LA PÍCARA PURITANA (1937). El matrimonio Warriner...y el señor Smith.

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1. EL CÉNIT DE UN LUGAR LLAMADO HOLLYWOOD.

En la década de los años 30 del Siglo XX, la industria del cine Estadounidense, vivía su etapa más dorada. Se había terminado la gran guerra, la sociedad volvía a asumir la paz (aunque se anunciaban serios "nubarrones", nuevamente desde la vieja Europa), se estaba venciendo la crisis económica denominada la gran depresión económica, consecuencia del crack bursátil de 1929, el sonido había irrumpido en las pantallas para quedarse desde 1927, beneficiando principalmente a los musicales y a las comedias, y las colas de público para ver las películas de sus estrellas favoritas, eran, pese a las penumbras mencionadas, más largas y masificadas que nunca. El cine estadounidense revelaba muchísima vitalidad en sus filmes- testimonios de carácter social, estrenándose largometrajes tan impactantes como "Sin novedad en el Frente (1930)" de Lewis Milestone, uno de los grandes alegatos en contra de la guerra de la historia del cine; "Soy un fugitivo (1932)" de Melvin LeRoy, una denuncia implacable contra el inhumano sistema penitenciario del momento con el gran actor Paul Muni como víctima de un clamoroso error judicial; o "Furia (1936)", donde un Fritz Lang, que acaba de asentarse en EEUU, tras huir del nazismo en Alemania, plantea un desgarrador grito de denuncia contra el linchamiento de un inocente por parte de la masa enloquecida que no atiende a razones. Los años 30 constituyen también la década del origen del llamado "Cine de Gánsters", auspiciada por la Volstead Act, o Ley Volstead, conocida como la Ley Seca o Prohibition, que lejos de evitar el consumo de alcohol entre los buenos americanos, propició su consumo masivo, insano e ilegal, así como la proliferación de indeseables, pistoleros, estafadores y de todo tipo de delincuencia organizada que amasaba grandes sumas de dinero y convertía ciertos lugares del país, como Chicago, Atlantic City o Nueva York, en auténticos campos de batalla, donde se libraban guerras entre las diferentes bandas y los actos violentos con estos famosos personajes en el epicentro, poblaban las portadas de todos los periódicos del país.

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El cine de los 30, transformó con mucho éxito a algunos de estos delincuentes en sujetos elegantes, sofisticados, dotados de personalidad y con mucho éxito entre las mujeres. Los Gángsters de Hollywood eran, por supuesto, personajes duros y curtidos, que empleaban las palabras como si fuesen pistolas y ametralladoras, y dejaban una inconfundible estela de destrucción física y emocional por donde quiera que pasaban. Actores como James Cagney, el mencionado Paul Muni o George Raft, se adueñaron de las pantallas dando vida a estos sujetos. La década termina con dos películas que marcaron hitos importantes: "La Diligencia (1939)" de John Ford, que elevó al género del western a la categoría de serie A y gracias a su rotundo éxito de taquilla, convirtió a John Wayne en la estrella legendaria que fue y "Lo que elviento se llevó (1939)" de Víctor Fleming, que consagró para el cine, el empleo del color y las grandes escenas de masas. Su récord de audiencia en el top de la taquilla se mantuvo impoluto durante más de 40 años, hasta la llegada de "E.T. El Extraterrestre (1982)" de Steven Spielberg. Esta década que analizamos conoce, finalmente, la entrada en vigor del Código Hays de autocensura, redactado por uno de los líderes del Partido Republicano de la época, William H. Hays, miembro y primer presidente de La Asociación de Productores americanos (Motion Picture Association of America -MPAA- construida en 1922 para velar por los intereses de los estudios de cine del país). El Código fue implantado en 1930, pero no fue aplicable hasta 1934. Con él, Hollywood se rinde ante las ligas puritanas, empeñadas en un "buen uso" de las influyentes películas, cuyo implacable yugo alcanzó, no sólo a la sexualidad en el cine, sino también al abordaje de ciertos aspectos sociológicos y políticos en pantalla. El cine estadounidense tiene que presentar una sociedad inmaculada, confortable, justa y tranquilizante, que insufle a los americanos el orgullo nacional y a los extranjeros la envidia y admiración, sin insinuaciones sexuales y donde los villanos siempre reciben un justo castigo, que muchas veces tiene más que ver con el "ojo por ojo", que con la justicia en sí. Afortunadamente, muchos cineastas consiguieron plasmar sus discrepancias con el Código, de un modo bastante sutil, burlando la letra del código, con sus alambicadas filigranas, convirtiéndose en auténticos expertos en el arte de la ambigüedad de las imágenes. El puritanismo es siempre un arma de doble filo.

