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Mostrando entradas con la etiqueta John Gielgud. Mostrar todas las entradas
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Se trata de un drama histórico, basado en la obra teatral de Jean Anouilh, perfectamente ambientada y adaptada para la gran pantalla gracias al guión de Edward Anhalt y la dirección de Peter Glenville. Un relato histórico enmarcado en la Inglaterra del siglo XII, durante el reinado de Henry II de Plantagenet.

Dos amigos, Henry y Thomas mantienen una vida disipada, mundana y libertina. Enrique II de Inglaterra, tiene como principal consultor, amigo y confidente a Thomas Becket. Para intentar obtener beneficios económicos y doblegar a la Iglesia, con el gran poder que representaba en esa época, elabora una jugada política que termina volviéndose en su contra. Y es que las personas siempre son más complejas que unas simples figuras en un tablero de ajedrez.

Este relato histórico nos conduce por un periodo importante de confrontación Iglesia/Estado en Inglaterra que finalizará con la elaboración de la Constitución de Clarendon en 1164 por parte del rey, el cual mediante una reforma del sistema judicial reduce sustancialmente los privilegios de la Iglesia. Además de las diferentes intrigas políticas para conseguir o mantener el poder y los privilegios entre dos grandes Instituciones, este relato representa a través de sus dos personajes principales las contradicciones y la soterrada confrontación existente en un país de Sajones gobernado por Normandos. Una doble confrontación representada mediante dos grandes personajes históricos, mostrando e interpretando los motivos que llegaron a enfrentarlos tan ferozmente.

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Tanto la obra de Anouilh como este film, intentan profundizar en las contradicciones internas de los dos personajes enfrentados, representantes cada uno del poder de la Iglesia y del poder del reino. Durante el relato cinematográfico se destaca esa búsqueda interior de Becket, hombre culto e inteligente, de vida disipada y lujuriosa pero vacía, que no encuentra el sentido a la palabra honor y que sirve a su rey Normando, aun siendo un vasallo Sajón, "por propia comodidad y supervivencia". De tal forma que los diálogos, las actitudes y la maravillosa interpretación de Richard Burton, dejan un espacio para la reflexión sobre el cambio de vida radical de este hombre e intentan analizar las verdaderas razones de sus acciones posteriores.

La película está perfectamente ambientada, con una excelente dirección artística y gran vestuario. La puesta en escena es espectacular y la gran fotografía de Geoffrey Unsworth resulta imprescindible tanto para dar énfasis a los discursos de los personajes como para encuadrar sus movimientos fluidos a través de grandes espacios cerrados como Los castillos o la misma Catedral de Canterbury y grandiosos en espacios abiertos, como la escena de la playa donde ambos protagonistas van a caballo.

Mediante esta brillante adaptación de una gran obra teatral asistimos a todo un lujo de magníficos diálogos, la mayor parte de ellos sin desperdicio alguno de palabras ni de ideas.

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Todo el guión está repleto de fuerza, humor, ironía, inteligencia y profundas reflexiones. Mediante las acciones, conversaciones y pensamientos en voz alta de nuestros personajes se nos muestran las grandes pasiones que mueven al ser humano: la riqueza, el poder, la envidia, la violencia, y especialmente el vacío y la búsqueda por llenar una existencia en la persona de Thomas Becket, un acomodado sajón al servicio del rey que no conoce el significado de la palabra “ Honor” ni su valor hasta que se dedica a defender lo que él mismo denomina "el honor de Dios".

Sin embargo, esta gran adaptación de una obra teatral no alcanzaría la gran intensidad y profundidad que quiso darle su autor sino fuera por la colosal interpretación del dúo de protagonistas: Peter O’Toole y Richard Burton. Dos monstruos en pantalla, cada uno con un estilo diferente que nos hacen transportarnos de un modo nítido a la vida que pudieron llevar aquellos dos hombres, casi podemos sentir cómo pensaban y cómo se debatían sus grandes batallas internas, simplemente con sus gestos, sus miradas o sus silencios. El relato de ficción se toma unas cuantas licencias poéticas para ensalzar la trama, mantener el ritmo y conseguir que la dirección de Peter Glenville nos transforme un probable aburrido relato de historia en toda una montaña rusa de intensas emociones.

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Lo que en realidad nos cuenta la historia sobre la figura de Becket: Tomás Becket, nacido en Londres en 1117, después de estudiar sucesivamente en las universidades de Oxford, París y Bolonia, se liga a la familia de Teobaldo, arzobispo de Canterbury hasta llegar a desarrollar las funciones de arcediano y después preboste de Beverley. El rey Enrique II, llega a hacerlo su favorito y amigo, hasta el grado de darle el cargo de canciller de Inglaterra. Según su secretario, Fitz Stephen, su casa era un verdadero palacio, se veía brillar el oro sin escrúpulo. Era Becket de carácter refinado y agudo ingenio, compartiendo con el rey su afición por las mujeres. Para Enrique II -Plantagenet- fue su aliado más útil, especialmente para obtener impuestos y subordinar la Iglesia a la Corona, hasta el momento en que el rey, que pretende tener dentro de la Iglesia un fiel súbdito a la muerte del arzobispo Teobaldo, coloca a Becket en la posición privilegiada de arzobispo primado de Canterbury, el 6 de junio de 1162. La finalidad del Rey era aunar corona e Iglesia, pero Becket consiguió no solo modificar el astuto plan real, también una enemistad y un enfrentamiento contra su Rey y mentor que alcanzó extremas consecuencias. La vida de Becket cambió radicalmente. Donó todas sus riquezas a los pobres y olvidó su vida superficial para dedicarse a defender los derechos eclesiásticos. El rey recibió la inesperada oposición de Becket a su Constitución de Clarendon en 1164 como un enfrentamiento abierto entre la Iglesia y el poder real. Acusado falsamente Becket huye y se refugia en Francia. Consigue firmar una tregua con su antiguo amigo y vuelve a Inglaterra el 1º de diciembre de 1170.

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Desde el lugar de su desembarco hasta su llegada a Canterbury fue escoltado por un gran número de gente del pueblo armada de broqueles y lanzas. Mantuvo sus firmes convicciones de excomulgar a algunos lores Normandos, defendiendo a la Iglesia, encontrando en salvar el honor de Dios su meta y con el apoyo del pueblo Sajón que ya lo consideraba un héroe, terminó por ser asesinado por un grupo de nobles supuestamente leales al rey.

Las repercusiones políticas de aquel acontecimiento fueron incalculables; se le declaró mártir y se le atribuían milagros. Finalmente se decidió su canonización y se le declaró Santo Patrón de Inglaterra; le fue designado un lugar en el calendario: el 29 de diciembre -Santo Tomás Obispo- día en que recibió la muerte a manos de los barones. Fue entonces cuando Enrique II, sin poder ya luchar contra esa figura hecha símbolo, modificó las Constituciones de Clarendon -en 1776- y convino en que en ningún caso el clero debería ser juzgado por los tribunales temporales, excepto por los delitos de caza.

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Director: Peter Glenville.

Intérpretes: Richard Burton, Peter O'Toole, John Gielgud, Donald Wolfit, Martita Hunt, Pamela Brown, Siân Phillips.

Trailer:


Escena:


B.S.O.:


Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard

BECKET (1964). El drama histórico de Peter Glenville.

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Se trata de un drama histórico, basado en la obra teatral de Jean Anouilh, perfectamente ambientada y adaptada para la gran pantalla gracias al guión de Edward Anhalt y la dirección de Peter Glenville. Un relato histórico enmarcado en la Inglaterra del siglo XII, durante el reinado de Henry II de Plantagenet.

