LAS MALAS HIERBAS (2009). Alain Resnais adapta la novela de Christian Gailly.

las malas hierbas
Uno de los finales trabajos del apreciable cineasta francés Resnais, el prolífico realizador recientemente desparecido y dueño de una filmografía tan extensa como variopinta, interesante y atractiva, sin duda uno de los más resaltantes cineastas galos de décadas recientes. Un Resnais naturalmente ya alcanzado por los años manifiesta un estilo que exploraba nuevos y frescos caminos, y encuentra en la novela de Christian Gailly del mismo título original en francés el cimiento necesario para configurar una de sus últimas películas, de desarrollo más bien inusual, distinto, en el que el argumento no es necesariamente de las mismas características. Un individuo mayor encuentra unos documentos, una billetera con los documentos de identidad de una mujer, a la que cuando le devuelve los mismos por intermedio de la policía, va conociendo, obsesionándose con ella, y naciendo a la vez una singular relación de mutua obsesión, de la que ambos no podrán salir ni regresar a sus rutinas, a sus vidas cotidianas. En esta cinta donde no abundan los convencionalismos, Resnais utiliza como apoyos actorales a la que fue su actriz y mujer hasta la muerte, Sabine Azéma, para interpretar a la singular mujer primero acechada, luego acechadora, y a André Dussollier como el maduro sujeto que encuentra en ella nuevos caminos en su vida. Interesante trabajo de la etapa ya final de un notable cineasta, al que todavía le quedaban algunos trucos y novedades en su estilo que mostrarnos.


las malas hierbas

Al iniciar la cinta, vemos a Marguerite Muir (Azéma), que durante lo que parece ser un buen día, compra zapatos, siendo luego víctima de un robo, le quitan su cartera. Georges Pallet (Dussollier) es quien encuentra la billetera conteniendo sus documentos, ella entre otras cosas, es piloto de avión, Georges entrega los documentos a la policía, y pasa momentos con su mujer e hijos. Ella lo llama telefónicamente para agradecerle la devolución, pero al querer él conocerla, es rechazado. Se obsesiona Georges con Marguerite, le escribe, llega al punto de reventar las llantas de su auto para que no pueda salir de su asedio. Ella lo reporta a la policía, que ya lo conoce, y que le sugiere que detenga esa conducta; y lo hace, pero de pronto, es ella quien lo vuelve a llamar a su casa, incluso va a verlo al cine donde se encuentra un día, lo aborda, toman un café, pero ahora es Georges quien adopta una actitud algo lejana. Marguerite, que cambió de rol, no se rinde, lo asedia, lo sigue llamando, llega al extremo de ir a su casa y pasar tiempo con la esposa de Georges, obteniendo sendos rechazos a sus esfuerzos, perturbándose, refugiándose en la aviación para despejarse. Ella, en compañía de una amiga, lo invita a que vuelen juntos, cosa que finalmente hacen y se concreta un final incierto, indefinido, en el que hasta dos posibilidades nos desliza Resnais de que acaben sus personajes, acorde a la naturaleza del filme.


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El comienzo ya nos va diagramando la película, un comienzo artístico, mostrándosenos la verde hierba -juego de palabras que muy bien sale con el original título en francés- se nos presenta, luego de un lento desplazamiento de la cámara por diversas hierbas urbanas, un par de pies femeninos, que avanzan, que se detienen, que ingresan a una lujosa tienda de zapatos especiales, pues ella tiene pies especiales. Nada es del todo definido aún, pues incluso se tiene una tibia insinuación lésbica con la dependiente de la tienda, pero aún reina lo trivial, lo incierto, lo indefinido, aún nos encontramos en medio de una incógnita, nuestro único vínculo, nuestro único enlace con este mundo viene a ser la voz narradora, la voz en off que hace más de un alcance. Nos advierte que un evento insignificante puede desencadenar muchas cosas inimaginables, y el evento descrito, el robo, nos es mostrado artísticamente, con un lento travelling rodeando a la Azéma, ni siquiera hemos visto su rostro aún, y el travelling bien cuida eso. El robo mismo, la mano que se lleva el bolso, todo mostrado de una manera ralentizada, como si el tiempo se detuviese un rato, como si realmente se tratara de algo epifánico, y, como en efecto veremos en la cinta, mientras la voz en off continúa siendo nuestro único nexo con los eventos que presenciamos. Ese tratamiento, ese comportamiento de su cámara será una constante durante la cinta, y nos deleitaremos con algún agradable travelling, con su fluida cámara, algo que acompañó a Resnais desde los albores de su desempeño artístico; esto, en la presente cinta, con un correcto acompañamiento musical, genera una cercanía y algo de sensualidad en su narración. Asimismo, la vegetación, el simbólico verde, nos es mostrado más de una vez, con intensidad y abundancia por momentos, vemos las hierbas urbanas, los verdes jardines, a veces las hierbas que se asoman entre rendijas del pavimento, y es que, en su idioma original, se refuerza aún más la carga de ese elemento. Toma forma así el juego de palabras, significando el vocablo folles tanto hojas, hierbas, folios, como locos, y es que hasta cierto punto, la locura, la enajenación, es uno de los temas centrales de la cinta, la enajenación y obsesión de los protagonistas, sus impulsos y locuras, un enajenado ¿amor?, una bizarra relación, la búsqueda de una salida de la soledad o de la rutina, cuando un hombre ya maduro, habiendo ya cimentado una familia, mujer, hijos, se enrede en un singular idilio digno de un joven.


