DETROIT (2017). Un producto de alto riesgo.

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Cinco años han tardado Kathryn Bigelow y su guionista, el periodista de investigación Mark Boal, en sacar adelante su nueva empresa desde La noche más oscura (Zero Dark Thirty, EEUU, 2012). En ese tiempo, Bigelow ha tratado de levantar algunos otros proyectos de interés, como esa miniserie para HBO que nunca llegó sobre el reclutamiento de Al Qaeda en Occidente. Para el canal de pago también preparó The Miraculous Year, una serie sobre los entresijos del teatro de Broadway, diseccionados a través de un autodestructivo dramaturgo. La directora recibió la decisión de cancelación de la cadena después de filmar el episodio piloto, escrito nada menos que por John Logan. El óscar recibido por En tierra hostil (The Hurt Locker, EEUU, 2009), en definitiva, no es que haya allanado precisamente el camino para la cineasta.







DE LA ESCLAVITUD AL PISOTEO DE LOS DERECHOS CIVILES.

La nueva propuesta de Kathryn Bigelow y Mark Boal ha requerido un enorme esfuerzo personal y financiero para recibir la luz verde. Los créditos de la producción del filme incluyen su nombre y el de su guionista, lo que significa que ambos han asumido una parte muy importante del riesgo y ventura en el resultado económico del filme, probablemente como premisa imprescindible para su visto bueno.

Detroit es un producto de alto riesgo. Los 143 minutos de metraje que transcurren sin cadencias ni lastres (es un filme muy entretenido para la densidad de la trama) abordan temas nada cómodos, con una mirada incisiva, que plantea ciertos interrogantes y claves que convierten al filme en un producto muy personal y clarificador. Revueltas raciales; Denuncia de abuso policial; de violación-vulneración de derechos civiles; de humillación extrema a sospechosos; de la institucionalización de los prejuicios raciales en América; del (por otra parte, legítimo) uso de tecnicismos legales del sistema judicial para amparar el asesinato y demás delitos cometidos por agentes de la autoridad... de la frustración de la población afroamericana pisoteada una y otra vez con total impunidad.

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Detroit plantea cómo se sobrevive a esa humillación constante. Bigelow y Boal denuncian el dolor enquistado, el sufrimiento y la frustración que causa la impotencia de la impunidad en el imaginario colectivo afroamericano, proporcionando heridas y secuelas incurables, que se transmiten intactas de generación a generación. Se denuncia, en definitiva, como el abuso y acoso de la "policía blanca" ha sustituido a la esclavitud sobre la manera de tratar y de relacionarse con la "población de color". Todo ello especialmente después de los movimientos migratorios de esa población, desde el profundo sur (desde las zonas de las plantaciones de algodón), hacia las ciudades industrializadas del norte, entre ellas Detroit, en la ansiada (y la mayoría de las veces frustrada) búsqueda de su porción del sueño americano.

Se ha criticado a la directora de Días Extraños (Strange Days, EEUU, 1995), película ésta que, por cierto, ya denunciaba disturbios raciales derivados de la brutalidad policial, de no poseer la mirada apropiada para contar una historia como esta. Ella, con mucho sentido común, ha dicho que quienes afirman eso tienen algo de razón. Afirma la realizadora que tuvo muchas dudas a la hora de tomar las riendas de este proyecto, pero que como todo el mundo puede y debe opinar sobre el tema racial y que tenía claro lo que quería contar y cómo hacerlo, se lanzó a ello.

Visto su trabajo, creo que la realizadora ha hecho el filme que, por fin, lejos del rencor y la reivindicación gratuitos, que en otras ocasiones no dejaban "ver el bosque", explica perfectamente lo irresoluble (o, al menos, enorme dificultad de resolución) del conflicto racial en América, y en particular con la población afroamericana. Con el filme se comprenden (no se pretenden justificar) actitudes, posicionamientos, reacciones individuales y colectivas, así como la enorme dificultad para erradicar la lacra del racismo, y la ira en el colectivo que lo sufre. Racismo que no sólo está institucionalizado, sino implantado como si de un componente del ADN se tratase, en un importante sector de la población blanca del país. Los prejuicios, el miedo (que no es algo que emerge de la sociedad a raíz de los atentados del 11-S, sino que viene implantado desde que los puritanos desembarcaronen el continente del Mayflower), la necesidad de avasallamiento como (injustificable) medida de protección, unido a la frustración que genera el complejo del caucásico ante el atractivo físico del afroamericano para la mujer blanca, forman un "cóctel explosivo" difícil de asimilar y superar, que se proyecta en la brutalidad extrema, siempre canalizada hacia el mismo lugar: hacia la raza afroamericana, y hacia la obsesión por asimilarla a la delincuencia, con todo lo que conlleva. En este sentido, ya quisieran cineastas en teoría más "autorizados" como Spike Lee, John Singleton o Nate Parker, entre otros, haber llegado al "meollo" del problema racial con sus propuestas, como lo hace este filme, realmente impresionante e imprescindible, en mi opinión.

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Detroit, como buen filme político (y jurídico), mira hacia un episodio del pasado para tratar de arrojar luz al presente. Los disturbios raciales ocurridos entre el 23 y 28 de julio de 1967 en la entonces quinta ciudad del país (la ciudad de Detroit hoy es todo un símbolo de la crisis económica del país, del declive del imperio, del desempleo y de la marginación social) sirven de reflexión para tratar de entender el problema racial en la actualidad. Desgraciadamente, poco ha cambiado en los últimos cincuenta años. Los disturbios raciales más importantes acaecidos en el país, así lo demuestran. Watts, Los Ángeles, del 11 al 17 de agosto de 1965; Newark, New Jersey, 12 a 17 de julio de 1967; por todo el país tras el asesinato de Martin Luther Kingdel 4 al 11 de abril de1968; Liberty City, Miami del 17 al 20 de mayo de 1980; Los Ángeles entre el 29 de abril y el 4 de mayo de 1992; Cincinatti, Ohio, 9 de abril de 2001; Ferguson, Missouri del 9 al 19 de Agosto de 2014 o Charlottesville, Virginia, el 13 de agosto de 2017. 

