LA ISLA (2000). El perturbador drama de Ki-Duk Kim.

la isla
Este sería el cuarto largometraje del irreverente, por decirlo de una manera, coreano Ki-Duk Kim, uno de sus primeros trabajos, y con el que entraría ya definitivamente en la gran constelación del cine internacional contemporáneo. La presente cinta es Ki-Duk Kim al 100 por ciento, y como casi siempre suelde suceder en un ser humano, al ser sus años de juventud, es cuando mayor desenfreno, atrevimiento e irreverencia muestra. Todo ese brío no es deslizado en todo su esplendor en uno de los trabajos más conocidos y sonados del coreano, que arrasaba con la crítica en el momento de su estreno, tanto por su capacidad realizadora, creadora  de imágenes, como por la escandalosa aura de película brutal, de película gore, que no dejaba a nadie indiferente. Es la singular historia que sucede en un apartado lago coreano, donde una mujer local, Hee-Jin, se gana la vida vendiendo, de día alimentos, bebidas; de noche, su cuerpo. Asimismo, alquila plataformas flotantes en el lago a los visitantes, atendidos también por otras prostitutas; todo anda normal, hasta que aparece un ex policía que ha matado a su amante, y Hee-Jin lo ayuda a evadirse, naciendo entre ellos una relación destructiva, carnal, intensa. Filme que terminó de lanzar definitivamente al estrellato a su realizador, le granjeó esa reputación de director maldito, gustoso de la sangre y situaciones inverosímiles, una de sus cintas referenciales.

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La acción comienza en una locación no determinada, un lugar aislado, un lago rodeado de vegetación, donde una mujer lleva alimentos y bebidas a hombres en distintas pequeñas habitaciones que reposan en plataformas de maderos que flotan en ese lago. Ella es Hee-Jin (Jung Suh), muda propietaria de ese negocio, proveer comida y bebida, alquilar esas habitaciones. Se realizan actividades tranquilas, casi siempre pesca en esas cabañas; y con otras mujeres, jóvenes, provee además servicios sexuales. Un día llega a las cabañas Hyun-Shik (Yoosuk Kim), con quien tiene un acercamiento, pero finalmente lo rechaza. Al llegar luego la policía buscándolo por un homicidio, él intenta suicidarse con unos ganchos, anzuelos de pesca, pero ella lo salva ocultándolo bajo el agua. Tras acercarse ellos aún más, Hee-Jin llega al extremo de atar y amordazar a una de las jóvenes prostitutas, interesada en Hyun-Shik, que quería visitarlo; ésta cae al agua, y muere, aquélla desaparece el cadáver con frialdad. Pero al ser su amante golpeado por un cliente de la desaparecida joven, Hee-Jin repite sus acciones. Hyun-Shik intenta, inicialmente sin éxito, escapar de ella, y cuando ya lo está logrando, la singular asesina realiza una inverosímil acción con la que consigue que su amante regrese y se quede con ella. Se descubre el cuerpo bajo el agua del primer asesinato, ambos huyen. El director nos muestra una final imagen de ella.