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2. LA COMEDIA DE AQUELLOS AÑOS. VISTA GLOBAL AL ESTADO DE LAS COSAS. LA IMPORTANCIA DE LA PÍCARA PURITANA DENTRO DEL GÉNERO.

En el género de la comedia de la primera década que comienza con el sonido en el cine, uno de sus grandes baluartes fue sin duda el realizador siciliano Frank Capra. Junto a su guionista habitual Robert Riskin, Capra se erigió en el porteador en la pantalla del ideario que se trataba de inculcar desde la Casa Blanca, con el famoso New Deal del Presidente Franklin Delano Roosevelt. El "nuevo trato" hace referencia o ese conjunto de medidas intervencionistas tendentes a sacar al país de la crisis, al sostenimiento y ayuda a las capas más pobres de la sociedad, a la reforma de los mercados financieros, y re-dinamización de la economía en general, con medidas contra el desempleo y las quiebras empresariales en cadena que se producían a diario por todo el país. Roosevelt trataba de que se vendiese a toda costa un retrato del país de las oportunidades para todos, donde sólo es infeliz el que quiere y que haciendo frente a la injusticia y la corrupción, ésta es finalmente desmontada. Algunos ejemplos del cine de Frank Capra en esta onda sociológica, son "Sucedió una noche (1934)", donde un periodista aparentemente poco afortunado (Clark Gable) es capaz de ascender a la cúspide social por el hecho de casarse con la hija de un multimillonario (Claudette Colbert), tras una serie de equívocos, o "El secreto de vivir (1936)", donde Gary Cooper interpreta a un americano medio que recibe una herencia multimillonaria y decide repartir su dinero entre la gente más desfavorecida, y como "premio" tiene que hacer frente a una demanda civil de Incapacidad para que se le declare mentalmente incompetente. En este marco de la comedia, tiene muchísimo éxito entre el público la comedia sofisticada o alta comedia, implantada por otro cineasta recién llegado de Alemania, Ernst Lubisch, y cultivada por realizadores como Gregory LaCava, Mitchell Leisen, Preston Sturges, o George Cukor entre otros. Películas como "Medianoche (1939)" de Leisen o "Un ladrón en la Alcoba (1932)" y "Ninotchka (1939)", ambas de Lubisch (en ésta última, Greta Garbo nos regala una enorme carcajada, hecho muy poco habitual debido a los intensos papeles dramáticos con los que solía lidiar) o "Al servicio de las damas (1936)", de La Cava, certifican el éxito de estas películas, que celebran la vida, y retratan el glamour y las fiestas de la alta sociedad, y logrando abstraer a la población durante un par de horas, de sus rutinas y penurias.

