Doctor M. (1990). Una rareza de Claude Chabrol.

doctor M
Sorprendente e inusual película del buen francés Claude Chabrol, ciertamente un ejercicio atípico dentro de su muy extensa y dilatada filmografía, su muy particular forma de rendir homenaje a una cinta de culto dentro del panorama cinematográfico. El realizador galo se enfrasca en la nada sencilla labor de realizar una cinta erróneamente llamada remake  de la mítica película del gigante cineasta alemán Fritz Lang, la recodada e inolvidable "Dr. Mabuse (1922)". Es de este modo que Claude nos ilustra su versión del tema, dejando un poco de lado al jugador de cartas, Mabuse, que escala políticamente gracias a su facultad de hipnotismo, de sugestionar poderosamente las mentes de los seres humanos que le rodean, manipulándolos a su conveniencia; Chabrol en esta oportunidad nos traslada a un Berlín que se encuentra en un futuro no tan distante, donde un sujeto con las citadas habilidades mentales sugestionará a todos los ciudadanos, los enajenar y los lleva a suicidios masivos, que parecen crímenes extraños. Realmente una rareza dentro de la filmografía de Chabrol, algo inédito para lo que no hay aristas previas de análisis, una característica que vuelve ese análisis y apreciación doblemente un reto. Y por si fuera poco, es su única producción rodada en inglés, con nuevos e internacionales actores, adiós a su producción ciento por ciento francesa, al menos en este trabajo, es una cinta que a muchos confunde y acaban por despedazarla, por verle solo defectos, algo que se intentará reivindicar ahora. En un Berlín de un futuro no especificado, vemos a un hombre y una mujer, en una ciudad donde unas difusiones televisivas, unos comerciales se repiten constantemente. 

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De pronto, un camión se estrella aparatosamente, causando más de 500 muertes, se desata la histeria, se piensa si fue asesinato o suicidio del conductor, y el teniente Claus Hartman (Jan Niklas) es puesto a cargo de investigar el caso. El detective investiga a la mujer que sale en los comerciales de toda la ciudad, Sonja Vogler (Jennifer Beals), mientras un nuevo accidente ocurre, y el Dr. Marsfeldt (Alan Bates), un personaje influyente, aparece también tratando de calmar a las masas. Hartman piensa que la joven modelo de las difusiones tiene algo que ver con las muertes, la investiga y se acerca a Sonja, quien, inquieta por todo lo que sucede, quiere dejar de trabajar de esa forma, pero sus superiores se lo niegan. Hartman sigue investigando, intima con Sonja, las muertes siguen, el club Theratos, empresa que se publicita con las difusiones de la muchacha, fuerza una suerte de terapia sobre los ciudadanos. La pareja de amantes van descubriendo la verdad, que el Dr. Marsfeldt está detrás de todo, tiene una sorprendente facultad de hipnosis, y, ayudado por las transmisiones, sugestiona a la gente a matarse. Ellos escapan de una persecución y detienen las transmisiones, desbaratan su plan, Marsfeldt muere, y ellos se retiran finalmente juntos. Culmina de esta forma este sorpresivo trabajo de Chabrol, un trabajo en el que desde el comienzo, incluso con los créditos en inglés, ya podemos ir haciéndonos la idea de que se trata de una cinta atípica en Chabrol, un trabajo diferente, y mucho, a lo que nos tiene acostumbrados, es una cinta rodada en inglés, su única cinta con esta particularidad, con un actor británico en sus filas, ni rastros de sus actores fetiche, ni un solo rostro conocido, la cinta es inédita por donde se le mire. Digo por donde se le mire pues deja el director de lado completamente su eterno plot, su eterna sinopsis o trama, ya no habrá un asesinato que entraña una investigación policial en cuyo proceso vamos descubriendo las psiquis y resquebrajamientos de las mentes implicadas, no al menos a su clásica manera. Ahora ya no crea ni teje el suspenso en torno a eso. Ahora el manejo mental, la hipnosis masiva es el tema, lo que deviene en magnicidio, ese es el tema ahora, deja de lado a su eterna inspiración y modelo, el viejo maestro Hitchcock y su suspenso, ahora es Fritz Lang el que ocupa su norte, Chabrol cambia a un titán por otro, si bien no es un estricto seguimiento del trabajo del mítico alemán.

