Uno de los primeros trabajos que
nos entrega el apreciable cineasta francés François Truffaut, y en la que ya
están presentes muchas de las aristas que en adelante conservaría su apreciable
arte. Truffaut adapta ara el cine la obra literaria homónima de Henri-Pierre Roché, un autor tan poco reconocido por el mundo artístico como admirado por el
francés, pues no sería esta la única novela que el realizador llevaría a la
pantalla grande. En el contexto de una guerra, en suelo francés, dos amigos, de
distintas nacionalidades, Jules y Jim, se conocer, nace una fuerte amistad
entre ellos, hasta que conocen a Catherine, atractiva fémina que convivirá con
ellos, casándose con Jules, engendrando una niña, pero después teniendo un
idilio con Jim, un triángulo amoroso que desestabilizará las existencias de los
tres, y cuyo final no es parecidamente el mejor. Atractivo ejercicio, que si
bien tiene sus falencias, es una de las referencias de su director, como se
dijo, es una de las primeras obras del cineasta, su estilo todavía está
cuajándose, algunas muy buenas maneras se avizoran, otras quizás no tanto.
Truffaut nos habla de las relaciones humanas, de lo complejo que se vuelve el
vinculo interpersonal cuando la pasión, cuando la carne se interpone, es un
vistazo a ese tema, pero imbuido del espíritu de su contexto, la Francia de los
60, la premisa de la juventud que goza, que goza del amor libre y de una
amistad absoluta, quizás una causa de que la cinta no haya envejecido tan bien
como otras. En Francia, alrededor de 1912,
los jóvenes amigos Jules (Oskar Werner) y Jim (Henri Serre), conocen a la bella
Catherine (Jeanne Moreau), y sin más, se van a vivir los tres juntos.
Los tres
jóvenes amigos pasan mucho tiempo juntos, en casa, paseando por las calles, y
Jules le dice a su camarada que quiere casarse con Catherine. Llega a
proponérselo a la fémina, y ella prácticamente acepta, pero estalla una guerra,
los hombres deben partir, se separa el trío. Pero el conflicto bélico termina,
regresan a casa los combatientes, el tiempo pasó y Jules y Catherine se casaron
y tienen una hija, e invitan a su buen amigo Jim a visitarlos a casa. Jim
encuentra un matrimonio aparentemente feliz, pero primero Jules, y luego la
propia Catherine le confiesan las infidelidades de ésta, que afirma que no ve
más a Jules como esposo, que su matrimonio es una ruina, y los antiguos amigos
consuman adulterio. Catherine invita a Jim no ya de visita, sino a vivir con
ellos, lo cual sucede, él se va a París por trabajo, pero al volver, desean
tener un hijo, y ante los problemas para lograrlo, tienen discusiones. Tanto
Jim con Catherine siguen teniendo amantes por su cuenta, algo que molesta a
ambos, pero continúan su relación, ella parece quedar embarazada, pierde a la
criatura, todo va empeorando entre ellos, él se marcha. Tras separarse, y
reunirse los tres nuevamente, Catherine realiza un impensado y fatal acto, con
el que termina la cinta. Quisiera comenzar hablando sobre
el aspecto técnico de la cinta, indicando que la cámara de Truffaut es más ágil
que en otras posteriores oportunidades, se descubre aún en el joven cineasta la
todavía fresca impronta de su escuela formativa, de la nueva ola francesa. De
esa forma, vemos una cámara más móvil que en otras oportunidades, más dinámica,
más seguidora de los movimientos de los protagonistas; en resumen, una cámara
aún heredera de la nouvelle vague, que incluso nos mostrará uno que otro
destello de la recordada cámara en mano. Sin duda, el cineasta se mostraba aún
bisoño, aún no se sacudía del todo de la herencia de la escuela que fundara
junto a Godard y Resnais. Pero el pasional joven va más allá, y acorde al brío
propio de la juventud, se atreve y arriesga a emprender ciertas técnicas
relativamente novedosas, en la forma de la paralización de ciertos fotogramas
durante el metraje, dándole cierta frescura a la presentación formal de su
obra.