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En este panorama tan boyante para el género, el realizador de origen Irlandés Leo McCarey, que acaba de rodar una de las películas más bellas y duras de la historia sobre las consecuencias de la vejez, "Dejad paso al Mañana (1937)", realiza, con la misma guionista, la periodista y dramaturga Viña del Mar, "La pícara puritana (1937)". Constituye un excelente filme, que, si bien podemos incardinarlo en la alta comedia, o en las screwball comedies, marcará, por sí misma, una nueva tendencia, fundamental en el género en los inmediatos años venideros. Si las comedias screwball poseían personajes femeninos fuertes, de mucha personalidad y chispa, diálogos rápidos, situaciones entre ridículas y embarazosas y tramas relacionadas con el matrimonio y la guerra de sexos, La Pícara Puritana va a marcar el comienzo en las denominadas remarriage comedies o comedias de reconquista que se decantan por unas peculiaridades que analizaremos. Con este filme Cary Grant arranca en el género que le hizo famoso. Como muchos críticos de cine e historiadores han apuntado, en este filme de McCarey, es la primera vez que "Cary Grant hace de Cary Grant". El sr. Archibald Alexander Leach fraguó su figura e imagen, entre sofisticada y elegante, con esa sonrisa entre cínica y traviesa, cuyas frases irónicas requerirían los servicios de los más astutos guionistas en "La pícara puritana". Una imagen que convertiría al actor en uno de los iconos más representativos del cine estadounidense. Llama la atención el hecho de que el actor, de alguna manera, mimetizó muchos de los aspectos de esa personalidad cinematográfica, de la propia imagen del realizador Leo McCarey, un hombre sumamente elegante, divertido e irónico, con quien se llevó a muerte durante la filmación de este filme. Pese a ello, director y actor colaborarían juntos en tres ocasiones más: "Mi esposa favorita (1940)", donde compartió cartel nuevamente con Irene Dunne. Este filme lo escribió y comenzó a filmar McCarey, pero al sufrir un accidente automovilístico, la terminó Garson Kanin (quien figura en los créditos como su director); "Hubo una luna de miel (1942)", con Ginger Rogers; y "Tu y yo (1957)", con Deborah Kerr, donde McCarey rehace un gran éxito previo suyo, "Tú y yo (1939)", protagonizado por Irene Dunne y Charles Boyer. El filme de 1957 ha alcanzado la condición de mítico en nuestros días, debido a una fuerte reivindicación por parte de la crítica especializada, pero también y sobre todo, por servir de piedra angular para la astuta trama de la exitosa comedia romántica "Algo para recordar (1993)" de Norah Ephron, con Tom Hanks y Meg RyanPor otro lado, "La pícara puritana" es el primer filme en explotar una fórmula narrativa que luego se convertiría en el núcleo argumental de otras comedias en los escasos tres años siguientes. La idea del remarriage o de reconquista es muy sencilla: Construimos unos personajes típicos de la alta comedia. Hagámosles divorciarse y fabriquemos una trama acerca de cómo él, o ella, se las arreglan para tratar de recuperar el favor de su (ex) cónyuge antes de perderlo/a definitivamente, generalmente debido a una nueva boda en ciernes con tercero/a en discordia. Leo McCarey y su guionista Viña del Mar abrieron una puerta, por la que se colaron rápidamente, entre otras, películas memorables de la talla de "La fiera de mi niña (1938)", "Luna nueva (1940)", ambas de Howard Hawks, "Vivir para Gozar (1938)", de George Cukor o "Historiasde Filadelfia (1940)", de George Cukor, todas ellas protagonizadas por Cary Grant.

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El matrimonio formado por Lucy y Jerry Warriner (Irene Dunne y Cary Grant, respectivamente) parece el ejemplo de un feliz matrimonio, que despiertan la envidia social en Nueva York. Un equívoco y la consecuente desconfianza posterior, sin aclarar debidamente, colocan al matrimonio ante los tribunales. El Juez civil dicta un "Interlocutory Decree of Divorce", o "Sentencia Provisional de Divorcio", que devendrá firme transcurridos los próximos 90 días, si ninguno de los cónyuges plantea lo contrario y si antes de ese término no se produce una reconciliación. Tras resolver la cuestión legal de la custodia de Mr. Smith, el perro de ambos, a favor de Lucy, pero con derecho de visitas para Jerry, la situación antes mencionada, está servida. Ralph Bellamy es uno de los rivales de Cary Grant en la puja por el corazón de Irene Dunne. El filme transcurre durante los 90 días hasta que la Sentencia provisional devenga firme (becomes final). La película se beneficia de una puesta en escena elegante (pero sin caer en el preciosismo) y muy gráfica, donde el encuadre de uno, dos o varios personajes no es nada casual, sino que se monta y se coloca en el debido orden y al servicio de las necesidades dramáticas en todo momento. No hay más que ver la secuencia de la sala de baile donde Los Warriner, cada uno en compañía de su pareja, coinciden en la misma mesa. McCarey, pese a colocar a los cuatro personajes en un espacio tan reducido, reduce el plano en varias ocasiones a los rostros de Jerry y Lucy, para resaltar lo embarazoso de la situación. En otra secuencia, ahondando en la eficacia de la puesta en escena, resulta muy eficaz el inserto de algunos primeros planos del perrito doméstico, a quien le encanta jugar a encontrar los objetos que sus amos esconden. Un plano de Mr. Smith en medio de una rocambolesca situación motivada por el intento de Lucy de esconder uno de los sombreros de uno de los dos personajes masculinos que se encuentran en sus dependencias, arranca no pocas carcajadas. Esa creencia del animal de que el sombrero está escondido para que él lo encuentre y se lo devuelva a su dueña, funciona maravillosamente ante el espectador, consciente desde el inserto del simpático perrito, que será él quien desbarate los planes de Lucy. Más de setenta años después de su realización, "La pícara puritana" deviene en una película moderna, actual, muy vital, dotada de un ritmo vertiginoso, con unos actores sensacionales (hasta Irene Dunne, que solía ser un poco insulsa en sus largometrajes, está muy divertida en este filme) y unas situaciones divertidamente embarazosas y sarcásticas, que se apoyan en el carisma de sus protagonistas y en la puesta en escena de su realizador. Sus escasos noventa minutos pasan como un suspiro. El filme de McCarey es la tercera versión de las cuatro que adaptaron la obra de teatro de Arthur Richman. La primera fue "Maridos celosos (1925)", dirigida por Paul Powell, con Warner Baxter y Agnes Ayres; La segunda fue dirigida por Marshal Neilan en 1929 con el mismo título. Finalmente, la cuarta fue dirigida directamente para televisión, como un episodio más del programa Robert Montgomery presenta. Concretamente, el episodio 1 de la segunda temporada es nuevamente The Awful Truth, dirigido por Norman Felton. El mérito del filme de McCarey es que, respetando la existencia del matrimonio y su divorcio, sustituye las costuras de la obra teatral, por la mencionada estructura divertidísima de las estrategias de boicot emocional y reconquista con replanteamiento de las condiciones de la nueva vida en pareja. Para todo ello, utiliza algunos detalles extraídos de su propia vida personal con su esposa, y derivaciones de gags de algunas películas suyas previas, como por ejemplo de "Esposa a medias (1930)". Toda la secuencia final del filme, el viaje en coche, el tener que pasar la noche juntos en diferentes dependencias, etc, es completamente nueva e ideada por el realizador y diseñada con la guionista antes mencionada.