Dos amigos, Henry y Thomas mantienen una vida disipada, mundana y libertina. Enrique II de Inglaterra, tiene como principal consultor, amigo y confidente a Thomas Becket. Para intentar obtener beneficios económicos y doblegar a la Iglesia, con el gran poder que representaba en esa época, elabora una jugada política que termina volviéndose en su contra. Y es que las personas siempre son más complejas que unas simples figuras en un tablero de ajedrez.

Este relato histórico nos conduce por un periodo importante de confrontación Iglesia/Estado en Inglaterra que finalizará con la elaboración de la Constitución de Clarendon en 1164 por parte del rey, el cual mediante una reforma del sistema judicial reduce sustancialmente los privilegios de la Iglesia. Además de las diferentes intrigas políticas para conseguir o mantener el poder y los privilegios entre dos grandes Instituciones, este relato representa a través de sus dos personajes principales las contradicciones y la soterrada confrontación existente en un país de Sajones gobernado por Normandos. Una doble confrontación representada mediante dos grandes personajes históricos, mostrando e interpretando los motivos que llegaron a enfrentarlos tan ferozmente.

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Tanto la obra de Anouilh como este film, intentan profundizar en las contradicciones internas de los dos personajes enfrentados, representantes cada uno del poder de la Iglesia y del poder del reino. Durante el relato cinematográfico se destaca esa búsqueda interior de Becket, hombre culto e inteligente, de vida disipada y lujuriosa pero vacía, que no encuentra el sentido a la palabra honor y que sirve a su rey Normando, aun siendo un vasallo Sajón, "por propia comodidad y supervivencia". De tal forma que los diálogos, las actitudes y la maravillosa interpretación de Richard Burton, dejan un espacio para la reflexión sobre el cambio de vida radical de este hombre e intentan analizar las verdaderas razones de sus acciones posteriores.

La película está perfectamente ambientada, con una excelente dirección artística y gran vestuario. La puesta en escena es espectacular y la gran fotografía de Geoffrey Unsworth resulta imprescindible tanto para dar énfasis a los discursos de los personajes como para encuadrar sus movimientos fluidos a través de grandes espacios cerrados como Los castillos o la misma Catedral de Canterbury y grandiosos en espacios abiertos, como la escena de la playa donde ambos protagonistas van a caballo.

Mediante esta brillante adaptación de una gran obra teatral asistimos a todo un lujo de magníficos diálogos, la mayor parte de ellos sin desperdicio alguno de palabras ni de ideas.

becket

Todo el guión está repleto de fuerza, humor, ironía, inteligencia y profundas reflexiones. Mediante las acciones, conversaciones y pensamientos en voz alta de nuestros personajes se nos muestran las grandes pasiones que mueven al ser humano: la riqueza, el poder, la envidia, la violencia, y especialmente el vacío y la búsqueda por llenar una existencia en la persona de Thomas Becket, un acomodado sajón al servicio del rey que no conoce el significado de la palabra “ Honor” ni su valor hasta que se dedica a defender lo que él mismo denomina "el honor de Dios".

Sin embargo, esta gran adaptación de una obra teatral no alcanzaría la gran intensidad y profundidad que quiso darle su autor sino fuera por la colosal interpretación del dúo de protagonistas: Peter O’Toole y Richard Burton. Dos monstruos en pantalla, cada uno con un estilo diferente que nos hacen transportarnos de un modo nítido a la vida que pudieron llevar aquellos dos hombres, casi podemos sentir cómo pensaban y cómo se debatían sus grandes batallas internas, simplemente con sus gestos, sus miradas o sus silencios. El relato de ficción se toma unas cuantas licencias poéticas para ensalzar la trama, mantener el ritmo y conseguir que la dirección de Peter Glenville nos transforme un probable aburrido relato de historia en toda una montaña rusa de intensas emociones.

becket

Lo que en realidad nos cuenta la historia sobre la figura de Becket: Tomás Becket, nacido en Londres en 1117, después de estudiar sucesivamente en las universidades de Oxford, París y Bolonia, se liga a la familia de Teobaldo, arzobispo de Canterbury hasta llegar a desarrollar las funciones de arcediano y después preboste de Beverley. El rey Enrique II, llega a hacerlo su favorito y amigo, hasta el grado de darle el cargo de canciller de Inglaterra. Según su secretario, Fitz Stephen, su casa era un verdadero palacio, se veía brillar el oro sin escrúpulo. Era Becket de carácter refinado y agudo ingenio, compartiendo con el rey su afición por las mujeres. Para Enrique II -Plantagenet- fue su aliado más útil, especialmente para obtener impuestos y subordinar la Iglesia a la Corona, hasta el momento en que el rey, que pretende tener dentro de la Iglesia un fiel súbdito a la muerte del arzobispo Teobaldo, coloca a Becket en la posición privilegiada de arzobispo primado de Canterbury, el 6 de junio de 1162. La finalidad del Rey era aunar corona e Iglesia, pero Becket consiguió no solo modificar el astuto plan real, también una enemistad y un enfrentamiento contra su Rey y mentor que alcanzó extremas consecuencias. La vida de Becket cambió radicalmente. Donó todas sus riquezas a los pobres y olvidó su vida superficial para dedicarse a defender los derechos eclesiásticos. El rey recibió la inesperada oposición de Becket a su Constitución de Clarendon en 1164 como un enfrentamiento abierto entre la Iglesia y el poder real. Acusado falsamente Becket huye y se refugia en Francia. Consigue firmar una tregua con su antiguo amigo y vuelve a Inglaterra el 1º de diciembre de 1170.

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Desde el lugar de su desembarco hasta su llegada a Canterbury fue escoltado por un gran número de gente del pueblo armada de broqueles y lanzas. Mantuvo sus firmes convicciones de excomulgar a algunos lores Normandos, defendiendo a la Iglesia, encontrando en salvar el honor de Dios su meta y con el apoyo del pueblo Sajón que ya lo consideraba un héroe, terminó por ser asesinado por un grupo de nobles supuestamente leales al rey.

Las repercusiones políticas de aquel acontecimiento fueron incalculables; se le declaró mártir y se le atribuían milagros. Finalmente se decidió su canonización y se le declaró Santo Patrón de Inglaterra; le fue designado un lugar en el calendario: el 29 de diciembre -Santo Tomás Obispo- día en que recibió la muerte a manos de los barones. Fue entonces cuando Enrique II, sin poder ya luchar contra esa figura hecha símbolo, modificó las Constituciones de Clarendon -en 1776- y convino en que en ningún caso el clero debería ser juzgado por los tribunales temporales, excepto por los delitos de caza.

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Director: Peter Glenville.

Intérpretes: Richard Burton, Peter O'Toole, John Gielgud, Donald Wolfit, Martita Hunt, Pamela Brown, Siân Phillips.

Trailer:


Escena:


B.S.O.:


Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard

providence
El notable y apreciable Alain Resnais, uno de los más brillantes de su generación, los franceses de la nueva ola, la nouvelle vague, configura en el presente trabajo una obra acorde a muchas de las aristas que regirían su andadura cinematográfica. Y sin embargo, a su vez tiene muchos matices que la vuelve atípica, singular y distinta dentro de su filmografía, tanto así que ha generado no pocos análisis, conjeturas y esfuerzos por parte de la crítica y analistas de cine para haber sobre ella, donde hasta la oscuridad de H. P. Lovecraft se nomina. En esta comedia bizarra, encontraremos a un acabado artista, un escritor enfermo y con problemas digestivos, que una noche, atormentado por sus padecimientos, se pone a pensar en una historia para su próximo libro, unos personajes, representando a su propia familia, todos interviniendo en extrañas circunstancias; los personajes se encontrarán finalmente en una reunión de cumpleaños, todo en un contexto surreal, donde esos personajes, primero aparentes marionetas, parecen no distar mucho de la realidad. Singular cinta del apreciable Resnais, su primera cinta rodada en inglés, por la que se rodeó de intérpretes angloparlantes, y todos de alta calidad por cierto. Tenemos, entre los personajes del escritor, al buen Dirk Bogarde, a Ellen Burstyn, a John Gielgud, entre otros, en un trabajo que no fue apreciado en su momento, pero que es ciertamente un filme distinto, repleto de simbolismos, alegorías, surrealismos. Un filme digno de Resnais.

