En el Wyoming de finales del
siglo XIX, los colonos agricultores están siendo hostigados por los ganaderos.
Se trata de uno de los dos argumentos más arquetípicos sobre el Oeste. El
primero es el de los colonos amenazados por los indios; el segundo es éste: la
cuestión de las cercas. Los colonos las desean; los ganaderos, no. Shane,
basado en una novela del mismo título de Jack Schaefer, es un western clásico,
no solo por su contenido, sino por su forma y su estilo. Tiene esa sencillez
que resulta perfectamente adecuada para el género. Esa sencillez no le resta ni
un ápice a su indudable calidad. El simbolismo es evidente, porque las cercas
quieren decir que "se acabaron aquellos tiempos". Cuando la tierra esté
repartida ordenadamente en granjas y en ranchos individuales, habrá terminado
una nueva era; se habrá vencido al viejo y salvaje Oeste. Shane (Alan Ladd), un
pistolero que quiere sentar cabeza y pasar página a un posible pasado de
pistolero, se pone del lado de los colonos, sobre todo de Van Heflin, su
esposa, Jean Arthur, y su hijo, Brandon de Wilde. Shane está cansado de la
violencia que ha conocido y vivido. No quiere volver a caer en ella, pero,
provocado por los pistoleros contratados por los ganaderos, dirigidos por Jack
Palance, tiene que darles la inevitable lección. Es el eterno tema sobre el
personaje del pistolero que quiere redimirse, pero el pasado siempre vuelve en
eterno retorno, amenazante, coartando absolutamente, cualquier posibilidad de
reinserción. Un centenar de westerns han contado el mismo relato, pero muy
pocos lo han hecho como Shane.
La violencia, cuando llega por fin, es
fundamental, por supuesto; pero también lo es el desarrollo de las relaciones
personales y del ambiente: la influencia de Shane sobre el granjero, al que
impulsa a hacerse valer; sobre su esposa, a la que atrae de una manera inquietante;
y sobre el hijo, que lo admira mientras va perdiendo su inocencia infantil y
el carácter del propio Shane, que por poderoso que sea su deseo de cambiar y
echar raíces, será siempre un nómada y un solitario. Con guion de A.B. Guthrie,
basado en la novela de Jack Schaefer y con una bella fotografía de Loyal
Griggs, no en vano se llevó el Oscar a la mejor fotografía, Shane es un buen
ejemplo de película del Oeste clásica, de un lado, la historia de un extranjero
que aparece del desierto, de la nada y, que ayuda a un grupo de granjeros a
vencer a un poderoso ranchero, y luego se vuelve a marchar de la civilización;
de otro, porque en el western clásico, el héroe y la sociedad se alinean
temporalmente en oposición a los malos que quedan fuera de la sociedad, la cual
queda a salvo, acepta al héroe, pero éste renuncia a su estatus social,
marchándose fuera de ella, como refleja la escena más icónica y recordada de la
película: Shane montando a su caballo y cabalgando hacia una bellísima puesta
de sol, se aleja mientras Joey le grita suplicante "Shane, vuelve, vuelve! Te
quiero Shane!". La escena de Wilson (Jack Palance) el pistolero a sueldo
vestido enteramente de negro, como buen villano que se precie, caminando sobre
la madera con el sonido chirriante de las espuelas de sus botas, es otra escena
icónica del género. La selección de actores fue impecable, y Alan Ladd, que no
solía destacar por la excelencia de sus actuaciones, con su traje de ante
marrón, no pudo estar mejor.
Título original: Shane.
Director: George Stevens.
Intérpretes: Alan Ladd, Van Heflin, Jean Arthur, Jack
Palance, Brandon de Wilde.
Trailer:
B.S.O.:
Reseña escrita por Marilyn Rodríguez
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