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3. EL "ESTILO McCAREY".

Thomas Leo McCarey es uno de esos realizadores clásicos que comenzó su andadura en el cine de forma casual, casi aventurera, en los duros e inciertos años del cine silente. McCarey estudió derecho y ejerció como abogado y trabajó en una Mina en Utah, entre otras ocupaciones profesionales previas al cine. En su libro El Director es la Estrella (que en España se ha editado en dos volúmenes por T&B Editores), el crítico de cine, historiador, y notorio guionista y realizador Peter Bogdanovich, que pasó más de diez años de su vida entrevistando a numerosos directores que debutaron en los albores del cine silente, levanta acta para la posteridad de su conversación con Leo McCarey. El veterano cineasta, haciendo gala de su sensacional sentido del humor, le cuenta anécdotas auténticamente jugosas, que van desde sus comienzos en la abogacía, hasta los problemas con la productora en el rodaje de su último filme, pasando por los problemas con Cary Grant, a quien el realizador define como "Un hombre intratable". Gracias a su amigo, David Butler, que posteriormente sería realizador de cierto éxito, McCarey consiguió entrar en la industria del entretenimiento. Primero como script y luego para el realizador Tod Browning. Enseguida comenzó a dirigir comedias. Aunque se atribuye el mérito al productor Hal Roach, parece ser que fue McCarey quien formó el dúo compuesto por Stan Laurel y Oliver Hardy, conocidos en nuestro país como "El Gordo y el Flaco", para quien supervisó, escribió o dirigió sus mejores películas (había dirigido a ambos actores también por separado previamente). McCarey también tuvo oportunidad de dirigir a otros cómicos de la época, como Harold Lloyd, Eddie Cantor o W.C. Fields. Para los Hermanos Marx dirigió su mejor trabajo para el cine: "Sopa de ganso (1933)", un filme que por su tono marcadamente antibelicista y por poner de relieve de un modo bastante gráfico aquellos intereses que hay detrás del patriotismo, convirtieron este título en decididamente emblemático para la juventud contracultural estadounidense de los convulsos años 60, la época de la intensa lucha de los Derechos civiles, de las protestas contra la guerra de Vietnam, y de caída del Código Hays.