providence

La acción nos localiza en un bosque no del todo determinado, un hombre mayor, Clive Langham (John Gielguid), está en una mansión mientras se realiza una ardua búsqueda a un extraño sujeto; todo es imaginado y narrado por él, un escritor. Tras esto, un individuo es juzgado, Kevin Woodford (David Warner), el fiscal Claude Langham (Dirk Bogarde) le acusa de haber asesinado al personaje inicialmente buscado. El acusado asevera que se trataba de un hombre lobo, y que le pidió lo elimine. La esposa de Claude, Sonia (Ellen Burstyn), está en el jurado, ella está de lado de Woodford, y es que tienen una relación, un adulterio. El avejentado escritor Clive sufre de males rectales, piensa en los personajes a quienes él crea, otro hombre lobo aparece, Claude por su parte también es adúltero, el viejo escritor lo produce todo en su mente, y lo narra, los tres personajes inclusive conviven en la misma casa. La amante de Claude también entra en la extraña convivencia, mientras unos bombardeos tienen lugar. Posteriormente, en un bosque, Woodford tiene una metamorfosis a lobo, tras lo cual Claude lo elimina. Los personajes de Clive luego se reúnen en su casa con motivo de su cumpleaños, donde el hermano de Claude, Kevin (Warner también) se apersona. Tras una comida campestre de los involucrados, y tras conversar la familia completa, todos ellos se retiran, quedándose Clive solitario en su gran mansión.

providence

Buen trabajo del alumno brillante de la nueva ola, el mejor formalmente hablando, el chico estudioso de la nouvelle vague, pero el chico estudioso en el plano artístico, en el plano del dominio formal fuertemente combinado con el dominio artístico, tiene un estilo bien definido, y es más que agradable corroborarlo en este trabajo. Es de esta forma que observaremos al cineasta trabajando como un cirujano, habiendo segmentos, secuencias en que vemos una composición de sus planos precisa, de una precisión casi quirúrgica, sus encuadres, perfectamente simétricos, esa perfección técnica, su muy cuidada presentación formal es algo cien por ciento congruente con la avasalladora presentación visual de una de sus obras cumbre, "El año pasado en Marienbad (1961)". Estrictamente hablando de ese dominio técnico, la cinta es una continuación, un tibio eco de su exquisito dominio realizador en esa cinta, de su gusto por la simetría, los ángulos y encuadres armoniosos, una belleza audiovisual que había sido dejada de lado en trabajos previos como su obra inmediatamente anterior, "Stavisky… (1974)", más lineal en todos los sentidos de su concepción; con "Providence", se vuelve, si bien por pocos instantes, a ese preciosismo estético, se vuelve a su máximo cine arte. Realmente se siente bien, genera una agradable sensación el visionado del trabajo de ciertos pasajes del filme de Resnais, se siente placer al ver cómo fluye tranquila y armoniosamente su cámara, la naturalidad con que se desliza, sus cuidados encuadres, se percibe en efecto un trabajo consecuente, se siente en esos pasajes que vemos un trabajo del mismo realizador, que vemos una cinta del realizador de El año pasado en Marienbad. Toda la potencia y perfección de su presentación, la limpieza de sus imágenes, toda su fuerza compositiva se percibe claramente en la formal presentación de esas preciosas aunque a cuentagotas secuencias, es pues un estilo ya bastante bien definido, sus coordenadas artísticas, sus nortes, están ya modelados, el artista ha madurado. Godard tiene su reputación como patriarca de la nueva ola, de los trémulos manejos a cámara en mano entre otras innovaciones; Chabrol nos da cátedra de cómo manejar a sus personajes, de su exhaustivo análisis, el desmenuzamiento de sus psiquis; Truffaut le da a todo aquello ya un toque de mayor sensibilidad, una dulce sensibilidad de mayor implicancia de su vida con el arte que crea. En Resnais, todo lo antes citado -sin que sea necesariamente su obra un compendio de todas aquellas bondades y virtudes- lo encontramos presente pero adornado con un bello velo estético, pues es el autor destinado a generar mayor placer estético, a ese específico plano, lo siento muy distante de sus colegas contemporáneos.

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En el comienzo de la cinta, tras mostrarse unos serios y sobrios créditos, entramos a la imagen en la que aparentemente todo se supedita, el bosque, ese bosque indefinido, no especificado, a través de un viaje, travellings por esa vegetación, ayudados por una música que alimenta la intriga. Nos va sumergiendo en un mundo de halo surreal, sabemos de cierta forma dónde estamos, el cineasta deja por momentos hablar a la naturaleza, hace que su cine hable sin palabras, algo que siempre es un acierto para un narrador audiovisual. Como se ha dicho, es una sobria introducción al mundo del filme, una correcta introducción, con una agradable estética que no es sorpresa para el conocedor y el estilo realizador del francés. Todo el bizarro universo es obra y gracia del autor, del artista, el padre creador, quien narra todo lo sucedido, se mete en la cabeza de los protagonistas, pareciendo por momentos hasta sus conciencias, nos transmite sus internos pensamientos a través del recurso de la voz en off. Este estrafalario dueño de todo, que hace y deshace, incluso conversa con una entidad no definida, probablemente el espectador mismo, pues habla y mira directamente a la cámara el autor, concretándose una figura que podría jugar con la idea de ser un reflejo, un matiz, una reflexión del artista como ser, por parte del francés cineasta. Y mientras narra, mientras casi interactúa con sus creaciones, por cierto basados en su propia familia, hijo, nuera en la vida real -otro guiño al creador, pues es regla, nunca un artista insufla tanta vida y fuerza a su creación como cuando esa creación se basa en la vida misma, en su realidad-, nuestro muy singular guía ensucia los calzoncillos, pisa sus gafas, padece y grita, se levanta a mitad de la noche para administrar supositorios, patética su situación siempre en la penumbra de su residencia, sufriendo en el retrete, siempre con un intenso rojo involucrado en su indumentaria, tratando de menguar sus dolores con los placeres del vino, a veces del whisky, una lectura  bastante peculiar la que nos proyecta el cineasta sobre el mundo del artista, del creador. Y se nos presenta esto desde el inicio en forma de interesante alegoría, una autopsia, pues entre las imágenes fuertes que nos entrega la cinta, vemos un cadáver siendo literalmente abierto, el cineasta quizás nos quiera deslizar que va a ser una disección del proceder artístico, del proceder creador; como un cirujano que se prepara a manipular a su discreción el organismo humano, el artista, él mismo, en el álter ego de Clive, hace y deshace a los seres humanos, a las creaciones suyas, se configura una suerte de oda al artista, al ser que crea, claro que todo teñido de con un muy personal sello.