Se le atiza su eclecticismo, el hecho de -justamente por detalles como el
anterior citado-, no terminar de despegarse de la nueva ola, de deambular
indefinidamente entre los clásicos del cine, entre los maestros y sus
academicismos, y la fogosa rebeldía de la nueva ola y las nuevas tendencias
cinematográficas. Se le acusa por cierto sector de la crítica de quedarse a
medio camino en ambos senderos, sin terminar por decantarse satisfactoriamente
por uno ni otro. Sin dejar de tener cierto tinte de verdad ese comentario, me
parece injusto, el cineasta estaba surgiendo, estaba definiendo algunos de sus
nortes, estaba aún impregnado por la escuela que lo vio formarse y que a la vez
él ayudó a formar. Considero que para ser uno de sus más tempranos trabajos, es
cumplidor, si bien en efecto, lo considero inferior a su cumbre y ópera prima "Los cuatrocientos Golpes (1959)", si bien es cierto que no es su mejor trabajo
-particularmente notables de modo negativo me parecen las secuencias de guerra,
con imágenes de archivo con un tratamiento auditivo que deja que desear, uno de
los puntos flacos de la cinta-, tampoco lo considero desdeñable, la cinta tiene
por supuesto también sus aciertos, y no son pocos, y paso a enumerare algunos
de ellos a mi modesto juicio. Prosiguiendo, algo que encuentro
atractivo e interesante viene a ser la capacidad de construcción de los
ambientes, de las atmósferas, la capacidad de fabricación de un ambiente tenso,
esto plasmado específicamente en la secuencia de la reunión de los tres amigos.
En la citada secuencia, pasada la guerra y al reunirse los tres protagonistas
en una habitación, el silencio es todo lo que impera, un ambiente de tensión,
un sentimiento de extrañeza, el omnipresente silencio que únicamente se rompe
con minúsculos sonidos, que son los que marcan la pauta, los que nos delinean
la tensión e incomodidad. Sonidos menores como el tic tac imperecedero del
reloj, o el sonido de la mecedora en que Jules se mueve, genial Truffaut para
con esos recursos, esos elementos en principio anodinos y carentes de
importancia, generar una atmósfera, esa sensación de que algo está mal, de que
en su felicidad algo hay de postizo y ficticio, como en efecto los siguientes
minutos nos confirmarían.
Truffaut prosigue esgrimiendo su capacidad de
realizador, y otra secuencia atractiva viene a ser la secuencia musical, mejor
dicho, la secuencia de canto, en la que un personaje toca la guitarra mientras
Catherine entona una canción de manera frenética, sin detenerse, de manera casi
hipnótica, una fría y parsimoniosa sensualidad por parte de la impulsiva fémina
impregna la secuencia, mientras sus dos amantes la escuchan cantar sin parar.
La secuencia del primer beso entre Catherine y Jim asimismo también es
correcta, con la cámara siguiendo sus movimientos, narrándonos silenciosamente
lo que sucede al mostrárnoslos enmarcados por la ventana como vista de fondo,
un trabajo combinatorio de primeros planos, observamos sus perfiladas siluetas
finalmente dando rienda suelta a sus instintos carnales, todo acompañado por
una correcta música; buena secuencia. Hay otro elemento que no podía faltar y
es el detalle de la voz en off, es algo que colabora a la cercanía del relato,
a acercarnos más a las psicologías de los protagonistas, a entender más sus
vivencias, no sería la última vez que veamos este recurso por parte del
cineasta, en este caso un correcto recurso narrativo, complementa lo mostrado
visualmente. Nos acerca así el francés más al origen literario de la pieza
artística, es un recurso al que Truffaut le encontraría buen uso y lo seguiría
utilizando, también en la cinta hermana de ésta, "Las dos inglesas y el amor
(1971)", pero de un modo aún más ejemplar. Una de las causas a las que
considero con justicia se le atribuye la mala forma con la que la cinta resiste
el paso del tiempo es lo arraigado que está a su contexto. Producida en la
Francia de los década de los 60, la cinta no puede evitar ser influida por la
rebeldía, la ardiente rebeldía que fluía en la juventud, cuyo punto álgido se
produciría en el recordado mayo del 68; además de los manifiestos hippies, el
amor libre, la amistad verdadera, de eso nace la circunstancia de dos amigos
varones viviendo con una mujer primero, sin mayores complicaciones pero luego
viviendo el matrimonio con el amigo invitado, conviviendo los tres, sabiendo
todos cuál es la exacta situación, y con la hija de los esposos como condimento
de la inverosímil situación.
