos del género criminal: Paolo (Daniel Cauchy) , el joven inmaduro que tiene a Bob como mentor; el policía, (Guy Decomble), que conoce a Bob desde sus antiguas andanzas al que le une una cordial relación pese a estar en bandos diferentes de la ley, y por supuesto la femme fatale, la fascinante Anne, (Isabelle Corey) algo diferente de las “femme fatales” estadounidenses, ya que ella es más pasiva y no intenta engañar deliberadamente. Es una atractiva joven que se deja seducir por cualquier hombre que la persiga. No lleva a ningún hombre a la perdición a propósito, simplemente le da todo igual.

Pero pese a estar presentes los códigos del género y sus estereotipos como la planificación del atraco o las traiciones en el seno de la banda, Melville no hace un film al uso. La película está más centrada en la forma de vida y en los modos de supervivencia de todos estos personajes que comparten el mismo escenario, las calles de Montmartre.

En realidad, siendo una película sobre la fatalidad del destino, realiza un pequeño guiño al cine de género para que nuestro antihéroe pueda por una vez librarse de su mala suerte.

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Cine Polar francés es el término que se utilizó para denominar al cine policíaco francés que marcaba claramente sus distancias con el cine negro americano a través de una serie de características propias. Claramente influenciado por la filmografía americana, penetró en el mercado francés a partir de la segunda mitad de la década del cuarenta, debido a que durante toda la ocupación alemana- 1940/45- las películas americanas estuvieron prohibidas en Francia.

Desde el año 1945 las pantallas francesas se vieron inundadas por una verdadera oleada de cine americano. Un signo evidente de esa influencia es la aparición de un Cine Polar Francés que toma sus referentes de cine Negro estadounidense, marcando algunas diferencias para adaptarlo mejor a su público.

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Se trata de un tipo de cine entre policíaco y Noir con algunas características propias: La narrativa es más áspera, la configuración visual aunque basada también en el juego de luces y sombras, se aleja del expresionismo alemán y se acerca más a una descripción romántica del entorno urbano. Los gángsters, por ejemplo, son personajes mucho más estilizados que sus pares norteamericanos y están dotados de una ambigüedad más compleja, son más reflexivos y elegantes, más respetados entre sus iguales y con códigos éticos muy fuertes. Hay que recordar que Europa ha salido de la Gran Guerra y todavía mantiene ese espíritu de camaradería que se propagó por Francia durante la resistencia al nazismo. El propio Melville acusa en todos sus films esa exaltación total de la amistad entre hombres, muchos de sus personajes han vivido la Segunda Guerra Mundial durante la Francia ocupada por el ejército nazi, ya que él mismo fue protagonista activo de la contienda.

Poco antes de que Godard, Truffaut o Chabrol iniciaran el movimiento de La Nouvelle Vague y antes de que Belmondo se paseara por las calles de París con un cigarro encendido y apoyado sobre su labio inferior, Jean Pierre Melville nos relata la historia de Bob y su barrio de Montmartre.

Quizás un relato menor comparado con las grandes obras que nos regalaría más tarde: "Dos hombres de Manhattan (1959)", "El Confidente (1962)", "Hasta el último aliento (1966)", "El silencio de un hombre (1967)", "El ejército de las sombras (1969)", "El círculo rojo (1970)" , etc. Pero no por ello este relato carece de buen cine y del nostálgico encanto que viene a recordar esa romántica camaradería a la antigua usanza que se está perdiendo en aras de la supervivencia individualizada.

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Título original: Bob le flambeur.

Director: Jean-Pierre Melville.

Intérpretes; Roger DuchesneIsabelle CoreyDaniel CauchyGuy DecombleAndré GarretClaude CervalSimone Paris.

Trailer:


Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard


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