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Y es probablemente por esa razón, por la forma de la película, que superficialmente más de uno puede tacharla de frívola, en la apariencia más superficial, realizando un análisis muy somero y sin profundidad, en algunas de sus formas como cinta, a más de uno puede hacerlo caer en ese error, llegando incluso a verlo como un viejo chocheando y desvariando en la etapa final de su carrera… cada cosa que a veces toca leer. Ciertamente su estilo se ha adaptado ya a las formas modernas, es cierto, pero considero que Resnais, símilmente a lo que sucediera tres años antes en "Asuntos privados en lugares públicos (2006)", nos muestra un estilo en efecto más fresco, más liviano, más modernizado quizás. Pero escarbando un poco, removiendo esa superficial cáscara, encontramos a un cineasta que no ha perdido el norte, que sigue tratando sus temas capitales, la soledad, el aislamiento, por momentos la inclinación introspectiva, emociones humanas intensas, el inmenso e incomprensible mundo interior de sus personajes, y por supuesto, de sí mismo, una agradable característica que se percibe desde ejercicios ya tan lejanos como las referenciales "Hiroshima mon amour (1959)", o "El año pasado en Marienbad (1961)"; podrán haber cambiado las formas -algo que ciertamente siempre tuvo capital importancia en el cine del francés-, pero el fondo, lo que en Resnais tiene muy comparable importancia, no ha cambiado, no al menos de forma que traicione su arte, es esta una dicotomía que puede perder a algunos apreciadores o críticos de su cine. De esa forma, veremos a Resnais dotar a su cinta de un singular colorido, y el cromatismo de la película, si bien no llega a la intensidad ni por momentos tono chillón de "Asuntos privados en lugares públicos (2006)" -algunos incluso llamaban feísta a su particular estética, opinión que no comparto por cierto-, aún destella tibiamente por momentos esa característica, se mantiene esta expresión en el final estadío creativo del realizador, utilizando también los primeros planos para incrementar la carga dramática, la fuerza expresiva de Dussollier. Hablando un poco más de su narrativa, del lenguaje de su clamara, inclusive un poco de manejo de cámara en mano observaremos, una tibia huella de la nouvelle vague quizás, el maestro realiza una suerte de modesto compendio de todas sus virtudes y aprendizajes durante su dilatada andadura cinematográfica. Tras la cinta última mencionada, Resnais nos entrega esta suerte de reflexión, nuestro director ha envejecido, se siente viejo, lo reflejan sus temas, mejor dicho el tratamiento de sus temas, la vejez y la soledad ahora priman, el miedo, el deseo de evitar esto último,  pero dentro de todo, aún le queda cierto brío al cineasta.

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Ese brío se nos muestra también en el sereno pero determinado desfile de elementos surreales durante el filme, y de simbolismos también, siendo ella una mujer que emplea sus ratos de ocio en una singular ocupación, es piloto de avión, y la alegoría toma fuerza al buscar ella final refugio en esa actividad -y al representarse en lo que podríamos llamar el segundo final-, ella emprende vuelo, despega, pretende despegar tanto de la tierra como  de su situación, observaremos los aviones, muchos de ellos, observaremos incluso el spitfire, insigne elemento de aviación, inclusive aviones estallando, en pleno combate, simbolizando las emociones del anciano Georges; es un elemento , una imagen, importante dentro de la cinta, casi tanto como las hierbas. El final es tema a parte, y es digno de la película, y se siente casi coherente con lo observado, con el desarrollo por momentos surreal, pues el final es un ligero delirio, pocas veces he visionado un final tan abierto, o incierto, incluso indefinido, como la vida misma, pues un anciano, a esas alturas de su existencia, encontrará muchas cosas que no tienen respuesta definida, que no tienen una solución o final simple. Es así que el “primer final” nos muestra a la singular pareja simplemente encontrándose y besándose, mientras tímidamente palpita la palabra fin y se escucha la clásica música de le 20th Century Fox. Pero el segundo final, quizás el más atractivo, tras presentarnos nuevamente, a modo de leitmotiv, el segmento epifánico del bolso siendo robado, nos muestra otra posibilidad, ciertamente más artística, ellos planean, vuelan juntos, su final unión nos es deslizada, su imposible y casi ridícula relación toma forma -de cierto modo, claro, pues en efecto sigue siendo todo indefinido, como el final-, ambos emprenden vuelo y nos simboliza de cierto modo su conexión, su unión, , a bordo del avión, no importa que los acompañe la amiga de ella, apreciando vastos campos, distintas e intensas tonalidades del verde, y sin rumbo o desenlace concreto ni definido. Y el plano último, que clausura el filme, la niña que le dice a su madre “¿cuando sea gato podré comer chocolatinas?”, adecuado colofón para el ejercicio del francés. Como toda buena película, tiene que contar con elementos actorales sólidos, y Dussollier, quien conoce ya al director como éste al actor, consigue siempre una actuación decente, está correcto en su interpretación, curtido ya e intenso cuando la situación lo requiere, la experiencia de un actor recorrido se nota, es un buen apoyo donde descansa tanto el director como la solidez de la cinta. Asimismo, Sabine Azéma, la mujer del cineasta, cumple también, si bien no la considero una actriz extraordinaria, pienso que su aporte es positivo, la esposa del cineasta cumple con buena nota, se percibe la conexión y entendimiento de actriz y director, de mujer y marido. Resnais solo dirigiría dos filmes más antes de abandonar este mundo, antes de fenecer, dejándonos una filmografía poderosa, completa, variada, la filmografía de un cineasta distinto y muy apreciable.


las malas hierbas

Título original: Les herbes folles.

Director: Alain Resnais.

Intérpretes: André Dussollier, Sabine Azéma, Emmanuelle Devos, Mathieu Amalric, Michel Vuillermoz, Anne Consigny.

Trailer:


B.S.O.:



Reseña escrita por Edgar Mauricio

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