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Con todo lo escrito, la película se consolida como una comedia, una tibia comedia, animada con detalles tan humorísticos como surreales -el futbolista que aparece trotando en un momento cada vez más inoportuno que el anterior-, una comedia en la que se incrustan figuras simbólicas, en la que se comienzan a fundar formas de hacer cine. Y es que no pocos son los que quieren reconocer en la narración de la cinta -hasta cierto punto dual, fundiéndose dos corrientes de narración sin clara distinción- el nacimiento de David Lynch y su presentación en obras como "Mullholland Drive (2001)", sin discernir claramente sueño de realidad, onirismo de mundo real, otorgando esa densidad a ambos trabajos común; o el delirante surrealismo de Buñuel, alimentado esto último, sin mencionar el halo onírico que flota durante toda la cinta, por el desdoblamiento de un personaje en dos caras de una misma moneda, enriqueciendo aún más la ya variopinta colección de personajes que salen de la cabeza del escritor. Lo que apreciamos antes con dos actrices distintas para un mismo personaje en la final película buñuelesca "Ese oscuro objeto del deseo (1977)" -curiosamente estrenada el mismo año- lo veremos en versión de Resnais con un mismo actor, David Warner, para dos personajes, no por casualidad compartiendo ambos el nombre, Kevin: uno es el amante, el militar que apoya su particular concepción de eutanasia, que se vuelve hombre lobo; el otro es el hijo bastardo de Clive, y hermano del racional fiscal; dos recursos distintos para semejante tratamiento de personajes por parte de dos notables cineastas. Inclusive, como se dijo, el maestro de la literatura oscura, H.P. Lovecraft, se vocea como influyente en la obra, al ser nacido en Providence, título del filme, además de las figuras alegóricas del filme, ese personaje de hombre lobo no del todo delineado -como si algo en este mundo surreal, ciertamente lo esté-. La música, obra del legendario austro-húngaro Miklós Rózsa, colabora con ese ambiente muchas veces irreal, de ensueño, donde la línea entre realidad y fantasía creadora casi desaparece, acompañado de planos de flores y vegetación, de cantos de aves, configurándose un apetecible lenguaje audiovisual. En el apartado actoral, una hermosa y aún joven Ellen Burstyn demuestra lo eficiente que siempre ha sido; John Gielgud está correcto como el sufrido y rectalmente atormentado escritor avejentado; Dirk Bogarde tiene más disposición a roles introvertidos, meditabundos, estilo "Muerte en Venecia (1971)", por lo que se siente un poco la rueda floja del engranaje actoral; David Warner completa la terna de protagonistas principales, y es seria, sin descollar, su doble interpretación, serios sus dos roles. Distinta, atrevida la narración de la película de Resnais, plena de variación de ritmos, sensiblemente diferentes, impredecible por momentos el sendero a seguir, irreverente su estructura narrativa, un trabajo atractivo, que se apoya asimismo en sólidos aportes actorales. Notable, apreciable y digno de atención trabajo de un gran director de cine francés.

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Director: Alain Resnais

Intérpretes: John Gielgud, Dirk Bogarde, Ellen Burstyn, David Warner, Elaine Stritch, Denis Lawson, Samson Fainsilber.

B.S.O.:


Reseña escrita por Edgar Mauricio

PROVIDENCE (1977). Un clásico de Alain Resnais.

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El notable y apreciable Alain Resnais, uno de los más brillantes de su generación, los franceses de la nueva ola, la nouvelle vague, configura en el presente trabajo una obra acorde a muchas de las aristas que regirían su andadura cinematográfica. Y sin embargo, a su vez tiene muchos matices que la vuelve atípica, singular y distinta dentro de su filmografía, tanto así que ha generado no pocos análisis, conjeturas y esfuerzos por parte de la crítica y analistas de cine para haber sobre ella, donde hasta la oscuridad de H. P. Lovecraft se nomina. En esta comedia bizarra, encontraremos a un acabado artista, un escritor enfermo y con problemas digestivos, que una noche, atormentado por sus padecimientos, se pone a pensar en una historia para su próximo libro, unos personajes, representando a su propia familia, todos interviniendo en extrañas circunstancias; los personajes se encontrarán finalmente en una reunión de cumpleaños, todo en un contexto surreal, donde esos personajes, primero aparentes marionetas, parecen no distar mucho de la realidad. Singular cinta del apreciable Resnais, su primera cinta rodada en inglés, por la que se rodeó de intérpretes angloparlantes, y todos de alta calidad por cierto. Tenemos, entre los personajes del escritor, al buen Dirk Bogarde, a Ellen Burstyn, a John Gielgud, entre otros, en un trabajo que no fue apreciado en su momento, pero que es ciertamente un filme distinto, repleto de simbolismos, alegorías, surrealismos. Un filme digno de Resnais.

providence

La acción nos localiza en un bosque no del todo determinado, un hombre mayor, Clive Langham (John Gielguid), está en una mansión mientras se realiza una ardua búsqueda a un extraño sujeto; todo es imaginado y narrado por él, un escritor. Tras esto, un individuo es juzgado, Kevin Woodford (David Warner), el fiscal Claude Langham (Dirk Bogarde) le acusa de haber asesinado al personaje inicialmente buscado. El acusado asevera que se trataba de un hombre lobo, y que le pidió lo elimine. La esposa de Claude, Sonia (Ellen Burstyn), está en el jurado, ella está de lado de Woodford, y es que tienen una relación, un adulterio. El avejentado escritor Clive sufre de males rectales, piensa en los personajes a quienes él crea, otro hombre lobo aparece, Claude por su parte también es adúltero, el viejo escritor lo produce todo en su mente, y lo narra, los tres personajes inclusive conviven en la misma casa. La amante de Claude también entra en la extraña convivencia, mientras unos bombardeos tienen lugar. Posteriormente, en un bosque, Woodford tiene una metamorfosis a lobo, tras lo cual Claude lo elimina. Los personajes de Clive luego se reúnen en su casa con motivo de su cumpleaños, donde el hermano de Claude, Kevin (Warner también) se apersona. Tras una comida campestre de los involucrados, y tras conversar la familia completa, todos ellos se retiran, quedándose Clive solitario en su gran mansión.

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Buen trabajo del alumno brillante de la nueva ola, el mejor formalmente hablando, el chico estudioso de la nouvelle vague, pero el chico estudioso en el plano artístico, en el plano del dominio formal fuertemente combinado con el dominio artístico, tiene un estilo bien definido, y es más que agradable corroborarlo en este trabajo. Es de esta forma que observaremos al cineasta trabajando como un cirujano, habiendo segmentos, secuencias en que vemos una composición de sus planos precisa, de una precisión casi quirúrgica, sus encuadres, perfectamente simétricos, esa perfección técnica, su muy cuidada presentación formal es algo cien por ciento congruente con la avasalladora presentación visual de una de sus obras cumbre, "El año pasado en Marienbad (1961)". Estrictamente hablando de ese dominio técnico, la cinta es una continuación, un tibio eco de su exquisito dominio realizador en esa cinta, de su gusto por la simetría, los ángulos y encuadres armoniosos, una belleza audiovisual que había sido dejada de lado en trabajos previos como su obra inmediatamente anterior, "Stavisky… (1974)", más lineal en todos los sentidos de su concepción; con "Providence", se vuelve, si bien por pocos instantes, a ese preciosismo estético, se vuelve a su máximo cine arte. Realmente se siente bien, genera una agradable sensación el visionado del trabajo de ciertos pasajes del filme de Resnais, se siente placer al ver cómo fluye tranquila y armoniosamente su cámara, la naturalidad con que se desliza, sus cuidados encuadres, se percibe en efecto un trabajo consecuente, se siente en esos pasajes que vemos un trabajo del mismo realizador, que vemos una cinta del realizador de El año pasado en Marienbad. Toda la potencia y perfección de su presentación, la limpieza de sus imágenes, toda su fuerza compositiva se percibe claramente en la formal presentación de esas preciosas aunque a cuentagotas secuencias, es pues un estilo ya bastante bien definido, sus coordenadas artísticas, sus nortes, están ya modelados, el artista ha madurado. Godard tiene su reputación como patriarca de la nueva ola, de los trémulos manejos a cámara en mano entre otras innovaciones; Chabrol nos da cátedra de cómo manejar a sus personajes, de su exhaustivo análisis, el desmenuzamiento de sus psiquis; Truffaut le da a todo aquello ya un toque de mayor sensibilidad, una dulce sensibilidad de mayor implicancia de su vida con el arte que crea. En Resnais, todo lo antes citado -sin que sea necesariamente su obra un compendio de todas aquellas bondades y virtudes- lo encontramos presente pero adornado con un bello velo estético, pues es el autor destinado a generar mayor placer estético, a ese específico plano, lo siento muy distante de sus colegas contemporáneos.