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Hasta ahora, me refiero hasta el momento del estreno del filme, 1990, definitivamente se trata de lo más extraño, inédito y único en su filmografía. Los actores por supuesto colaboran también e ese sensible cambio, veremos un elenco más que novedoso en el realizador, la terna principal, los tres protagonistas son de distintas nacionalidades, ingleses, americanos, alemanes. Esa variedad colabora, por supuesto, a que se genere una atmósfera no conocida en un trabajo del cineasta, una atmósfera densa, extraña, atípica, configurando el trabajo menos Chabrol del director. Nuevo elenco, nueva trama, nuevo norte, es una cinta que se escinde claramente de los trabajos previos, tan símiles, tan hermanados los unos a los otros, al menos hablando de las obras más importantes de su creador, con tantos vértices en común. Lo dicho, la cinta tiene un ritmo algo cansino, y en efecto se aleja bastante del trabajo desarrollado por Lang, para dar primacía al tema principal de la novela de Norbert Jacques, el manejo de la hipnosis masiva, la manera en que un individuo puede manipular a los demás seres humanos como si fueran marionetas, al extremo de poder inducirlos a la muerte, a acabar con sus propias vidas sin miramientos. Particularmente encuentro difícil de entender tantos comentarios negativos que he leído sobre el filme, si bien es cierto probablemente no sea la mejor propuesta de sur realizador, quizás el ritmo pueda ser algo lento, pero pienso que el proyecto se mantiene como lo que es, una visión personal de un trabajo primigenio, una obra literaria, naturalmente también influida hasta cierto punto por Lang -un tímido expresionismo esbozado se puede olfatear-, cómo no, pero la cinta tiene su propio camino, su propio norte, incluso su propia identidad. Un buen camarada mío, en alguna oportunidad me dijo que a veces a un genio no se le debe "juzgar" por sus mayores hitos, por sus cumbres, artísticas en el caso de un cineasta, sino casualmente por sus trabajos distintos, quizás, por sus debacles o fracasos si se quiere, pero básicamente por lo distinto, por lo atípico, que muchas veces nos dice bastante más que los trabajos uniformes del creador. 

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Cuando visioné la cinta recordé el comentario que alguna ya lejana vez se me hizo, esto es, lo distinto, lo singular de Chabrol, oscuras danzas al son de música dura, muertes masivas e hipnosis, un futuro no muy distante y singular, otro yo del cineasta. Sólo por citar un ejemplo, mencionaré al inmortal Vittorio de Sica, a quien todos conocemos por sus eternos ejercicios neorrealistas, pero llegué a verle un cortometraje, a blanco y negro y sin palabras, prescindiendo de ella en su fúnebre desarrollo, algo distinto, algo atípico, que nos habla de modo distinto al habitual, que te muestra una faceta desconocida de alguien a quien creías conocer. Pues bien, aquí tenemos a lo inesperado, a lo irregular en Chabrol, respecto a la obra de Fritz Lang, en esta oportunidad no habrá ya un maniático adicto al juego, no hay ya un maquiavélico apostador, no hay un Mabuse que emprende meteórico ascenso de poder en su sociedad gracias a su habilidad hipnotista. Se conserva únicamente el tema de la hipnosis masiva, del manejo de la mente humana, pero con un tinte mucho más fatalista, ahora los suicidios y muerte en masa es a lo que enfoca esa sugestión mental, un enfoque más letal, la muerte es lo único a lo que se apunta ahora, la muerte y la desaparición de los humanos, es el delirante proyecto del Dr. M, la descabellada ambición de una megalómano fatal. El futuro retratado por el francés, es un futuro no espectacular ni aparatoso, no es en exceso futurista, se retrata con un tibio eco expresionista en sus estructuras, en los edificios, la urbe, y es que el corazón de este trabajo no viene a ser esa representación futurista, el filme nos habla a través de lo que hay en ese futuro, la enajenación, la poderosa sugestión mental. Una enajenación que se refuerza con esas transmisiones, esas difusiones que se repiten con una pertinacia invencible, cual despreciable mantra, una y otra vez la voz de la fémina hablando del club Theratos, de dejarse ir, una voz tranquila y perenne, repitente, enajenante, omnipresente, mensajes subliminales que acabarán por terminar de consolidar el dominio mental de la mente maestra, el Dr. Marsfeldt, el Dr. M. La enajenación, los antros rockeros, juventud bailando vigorosamente al sonido de estruendosas melodías de música pesada, oscuridad, ese es el futuro que nos plantea el director. Deslízanos quizás su preocupación por un detalle que ya nos ha insinuado en trabajos anteriores, su preocupación, su percepción de lo idiotizante que puede ser el medio televisivo, en este caso un potente medio de lavado mental, algo tan real en su época, como en la nuestra. No hay mayores novedades en el desenvolvimiento técnico, en la presentación de su cinta, y la contribución actoral me parece ciertamente discreta, si bien no mala, no es descollante, se nota la gran diferencia de armonía cuando Chabrol trabajó con su compañía de actores, con su equipo consolidado. Un trabajo distinto en nuestro querido director, un trabajo que no debe compararse con el trabajo de Lang, sino verlo como una referencia, es seductor ver a Chabrol desempeñarse por caminos muy distintos a sus usuales directrices, con sus naturales fisuras pero con sus justos aciertos también, se configura un filme que considero tan necesario como sus obras maestras, por constituir lo que ya he descrito dentro de la andadura de este notable realizador.

doctor M

Título original: Docteur M.

Director: Claude Chabrol.

Intérpretes: Alan Bates, Jennifer Beals, Jan Niklas, Andrew McCarthy, Hanns Zischler, Benoît Régent, Alexander Radszun, Peter Fitz.

Escena:


Reseña escrita por Edgar Mauricio

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