Muchos críticos incluso serán incapaces de sacarse
el velo de la intolerabilidad, tachando todo por ese mero hecho de liberalismo
sexual, pero al margen de eso, por reposar la cinta en ese hecho, es por lo que
muy probablemente no alcanza el nivel de obra maestra. Se siente un ejercicio
muy ligado a un contexto temporal, a unas circunstancias específicas, y al
salir de su contexto la cinta, se ahoga, envejece mal, no soporta el paso del
tiempo como otras obras que reposan sus dramas en sentimientos más universales,
como, sin ir más lejos, la cinta hermana, "Las dos inglesas y el amor". Pese a
que se sienten y advierten ambas películas como dignas provenientes de libros
hermanos, de libros provenientes del mismo escritor, se siente en esta primera
cinta la inexperiencia de Truffaut, una visión no tan sensible, su aún en
algunos aspectos indefinida técnica, no tan depurada como en la cinta nueve
años después rodada. Pese a ello, el francés realizador nos da una positiva
muestra de cómo sabe enfocar y mostrar el universo femenino, en esta
oportunidad es la fémina de un triángulo amoroso quien lleva la batuta de la
acción, la fogosa e impulsiva fémina es quien marcará las pautas de lo que
sucede, ella es el fuego pulsor de los eventos. La promiscua e irreverente
mujer, tan voluble como impulsiva, voluble y explosiva, será quien marque pues
el ritmo de los sucesos, contrariamente a como sucediera casi una década
después en Las dos inglesas y el amor, con las mujeres siendo desestabilizadas
por la presencia masculina. Lo que sí observamos de semejanza en ambas cintas
hermanadas temáticamente es cómo los sentimientos, la psiquis femenina va
cambiando, tomando rumbos impensados, teniendo esto su cúspide en el final e
inesperado acto de Catherine, no podía ser otro el personaje que activase la
final catástrofe. Es un notable estudio de la mente mujeril, es bueno el
instinto y sensibilidad del cineasta en este aspecto, al mostrarnos a la
asertiva mujer alterar las vidas de ambos amigos, cercanos pero opuestos en
ciertos aspectos, Jim, el mujeriego conquistador de mujeres, Jules, el más bien
poco exitoso con las féminas. Las actuaciones, buenas y no mucho más, me
parecen pues correctas, resaltando ligeramente Oskar Werner, a quien utilizaría
también para "Fahrenheit 451 (1966)", la Moreau también aporta buena cuota con su
encarnación de la impredecible Catherine. Reitero, sin ser la mejor obra de su
realizador, siendo buena y no mucho más que eso, se erige una aceptable pieza
de cine de un muy correcto realizador francés, para quien escribe más
apreciable que muchos contemporáneos y coterráneos suyos de mucho más ruido
mediático.
Título original: Jules et Jim.
Director: François Truffaut.
Intérpretes: Jeanne Moreau, Oskar Werner, Henri
Serre, Marie Dubois, Vanna Urbino, Sabine Haudepin, Boris
Bassiak.
Trailer:
Escena:
B.S.O.:
Reseña escrita por Edgar Mauricio
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