providence

En el comienzo de la cinta, tras mostrarse unos serios y sobrios créditos, entramos a la imagen en la que aparentemente todo se supedita, el bosque, ese bosque indefinido, no especificado, a través de un viaje, travellings por esa vegetación, ayudados por una música que alimenta la intriga. Nos va sumergiendo en un mundo de halo surreal, sabemos de cierta forma dónde estamos, el cineasta deja por momentos hablar a la naturaleza, hace que su cine hable sin palabras, algo que siempre es un acierto para un narrador audiovisual. Como se ha dicho, es una sobria introducción al mundo del filme, una correcta introducción, con una agradable estética que no es sorpresa para el conocedor y el estilo realizador del francés. Todo el bizarro universo es obra y gracia del autor, del artista, el padre creador, quien narra todo lo sucedido, se mete en la cabeza de los protagonistas, pareciendo por momentos hasta sus conciencias, nos transmite sus internos pensamientos a través del recurso de la voz en off. Este estrafalario dueño de todo, que hace y deshace, incluso conversa con una entidad no definida, probablemente el espectador mismo, pues habla y mira directamente a la cámara el autor, concretándose una figura que podría jugar con la idea de ser un reflejo, un matiz, una reflexión del artista como ser, por parte del francés cineasta. Y mientras narra, mientras casi interactúa con sus creaciones, por cierto basados en su propia familia, hijo, nuera en la vida real -otro guiño al creador, pues es regla, nunca un artista insufla tanta vida y fuerza a su creación como cuando esa creación se basa en la vida misma, en su realidad-, nuestro muy singular guía ensucia los calzoncillos, pisa sus gafas, padece y grita, se levanta a mitad de la noche para administrar supositorios, patética su situación siempre en la penumbra de su residencia, sufriendo en el retrete, siempre con un intenso rojo involucrado en su indumentaria, tratando de menguar sus dolores con los placeres del vino, a veces del whisky, una lectura  bastante peculiar la que nos proyecta el cineasta sobre el mundo del artista, del creador. Y se nos presenta esto desde el inicio en forma de interesante alegoría, una autopsia, pues entre las imágenes fuertes que nos entrega la cinta, vemos un cadáver siendo literalmente abierto, el cineasta quizás nos quiera deslizar que va a ser una disección del proceder artístico, del proceder creador; como un cirujano que se prepara a manipular a su discreción el organismo humano, el artista, él mismo, en el álter ego de Clive, hace y deshace a los seres humanos, a las creaciones suyas, se configura una suerte de oda al artista, al ser que crea, claro que todo teñido de con un muy personal sello.

providence

Con todo lo escrito, la película se consolida como una comedia, una tibia comedia, animada con detalles tan humorísticos como surreales -el futbolista que aparece trotando en un momento cada vez más inoportuno que el anterior-, una comedia en la que se incrustan figuras simbólicas, en la que se comienzan a fundar formas de hacer cine. Y es que no pocos son los que quieren reconocer en la narración de la cinta -hasta cierto punto dual, fundiéndose dos corrientes de narración sin clara distinción- el nacimiento de David Lynch y su presentación en obras como "Mullholland Drive (2001)", sin discernir claramente sueño de realidad, onirismo de mundo real, otorgando esa densidad a ambos trabajos común; o el delirante surrealismo de Buñuel, alimentado esto último, sin mencionar el halo onírico que flota durante toda la cinta, por el desdoblamiento de un personaje en dos caras de una misma moneda, enriqueciendo aún más la ya variopinta colección de personajes que salen de la cabeza del escritor. Lo que apreciamos antes con dos actrices distintas para un mismo personaje en la final película buñuelesca "Ese oscuro objeto del deseo (1977)" -curiosamente estrenada el mismo año- lo veremos en versión de Resnais con un mismo actor, David Warner, para dos personajes, no por casualidad compartiendo ambos el nombre, Kevin: uno es el amante, el militar que apoya su particular concepción de eutanasia, que se vuelve hombre lobo; el otro es el hijo bastardo de Clive, y hermano del racional fiscal; dos recursos distintos para semejante tratamiento de personajes por parte de dos notables cineastas. Inclusive, como se dijo, el maestro de la literatura oscura, H.P. Lovecraft, se vocea como influyente en la obra, al ser nacido en Providence, título del filme, además de las figuras alegóricas del filme, ese personaje de hombre lobo no del todo delineado -como si algo en este mundo surreal, ciertamente lo esté-. La música, obra del legendario austro-húngaro Miklós Rózsa, colabora con ese ambiente muchas veces irreal, de ensueño, donde la línea entre realidad y fantasía creadora casi desaparece, acompañado de planos de flores y vegetación, de cantos de aves, configurándose un apetecible lenguaje audiovisual. En el apartado actoral, una hermosa y aún joven Ellen Burstyn demuestra lo eficiente que siempre ha sido; John Gielgud está correcto como el sufrido y rectalmente atormentado escritor avejentado; Dirk Bogarde tiene más disposición a roles introvertidos, meditabundos, estilo "Muerte en Venecia (1971)", por lo que se siente un poco la rueda floja del engranaje actoral; David Warner completa la terna de protagonistas principales, y es seria, sin descollar, su doble interpretación, serios sus dos roles. Distinta, atrevida la narración de la película de Resnais, plena de variación de ritmos, sensiblemente diferentes, impredecible por momentos el sendero a seguir, irreverente su estructura narrativa, un trabajo atractivo, que se apoya asimismo en sólidos aportes actorales. Notable, apreciable y digno de atención trabajo de un gran director de cine francés.

providence

Director: Alain Resnais

Intérpretes: John Gielgud, Dirk Bogarde, Ellen Burstyn, David Warner, Elaine Stritch, Denis Lawson, Samson Fainsilber.

B.S.O.:


Reseña escrita por Edgar Mauricio

el hombre elefante
Resultó cuanto menos sorprendente (es posible que su esposa Anne Bancroft que actúa en "The Elephant Man" tuviera algo que ver) que el reconocido comediante Mel Brooks, fuera quien produjera esta bella y aleccionadora obra de David Lynch después de que este dirigiera la inclasificable "Cabeza Borradora (1977)". El rechazo ante lo "estéticamente extraño, feo y considerado como horrible" son bajo mi punto de vista sensaciones arraigadas al ser humano, que pueden llevar a desastrosos equívocos. Por poner algunos ejemplos, tanto el jorobado de Notre Damme de Víctor Hugo como el Fantasma de la Ópera de Gaston Leroux, guardaban bajo su deforme aspecto, y en ocasiones violenta actitud, almas cándidas capaces de encontrar gusto y reciprocidad ante virtudes humanas. Pero el conocido como Hombre Elefante "John Merrick", a diferencia de los personajes de Hugo y Leroux existió. A finales del Siglo XIX un hombre afectado por una grave enfermedad, que provocó en él una deformidad que plagaba todo su físico de excrecencias y tumoraciones tales que instigaban al rechazo de absolutamente casi todo el mundo de su época, fue mostrado durante años como atracción de circo, hasta que el doctor Frederick Treves (Anthony Hopkins) halló a este "apestado social" para hacerse cargo de él como objeto de estudio. Treves es testigo de la vulneración de la humanidad de John Merrick (John Hurt), que es expuesto a modo de "freak" como espectáculo circense además de ser sometido a malos tratos, burlas y esclavismo.