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La película tiene un comienzo bastante apacible, mostrándosenos las tranquilas aguas del lago, rodeado de una imponente y copiosa vegetación que lo abarca todo, mientras se nos presentan además las pequeñas habitaciones, los habitáculos de vivos colores distribuidos a similar distancia el uno del otro en esas imperturbables aguas. Lo más notable -aunque al conocedor de su obra previa tampoco le sorprendería esta característica en extremo-, es que Ki-Duk Kim en ese comienzo de su cinta nos deleita incluso con unos bellos atardeceres -en otro momento habría también amaneceres-, el poniente sol que se refleja en el espejo del lago, todo acompañado por una melodía asimismo apacible y agradable. Algo notable considerando la naturaleza del espectáculo que estaba por venir, el contraste que es capaz de conseguir este cineasta ha estado pues ya en él presente desde sus primeros trabajos, el coreano es del tipo de directores que desde sus comienzos, tenía sus nortes, sus caminos e ideas artísticas bastante bien definidas. Volviendo al aspecto visual de determinadas secuencias, impacta agradablemente el dominio cromático que tiene Ki-Duk Kim, en las tomas en las que nos muestra lo líneas arriba mencionado, el indómito terreno retratado, esa aislada unión formada por lago y vegetación; esa mezcla de colores, esa composición en sus encuadres, nos remite a sensaciones pictóricas, nos remite a cuadros, a pinturas, y por analogía a un pintor que muestra la amplitud y dominio de su "paleta" de colores –también observamos las cabañas, pintadas todas con vivos colores brillantes-. Innegable la capacidad estética de Ki-Duk Kim para generar bellas composiciones audiovisuales, y particularmente notable su estilo de componer esas imágenes, como se dijo, de una inclinación y capacidad que lo acercan a las destrezas pictóricas. En ese particular paraje por el coreano construido, el agua nos es mostrada desde el primerísimo instante como el elemento absoluto, el continente de todo, es prácticamente el universo completo, el elemento que genera el hermetismo, el aislamiento, el que da forma a ese sórdido mundo, a esa isla líquida. Los planos finales, esos apreciables zoom en alejamiento que clausuran la cinta también nos dan indicios de este alejamiento absoluto. Incluso vemos -si bien no se repiten, desde que las vemos al comienzo, tanto como me hubiese gustado- tomas de un contrapicado total submarino, tomas hechas completamente desde abajo del agua, tomas que me parecen dieron buen resultado, generándose la divertida situación que el cineasta se mueve como pez en el agua en estos avatares.

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Uno de los símbolos viene a presentarse, el hijo natural del elemento que lo domina todo, del agua, viene a ser el pez, el pescado, el pescado que es mutilado, el pescado que es comparado con el miembro masculino. El asiático es un cineasta gustoso de trabajar con directas alegorías, el pez, elemento constante en la película, es cortado, mutilado, torturado, devuelto a su elemento, el omnipresente agua, que es atrapado con esos anzuelos, los anzuelos que se involucran en los dos momentos más intensos, claves del filme. Y la inquietante Hee-Jin viene a ser la perversa prole máxima del agua, su vástago mayor, ella se desenvuelve como un pez más, emerge del agua, como una aterradora y fatal sirena, letal y silenciosa, son los momentos en que se alcanza el mayor surrealismo, un halo onírico tibiamente terrorífico impregna entonces esos instantes, pues el surrealismo que esgrime en este trabajo es alucinante pero tenebroso, pudiendo llegar a ser aterrador para ciertos paladares. Ella es el centro de esos alucinantes momentos, misteriosa y silenciosa, completamente carente de palabras, hermetizada dentro de ese mundo y de su mudez, su origen en efecto nos es un misterio, ella parece evadida del mundo real, recluida en ese aislamiento, en su isla, vive en un mundo que pareciera ella haber fabricado para sí misma, y su inquebrantable silencio pareciera obedecer una voluntad de evasión, quizás de obtener redención, quizás únicamente ahora desea ser un escindido testigo de una vida de la que ha sido expulsada; voluntariamente o no, no lo sabemos. Remarcable resulta que Ki-Duk Kim será capaz de construir un personaje tan rico dentro de su historia, corazón del filme, sin que ésta emita siquiera un solo monosílabo durante el filme completo, una muestra más de talento del coreano. Los citados anzuelos también tienen su carga simbólica, ellos extraen los peces del agua, en el primer momento clave ellos iban a ser la forma de quietarse la vida para Hyun-Shik, siendo medio de su salvación por parte de Hee-Jin, y punto de partido para su tanática relación. Por otro lado, en el segundo momento clímax, estos anzuelos, estos ganchos, sirven para una de las imágenes y secuencias más impactantes del filme, la auto castración de ella; primero fue su forma de iniciar su unión, luego fue su desesperada forma de evitar que se escape su amante, sirven para enganchar, para pescar -o repescar- a lo humanos a la vida, ella lo jala casi del otro mundo, del agua para salvarlo; él a su vez, la jala, la pesca también para traerla de vuelta a la vida.