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"La pícara puritana" obtuvo un clamoroso éxito de taquilla. Se le concedió el óscar a su realizador, único de los siete premios a los que aspiraba ese año, incluidas nominaciones para la mejor película, guión y actriz. McCarey era un realizador muy famoso por improvisar constantemente, por la aparente falta de un método, sistema o planificación en el set, por comenzar a rodar una secuencia sin llevar nada preparado y por dejarse llevar por su instinto e impulsos en cada momento. Era famoso por la reescritura constante, incluso diaria, de los diálogos y del guión en general, cuyo texto definitivo entregaba en papeles sueltos a los actores poco antes de empezar a rodar. Hacía colocar un piano en el set de rodaje y tocaba y cantaba hasta que le llegase la inspiración para dirigir la escena. A los productores les desesperaba, y a muchos de los actores que trabajaron con él, incluidos los más habituales, les desconcertaba e incomodaba. Finalmente todos callaban ante los resultados finales. Calidad y conexión con el público eran argumentos de peso para "dejarle hacer". Entre la filmografía de su director posterior a "La pícara puritana", encontramos, por ejemplo, el díptico del Padre Chuck O’Malley. Son dos filmes excelentes, interpretados por Bing Crosby: Siguiendo Mi Camino (Going my way, EEUU, 1944), por la que consiguió otro Oscar y el globo de oro, ambos al mejor director y "Las campanas de Santa María (1945)", donde Ingrid Bergman en el papel de madre superiora compartía el protagonismo con Crosby. McCarey dirigió al matrimonio Paul Newman y Joanne Woodward en "Un marido en apuros (1958)", y finaliza su carrera con la irregular "Satanás nunca duerme (1962)", con William Holden interpretando a un sacerdote y sus andanzas en la china comunista. La injerencia de los productores, como apuntábamos más arriba, hizo que no pudiera rodar el final que tenía en mente para esta película.

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La parte final de la carrera cinematográfica de Leo McCarey estuvo plagada de cierto desprestigio, debido a problemas de alcoholismo, enfermedades varias, una serie de fracasos comerciales consecutivos, pues sus películas muy exitosas en las décadas de los 30 y 40, no parecían encontrar, salvo la excepción del segundo Tú y Yo, su hueco en las décadas de los 50 y 60. El cúmulo de todas estas circunstancias, de alguna manera, forzaron su retirada del cine. McCarey atendió a Peter Bogdanovich a partir de noviembre de 1968 y durante los seis meses siguientes, en la habitación que ocupaba en el St John’s Hospital de Santa Mónica, donde estaba tratado de un enfisema agudo, en sedación constante y respirando con dificultad, con suministro artificial de oxígeno. En este precario estado, el realizador estuvo encantado de contarle a Bogdanovich su vida profesional y jugosas anécdotas que han pasado a la posteridad. Bogdanovich dirigió una película-compendio de las anécdotas que le contaron los distintos realizadores entrevistados, acerca de los albores del cine americano. Su título es "Así empezó Hollywood (1976)". En ella decidió que uno de los protagonistas, interpretado por Ryan O’Neil, se llamaría Leo, un abogado que recala en el mundo del cine de forma casual y aventurera. Todo un homenaje al realizador favorito de varios de sus compañeros de profesión. John Ford, cuyas películas preferidas eran "La pasiónde Juana de Arco (1928)" de Carl Theodore Dreyer y la mencionada Dejad Paso al Mañana, de Leo McCarey, dijo de éste que era "el primero entre nosotros". Jean Renoir se refirió a él diciendo "McCarey entiende a la gente…mejor que nadie en Hollywod quizás". Howard Hawks, por su parte, manifestó "el mejor director que he conocido se llama Leo McCarey". Peter Bogdanovich escribe sobre el realizador, en la introducción a la entrevista en su libro mencionado, lo siguiente: "McCarey entendía instintivamente lo que de absurdo y ridículo tiene el comportamiento humano; pero en lugar de condenarlo, lo celebraba, y de ello nacieron comedias excepcionales, y también la idea de un futuro tenebroso, que el humor y la irresponsabilidad nunca podrían iluminar para siempre. Ese fue el hombre al que conocí enfermo, muriéndose de una enfermedad pulmonar, pero fumando puritos sin cesar, un gesto de desafío y locura que parece reflejar la dimensión más perdurablemente humana de su obra cinematográfica". Leo McCarey falleció el 5 de julio de 1969, en el mencionado hospital de Santa Mónica, California, dos meses después de las entrevistas con Bogdanovich.

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Título original: The Awful Truth.

Director: Leo McCarey.

Intérpretes: Cary Grant, Irene Dunne, Ralph Bellamy, Alexander D'Arcy, Cecil Cunningham

Trailer:


Escena:


Reseña escrita por Manuel García de Mesa


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