el hombre elefante

Los consumidores de la deforme visión de Merrick ignoran en su mayoría, la infinidad de virtudes de sencillez, ternura, y la capacidad de aprender educación que muchos humanos querrían para sí. Treves acentuará, cuidará y educará en sensibilidad y modales al llamado hombre elefante, hasta ahondar en un alma atormentada, apartada y maltratada, simplemente por su destacada apariencia física. La historia del antiestético humano, se llevó al cine con distinguida maestría por David Lynch e interpretada por un John Hurt que tuvo que soportar un pesado maquillaje protésico que cubría todo su cuerpo, provocándole más de un quebradero de cabeza convirtiéndose detrás de su esfuerzo actoral que le llevó a la nominación al Oscar, en una perfecta imitación de la fisonomía de Merrick. El espectador poco a poco descubrirá bajo la distinguida dirección de Lynch en "El Hombre Elefante", el duro mundo de las ferias ambulantes que ya nos había desvelado anteriormente Tod Browning con "Freaks, laparada de los monstruos (1932)", pero en esta ocasión en la desigual e industrial época Victoriana. El maltrato de sus semejantes, la incomunicación y el sometimiento animal al que se ve forzado en el circo, todo envuelto en un neutro blanco y negro hacen de "El Hombre Elefante" una película triste y demoledora, pero a la vez también, un esperanzador mensaje que hace que el hombre como ser humano, sea capaz de mirar más allá de las ideas preconcebidas, y las hirientes etiquetas hacia lo que no comprendemos y tachamos injustamente, para profundizar en la sensibilidad y espiritualidad por encima de lo que vemos y juzgamos con nuestros ojos.


el hombre elefante

John Merrick era único en su malformación, pero también en cuanto a timidez y callada personalidad. Internado en un hospital tras el sufrimiento como burla en ferias ambulantes, la ternura desembocará en un sentimiento de solidaridad tutorial del doctor Treves hacia John, a través de unas ganas de comunicarse para ganarse la confianza y el cariño de un Merrick que se adaptará a un mundo que no está preparado para su "atípico aspecto". Un mundo que aborrece todo "lo distinto", que es incapaz de mostrar interés por lo que desconoce, y que seguirá con su hipócrita y superficial actitud ante un ser humano maravilloso, que en cuanto ganó popularidad tuvo el respeto de todos (destacando el que le toma el personaje de Bancroft). Un hombre que maravilló por su afable personalidad haciendo que fuera conocido por su aspecto, pero más conocido aún por su admirable bondad y sus protocolarias formas una vez educado por su sensible mentor, un mentor capaz de ver mas allá de su deformidad para encontrar a un hombre estupendo, al hombre elefante, el sr. John Merrick, una historia real. Como curiosidad, a modo de mayor afloramiento sensitivo, la música de Samuel Barber "Adagio for Strings" sirvió tanto para "El Hombre Elefante" como para los desastres de la guerra de Vietnam en "Platoon (1986)".

el hombre elefante


Título original:  The Elephant Man.

Director: David Lynch.

Intérpretes: Anthony Hopkins, John Hurt, Anne Bancroft, John Gielgud, Wendy Hiller, Freddie Jones, Dexter Fletcher.

Trailer:


B.S.O.:



Reseña escrita por Cristóbal Jiménez

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EL HOMBRE ELEFANTE (1980). La triste historia de John Merrick.

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Los consumidores de la deforme visión de Merrick ignoran en su mayoría, la infinidad de virtudes de sencillez, ternura, y la capacidad de aprender educación que muchos humanos querrían para sí. Treves acentuará, cuidará y educará en sensibilidad y modales al llamado hombre elefante, hasta ahondar en un alma atormentada, apartada y maltratada, simplemente por su destacada apariencia física. La historia del antiestético humano, se llevó al cine con distinguida maestría por David Lynch e interpretada por un John Hurt que tuvo que soportar un pesado maquillaje protésico que cubría todo su cuerpo, provocándole más de un quebradero de cabeza convirtiéndose detrás de su esfuerzo actoral que le llevó a la nominación al Oscar, en una perfecta imitación de la fisonomía de Merrick. El espectador poco a poco descubrirá bajo la distinguida dirección de Lynch en "El Hombre Elefante", el duro mundo de las ferias ambulantes que ya nos había desvelado anteriormente Tod Browning con "Freaks, laparada de los monstruos (1932)", pero en esta ocasión en la desigual e industrial época Victoriana. El maltrato de sus semejantes, la incomunicación y el sometimiento animal al que se ve forzado en el circo, todo envuelto en un neutro blanco y negro hacen de "El Hombre Elefante" una película triste y demoledora, pero a la vez también, un esperanzador mensaje que hace que el hombre como ser humano, sea capaz de mirar más allá de las ideas preconcebidas, y las hirientes etiquetas hacia lo que no comprendemos y tachamos injustamente, para profundizar en la sensibilidad y espiritualidad por encima de lo que vemos y juzgamos con nuestros ojos.


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John Merrick era único en su malformación, pero también en cuanto a timidez y callada personalidad. Internado en un hospital tras el sufrimiento como burla en ferias ambulantes, la ternura desembocará en un sentimiento de solidaridad tutorial del doctor Treves hacia John, a través de unas ganas de comunicarse para ganarse la confianza y el cariño de un Merrick que se adaptará a un mundo que no está preparado para su "atípico aspecto". Un mundo que aborrece todo "lo distinto", que es incapaz de mostrar interés por lo que desconoce, y que seguirá con su hipócrita y superficial actitud ante un ser humano maravilloso, que en cuanto ganó popularidad tuvo el respeto de todos (destacando el que le toma el personaje de Bancroft). Un hombre que maravilló por su afable personalidad haciendo que fuera conocido por su aspecto, pero más conocido aún por su admirable bondad y sus protocolarias formas una vez educado por su sensible mentor, un mentor capaz de ver mas allá de su deformidad para encontrar a un hombre estupendo, al hombre elefante, el sr. John Merrick, una historia real. Como curiosidad, a modo de mayor afloramiento sensitivo, la música de Samuel Barber "Adagio for Strings" sirvió tanto para "El Hombre Elefante" como para los desastres de la guerra de Vietnam en "Platoon (1986)".

el hombre elefante


Título original:  The Elephant Man.

Director: David Lynch.

Intérpretes: Anthony Hopkins, John Hurt, Anne Bancroft, John Gielgud, Wendy Hiller, Freddie Jones, Dexter Fletcher.

Trailer:


B.S.O.:



Reseña escrita por Cristóbal Jiménez

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julio césar
Película ambientada en un momento crucial de la historia de Roma. Durante el ascenso de Julio César, entre los años  49 y 46 A.C., cuando comenzó a gestar sus aspiraciones para transformar la República en un régimen totalitario, convirtiéndose así en un Soberano cuyos poderes doblegaran incluso hasta el Senado. Julio César, conocido personaje histórico, pertenecía a la clase de los nobles o patricios. Con una notable formación y perteneciente a una buena familia, vivió desde muy joven el poder de las batallas políticas.  Se vio obligado a abandonar Roma antes de los 20 años, dominada entonces por Sila, ya que estaba en contra de los "optimates". Durante toda su carrera militar se le consideró un gran estratega y batallador que obtuvo para su Imperio numerosas victorias en las Galias. Formó triunvirato con Craso y Pompeyo, siendo éste el último escollo derrotado para que Julio César se alzara con el poder absoluto. Durante su vida acumuló tantas victorias como enemistades de otras familias Patricias. A partir del drama homónimo de William Shakespeare, Joseph Leo Mankiewicz escribió y dirigió este gran clásico de la literatura siendo bastante fiel al texto original, para narrar los acontecimientos que desencadenaron el asesinato de Julio César y los sucesos posteriores que culminaron en la derrota de los conjurados a manos de los populares romanos, capitaneados por Marco Antonio. En la cinta podemos advertir un relato dividido en dos partes. 

julio césar

Una primera parte donde se muestran los motivos que conducen a elaborar una conspiración, inicialmente ideada por Casio (John Gielgud), el más inteligente, pensador y férreo defensor de la república y Bruto (James Mason), el hijo adoptivo de Julio César que comienza a debatirse en dudas y contradicciones frente al temor de que su mentor, hombre amado y respetado por él, se pervierta por la ambición y el poder desmedidos. Las actuaciones de ambos actores resultan impecables en la declamación de su texto al estilo de Shakespeare. En la segunda parte de la película, cuando César ya ha sido asesinado, Marco Antonio (Marlon Brando), toma el relevo actoral con una de las más grandes interpretaciones que se recuerdan marcando un hito al recitar a Shakespeare de una manera bien diferente a sus compañeros de escena. Se dice que Brando hablaba desde sus entrañas, con profundidad y emoción, sin dejarse limitar por las formas y que su interpretación fluía con una naturalidad nunca vista antes en ningún tipo de actuación. Crucial en la película resulta su discurso frente a la multitud que Bruto ya ha convencido con palabras como:

"Libertad contra la ambición, la tiranía. Amaba a César, pero mucho más amo a Roma".