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Escribía hace unos momentos sobre la capacidad en que Ki-Duk Kim se comunica con nosotros a través de contrastes, algo siempre apreciable en todo buen narrador, un recurso expresivo y narrativo siempre tan eficiente como impactante. Y a ese respecto, veremos cómo esta citada suerte de maligna sirena es capaz de, inmediatamente luego de liquidar a una persona, enternecerse cual inocente criatura, para acurrucarse junto a su amado, ella es unión erótica y tanática, amor y destrucción juntos, sexo y golpes van de la mano, fluyendo en ella indivisiblemente, y la fuerza del contraste de las secuencias, violencia severa y luego tierno amor, ayudan a que el lenguaje del cineasta sea tan eficaz, sea tan potente. Una severa dualidad, un severo antagonismo fluye durante toda la cinta de Ki-Duk Kim, después de la castración -a mi juicio la imagen más poderosa de toda la cinta con diferencia- nuevamente se nos mostrarán imágenes de los amantes en tierna intimidad, tomando forma esa antonimia narrativa, ese contraste buscado y tan bien conseguido por el director. La unión de un ser tan particular, la unión de esas fuerzas opuestas pero equilibradas a la vez, no tendrá buen fin para Hee-Jin: la vemos inanimada en el plano final, fue la final victima de la sórdida simbiosis que generó con su amado Hyun-Shik, esa letal co-dependencia finalmente no tendría tintes fatalistas únicamente para las víctimas de la inquietante protagonista de la cinta, ella seria la víctima final de la espiral de violencia por ella misma iniciada. Su relación ya había comenzado de manera inusual, desde su primer contacto, cuando Hee-Jin se siente atraída por Hyun-Shik, se acerca vacilante a su cabaña, él se abalanza sobre ella, casi poseyéndola, pero ella lo rechaza. y se evita lo que no estuvo demasiado lejos de una violación. Una vez que se consuma su unión, la pareja prosigue por los senderos de la violencia, ella responde a su atracción con fatal ferocidad, defiende su territorio, animalescamente posesiva, liquida a su rival femenina sin el menor miramiento ni remordimiento, desapareciéndola de igual modo, en el líquido que alberga a todo y a todos. Para ir terminando, al ver la cinta uno entiende por qué Ki-Duk Kim es considerado como uno de los cineastas más distintos al promedio de la actualidad, se manifiestan, quizás con mayor fuerza que en ninguna otra obra suya, muchos de los puntos comunes de toda su carrera. Oscuro surrealismo, la mujer en el punto central, centro de muchas torturas y sórdidas acciones, y claro cómo no, imágenes fuertes, aunque esto dependa del cristal con que se mire, y a eso voy. Célebres son las historias de que en proyecciones en Venecia la cinta generó hasta desmayos por la crudeza y brutalidad de sus imágenes, del maltrato animal; no niego la fuerza y crudeza de sus imágenes, pero sí me resulta curioso la facilidad con la que se la cataloga de gore, visceral y brutal, cuando, si bien la cinta tiene todas las bondades ya mencionadas, estrictamente hablando de género gore la cinta se quedaría en un nivel bastante inocuo de esto; para el interesado, o versado, bastaría ver el clásico "Holocausto Caníbal (1980)", o revisar los inicios en gore de alguien tan impensado en estos registros como Peter Jackson. Pero esa es ya otra historia. Yoosuk Kim como Hyun-Shik entrega una decente actuación, si bien en ese apartado es Jung Suh la que se lleva las palmas y reconocimientos, premios por su intensa y correcta interpretación de la fatal Hee-Jin. Una cinta distinta. No la elevaría al nivel de obra maestra, pero sí es una obra atractiva, provocadora y distinta de cine contemporáneo, de un cineasta que no deja indiferente a nadie, con muy buenos recursos. Recomendable.

la isla

Título original: Seom.

Director: Ki-Duk Kim.

Intérpretes: Jung Suh, Yoo-Seok Kim, Sung-Hee Park, Hahng-Sun Jang, Jea-Hyun Cho.

Trailer:


Escena:


B.S.O.:


Reseña escrita por Edgar Mauricio

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