Bigelow ha manifestado públicamente que la idea de hacer el filme surge con los ya mencionados disturbios raciales de Ferguson, Missouri, motivados por el ligero uso de arma de fuego de un agente de policía blanco contra un desarmado hombre de color.

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LOS DISTURBIOS DE LA CALLE 12 (12TH STREET RIOTS).

Una redada en un bar de Detroit, frecuentado por gente de color, con la excusa de que se vende alcohol sin licencia, supone el arranque del disturbio conocido como 12th Street Riots. Avasallamiento generalizado y detenciones completamente aleatorias (que incluyen manoseo de las detenidas antes de ser introducidas en el furgón policial), en la que se busca un fin ejemplarizante y de repercusión pública (que la población blanca cómodamente asentada ante su televisor, vea cómo la policía mantiene a raya a la gente de color). Los incidentes alcanzan su punto más álgido en el vergonzante episodio del hoy clausurado Hotel Algiers, donde la búsqueda de un francotirador inexistente degenera en tres asesinatos, la humillación hasta extremos insoportables de dos jóvenes blancas y de varios afroamericanos, entre ellos un veterano de Vietnam, por parte de la policía de Detroit, expone las costuras del problema.

Detroit es un filme que está diseñado y calculado para ir propiciando un in crescendo de ira, frustración e indignación en el espectador, que asiste impotente a instantes como toda la mencionada set piece del hotel, que se torna en una irreversible jornada prácticamente insoportable. Cómo la policía va creando un ecosistema de angustioso horror entre los huéspedes del hotel, ante la impotencia de unos (el guardia de seguridad de color) y el mirar para otro lado de otros (la policía del Estado de Michigan, que prefiere no inmiscuirse en un problema de derechos civiles), convierte a toda la secuencia en una experiencia cinematográfica memorable. Bigelow ha filmado una de las incursiones más estresantes y angustiosas, que he sufrido jamás en una sala de cine.

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Se ha criticado todo el segmento final de la película, que comprende el proceso penal a los tres policías por la conducta en el hotel. Probablemente se podía haber resuelto esa parte con unos rótulos finales. Sin embargo, considero que el juicio ayuda a entender la frustración colectiva cuando la población afroamericana trata de recabar infructuosamente la tutela judicial. Algo parecido ocurrió con el juicio celebrado en Simi Valley a los agentes de la policía de Los Ángeles que golpearon al joven taxista Rodney King la noche del 3 de marzo de 1991, paliza que, grabada por un video aficionado, dio la vuelta al mundo de manera inmediata (viral como diríamos ahora). La gran diferencia con el disturbio de Detroit, en Los Ángeles, como consecuencia del veredicto unánime de los 12 jurados de raza blanca en ese proceso, emitido el 29 de abril de 1992, se produjo uno de los mencionados levantamientos de la comunidad afroamericana, que cristalizó en uno de los grandes disturbiossociales de la historia reciente de ese país. Caos, destrucción, incendio, palizas, muertes, etc., se produjeron durante los días que duró la misma.

Debido a las pobres cifras de recaudación, probablemente llevará tiempo ver una nueva película de Kathryn Bigelow. La cineasta nos ha entregado una obra que probablemente no sea perfecta, se echa de menos un mayor desarrollo de los personajes, un tanto desdibujados, pero probablemente no fuera ese el propósito de los artífices. Como toda obra maestra, Detroit es un filme imperfecto. Como pocas obras maestras inmediatas, se convertirá en un filme eterno. La directora y el guionista han arriesgado mucho con el filme, imprescindible e inolvidable.

Apenas una semana después de los disturbios de Detroit, se estrenaba en el país un filme destinado a convertirse en todo un fenómeno social. Se trata de la película En el calor de la noche (In the Heat of the Night, EEUU, 1967), de Norman Jewison. En ese filme, ambientado en la ciudad de Esparta, en el Estado de Mississippi, a raíz de la muerte de un acaudalado hombre de negocios blanco, encontrado asesinado en la calle, la poco sofisticada y racista policía local blanca del profundo sur, considera que el caso está resuelto cuando detienen a un “muchacho”, un joven afroamericano que ha venido a visitar a su madre, y que espera en la estación el tren de las 4.05 a.m. para Memphis. El joven regresa a Filadelfia para reincorporarse a su puesto de trabajo. Lleva 200 dólares en efectivo en su cartera y traje con corbata. Un "negro" no puede llevar tanto dinero encima si no lo ha robado. Es la primera aparición en pantalla del agente de policía Virgil Tibbs. Un experto en criminología forense, al que en su departamento y en su ciudad de adopción llaman Sr. Tibbs, es tratado despectivamente y es detenido sin miramientos, antes de darle la oportunidad de exhibir su placa, en dependencias policiales.

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Director: Kathryn Bigelow.

Intérpretes: John Boyega, Algee Smith, Will Poulter, Jack Reynor, Ben O'Toole, Hannah MurrayAnthony Mackie, Jacob Latimore.

Trailer:


B.S.O.:


Reseña escrita por Manuel García de Mesa


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