Tras este discurso, Marco Antonio que no ha participado en el asesinato queda en una situación de vulnerabilidad, más aún, cuando no era considerado ni siquiera hombre culto  que pudiera poner en peligro la "Conspiración de los intelectuales". Sin embargo, la sorpresa es mayúscula cuando descubrimos el gran poder de convicción que Brando ejerce sobre las masas en un discurso para la Historia del cine, donde la cámara lo mantiene siempre en un contrapicado y él mismo se expresa con naturalidad, sin alzar los brazos, sin aspavientos y con una profunda emoción, del todo creíble para las multitudes. Unos magistrales primeros planos nos muestran el brillo de la ambición en su mirada: El mejor manipulador de todo el relato ha jugado sus cartas y ha ganado.

julio césar


"Vengo aquí a inhumar a César pero no a glorificarle. El mal que hacen los hombres le sobrevive, el bien queda frecuentemente sepultado con sus huesos".

"Con la venia de Bruto y los demás, puesto que Bruto es un hombre honrado, como honrados son todos los demás, vengo a hablaros en el funeral de César".

 "El honorable Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta grave y gravemente ha pagado su ambición".

 Y viendo una vez más Julio Cesar nos preguntamos: ¿realmente hace falta algo más?

La película, al igual que el texto literario original, utiliza un hecho histórico para ofrecernos una reflexión ya no sólo sobre la política, también sobre el poder y la ambición. Es un excelente retrato de la complejidad y la contradicción de la condición humana. Un certero análisis de las pasiones humanas, muy del estilo shakespeariano, que giran en torno al problema  del resentimiento, el deseo de venganza y el cumplimiento del deber por encima de los sentimientos personales del hombre de estado. Joseph L. Mankiewicz, consiguió su primer éxito con "Carta a tres esposas (1949)" por la que en 1950 ganó los Oscar a la mejor dirección y al mejor guión. Al año siguiente Mankiewicz repitió doblete con una obra maestra: "Eva al desnudo". 

julio césar

Habiendo conseguido el suficiente prestigio y consideración profesional, decidió abordar su gran pasión, el teatro clásico, adaptando para las pantallas Julio César de William Shakespeare. Para Mankiewicz era algo natural porque cine y teatro eran para él prácticamente lo mismo.  Para el papel del atormentado Bruto, el magnicida que se debate entre el deber patriótico como ciudadano y el honor, la amistad y el cariño que sentía por César, Mankiewicz eligió al británico James Mason, con el que ya había trabajado un año antes en "Operación Cicerón". Casio, otro de los conspiradores, fue interpretado por uno de los mejores actores shakespearianos de todos los tiempos, el gran John Gielgud, al que Mankiewicz acudió a ver actuar expresamente en Stratford-on-Avon, la cuna del dramaturgo inglés. Aunque Brando no era la primera opción del director, consiguió el papel. Brando no poseía la ductilidad ni el genuino acento inglés que los más puristas exigían para el personaje pero llenó a su Marco Antonio de fuerza y tensión. "Es como abrir un horno caliente dentro de una habitación oscura", dijo de su actuación John Huston. La concatenación de discursos en las escalinatas de Bruto (Mason) y Marco Antonio (Brando) es inolvidable y el tratamiento visual digno de admiración, con un estupendo trabajo de cámara de Mankiewicz y Joseph Ruttenberg. La gran labor en la dirección artística de Cedric Gibbons también es digna de mención, ya que los escenarios resultan imprescindibles para enmarcar los diálogos actorales. La ambientación escénica destaca curiosamente por no presentar una Roma lujosa, sino una Roma con una población ociosa y sin muchos recursos. Una ciudad con escasos lugares abiertos, con callejuelas sombrías y planos austeros acotados en espacios. Una puesta en escena muy teatral donde la cámara se encarga de resaltar  el discurso de los actores. 

julio césar

Todo ello dota al film de un ambiente tenso, serio, amenazador, lleno de insidias, en donde se abordan asuntos como la envidia, la traición, la ambición, el honor, la lealtad, la tiranía, el poder o la fragilidad de éste. Una contradicción constante entre lo que puede ser auténtico o pura falsedad. Casio y Bruto, se presentan como dos nobles que defienden la libertad y desean mantener el poder de la república frente a la posibilidad de una dictadura. Pero bajo el discurso aparente, el espectador es capaz de apreciar una duda razonable en sus nobles intenciones. Tras la muerte del gran líder, será su gran amigo y aliado, Marco Antonio  quien vuelva a demostrar que nadie es completamente bueno o malo, que las buenas intenciones pueden llevar implícitas deseos egoístas y que las cosas no son siempre lo que aparentan. En el segundo tramo del metraje, ambientado ya en el campo de batalla, luchando los conspiradores contra el ejército de Roma es cuando la trama decae algo en su intensidad y se hace más predecible. Destaca en esta parte la escena dentro de la tienda de campaña donde yace muerto Casio, y Marco Antonio le dedica unas palabras de elogio como único hombre de verdadero honor. La opinión de los eruditos sobre los logros de Julio César está dividida. Algunos lo consideran un tirano sin escrúpulos, con un insaciable apego al poder, y le culpan de la desaparición de la República de Roma. Otros admiten que pudo ser cruel, pero insisten en que la República ya estaba destruida. Mantienen que para salvar el mundo romano del caos debía crearse una nueva clase de gobierno. En realidad, las reformas de César dieron estabilidad al mundo mediterráneo. También fue un general excepcional, que inspiró lealtad a sus soldados. En tanto que una de las figuras más notables del mundo antiguo, fue el tema de muchas obras literarias y biográficas, incluido el drama Julio.

julio césar

Título original: Julius Caesar.

Director: Joseph L. Mankiewicz.

Intérpretes: Marlon Brando, Louis Calhern, Deborah Kerr, James Mason, Greer Garson, John Gielgud, Edmond O'Brien.

Trailer:


Escena:



B.S.O.:



Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard

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JULIO CÉSAR (1953). El drama histórico de Joseph L. Mankiewicz.

julio césar
Película ambientada en un momento crucial de la historia de Roma. Durante el ascenso de Julio César, entre los años  49 y 46 A.C., cuando comenzó a gestar sus aspiraciones para transformar la República en un régimen totalitario, convirtiéndose así en un Soberano cuyos poderes doblegaran incluso hasta el Senado. Julio César, conocido personaje histórico, pertenecía a la clase de los nobles o patricios. Con una notable formación y perteneciente a una buena familia, vivió desde muy joven el poder de las batallas políticas.  Se vio obligado a abandonar Roma antes de los 20 años, dominada entonces por Sila, ya que estaba en contra de los "optimates". Durante toda su carrera militar se le consideró un gran estratega y batallador que obtuvo para su Imperio numerosas victorias en las Galias. Formó triunvirato con Craso y Pompeyo, siendo éste el último escollo derrotado para que Julio César se alzara con el poder absoluto. Durante su vida acumuló tantas victorias como enemistades de otras familias Patricias. A partir del drama homónimo de William Shakespeare, Joseph Leo Mankiewicz escribió y dirigió este gran clásico de la literatura siendo bastante fiel al texto original, para narrar los acontecimientos que desencadenaron el asesinato de Julio César y los sucesos posteriores que culminaron en la derrota de los conjurados a manos de los populares romanos, capitaneados por Marco Antonio. En la cinta podemos advertir un relato dividido en dos partes. 

julio césar

Una primera parte donde se muestran los motivos que conducen a elaborar una conspiración, inicialmente ideada por Casio (John Gielgud), el más inteligente, pensador y férreo defensor de la república y Bruto (James Mason), el hijo adoptivo de Julio César que comienza a debatirse en dudas y contradicciones frente al temor de que su mentor, hombre amado y respetado por él, se pervierta por la ambición y el poder desmedidos. Las actuaciones de ambos actores resultan impecables en la declamación de su texto al estilo de Shakespeare. En la segunda parte de la película, cuando César ya ha sido asesinado, Marco Antonio (Marlon Brando), toma el relevo actoral con una de las más grandes interpretaciones que se recuerdan marcando un hito al recitar a Shakespeare de una manera bien diferente a sus compañeros de escena. Se dice que Brando hablaba desde sus entrañas, con profundidad y emoción, sin dejarse limitar por las formas y que su interpretación fluía con una naturalidad nunca vista antes en ningún tipo de actuación. Crucial en la película resulta su discurso frente a la multitud que Bruto ya ha convencido con palabras como:

"Libertad contra la ambición, la tiranía. Amaba a César, pero mucho más amo a Roma".

Tras este discurso, Marco Antonio que no ha participado en el asesinato queda en una situación de vulnerabilidad, más aún, cuando no era considerado ni siquiera hombre culto  que pudiera poner en peligro la "Conspiración de los intelectuales". Sin embargo, la sorpresa es mayúscula cuando descubrimos el gran poder de convicción que Brando ejerce sobre las masas en un discurso para la Historia del cine, donde la cámara lo mantiene siempre en un contrapicado y él mismo se expresa con naturalidad, sin alzar los brazos, sin aspavientos y con una profunda emoción, del todo creíble para las multitudes. Unos magistrales primeros planos nos muestran el brillo de la ambición en su mirada: El mejor manipulador de todo el relato ha jugado sus cartas y ha ganado.

julio césar


"Vengo aquí a inhumar a César pero no a glorificarle. El mal que hacen los hombres le sobrevive, el bien queda frecuentemente sepultado con sus huesos".

"Con la venia de Bruto y los demás, puesto que Bruto es un hombre honrado, como honrados son todos los demás, vengo a hablaros en el funeral de César".

 "El honorable Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta grave y gravemente ha pagado su ambición".

 Y viendo una vez más Julio Cesar nos preguntamos: ¿realmente hace falta algo más?

La película, al igual que el texto literario original, utiliza un hecho histórico para ofrecernos una reflexión ya no sólo sobre la política, también sobre el poder y la ambición. Es un excelente retrato de la complejidad y la contradicción de la condición humana. Un certero análisis de las pasiones humanas, muy del estilo shakespeariano, que giran en torno al problema  del resentimiento, el deseo de venganza y el cumplimiento del deber por encima de los sentimientos personales del hombre de estado. Joseph L. Mankiewicz, consiguió su primer éxito con "Carta a tres esposas (1949)" por la que en 1950 ganó los Oscar a la mejor dirección y al mejor guión. Al año siguiente Mankiewicz repitió doblete con una obra maestra: "Eva al desnudo". 

julio césar

Habiendo conseguido el suficiente prestigio y consideración profesional, decidió abordar su gran pasión, el teatro clásico, adaptando para las pantallas Julio César de William Shakespeare. Para Mankiewicz era algo natural porque cine y teatro eran para él prácticamente lo mismo.  Para el papel del atormentado Bruto, el magnicida que se debate entre el deber patriótico como ciudadano y el honor, la amistad y el cariño que sentía por César, Mankiewicz eligió al británico James Mason, con el que ya había trabajado un año antes en "Operación Cicerón". Casio, otro de los conspiradores, fue interpretado por uno de los mejores actores shakespearianos de todos los tiempos, el gran John Gielgud, al que Mankiewicz acudió a ver actuar expresamente en Stratford-on-Avon, la cuna del dramaturgo inglés. Aunque Brando no era la primera opción del director, consiguió el papel. Brando no poseía la ductilidad ni el genuino acento inglés que los más puristas exigían para el personaje pero llenó a su Marco Antonio de fuerza y tensión. "Es como abrir un horno caliente dentro de una habitación oscura", dijo de su actuación John Huston. La concatenación de discursos en las escalinatas de Bruto (Mason) y Marco Antonio (Brando) es inolvidable y el tratamiento visual digno de admiración, con un estupendo trabajo de cámara de Mankiewicz y Joseph Ruttenberg. La gran labor en la dirección artística de Cedric Gibbons también es digna de mención, ya que los escenarios resultan imprescindibles para enmarcar los diálogos actorales. La ambientación escénica destaca curiosamente por no presentar una Roma lujosa, sino una Roma con una población ociosa y sin muchos recursos. Una ciudad con escasos lugares abiertos, con callejuelas sombrías y planos austeros acotados en espacios. Una puesta en escena muy teatral donde la cámara se encarga de resaltar  el discurso de los actores. 

julio césar

Todo ello dota al film de un ambiente tenso, serio, amenazador, lleno de insidias, en donde se abordan asuntos como la envidia, la traición, la ambición, el honor, la lealtad, la tiranía, el poder o la fragilidad de éste. Una contradicción constante entre lo que puede ser auténtico o pura falsedad. Casio y Bruto, se presentan como dos nobles que defienden la libertad y desean mantener el poder de la república frente a la posibilidad de una dictadura. Pero bajo el discurso aparente, el espectador es capaz de apreciar una duda razonable en sus nobles intenciones. Tras la muerte del gran líder, será su gran amigo y aliado, Marco Antonio  quien vuelva a demostrar que nadie es completamente bueno o malo, que las buenas intenciones pueden llevar implícitas deseos egoístas y que las cosas no son siempre lo que aparentan. En el segundo tramo del metraje, ambientado ya en el campo de batalla, luchando los conspiradores contra el ejército de Roma es cuando la trama decae algo en su intensidad y se hace más predecible. Destaca en esta parte la escena dentro de la tienda de campaña donde yace muerto Casio, y Marco Antonio le dedica unas palabras de elogio como único hombre de verdadero honor. La opinión de los eruditos sobre los logros de Julio César está dividida. Algunos lo consideran un tirano sin escrúpulos, con un insaciable apego al poder, y le culpan de la desaparición de la República de Roma. Otros admiten que pudo ser cruel, pero insisten en que la República ya estaba destruida. Mantienen que para salvar el mundo romano del caos debía crearse una nueva clase de gobierno. En realidad, las reformas de César dieron estabilidad al mundo mediterráneo. También fue un general excepcional, que inspiró lealtad a sus soldados. En tanto que una de las figuras más notables del mundo antiguo, fue el tema de muchas obras literarias y biográficas, incluido el drama Julio.

julio césar

Título original: Julius Caesar.

Director: Joseph L. Mankiewicz.

Intérpretes: Marlon Brando, Louis Calhern, Deborah Kerr, James Mason, Greer Garson, John Gielgud, Edmond O'Brien.

Trailer:


Escena:



B.S.O.:



Reseña escrita por Bárbara Valera Bestard

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