La secuela de la próximamente a
estrenar "Jack Reacher" me hace pensar en su director, Edward Zwick, con una
larga trayectoria en la que se incluyen películas más que reseñables: "Diamantes
de sangre (2006)", "Leyendas de pasión (1994)" y "Tiempos de gloria (1989)", citando sólo algunas, pero a
mí me sigue cautivando El último Samurái.
Una aventura épica donde el
capitán Nathan Algren (Tom Cruise), desquiciado por la guerra civil americana a
finales del siglo XIX, vive como triste ponente de los crímenes que cometió
matando indios indiscriminadamente. Los "logros" en la fatal guerra serán
tomados en cuenta por el imperio japonés, proponiéndole a Algren actualizar a
los ejércitos nipones, llevándole a oriente con la misión de adoctrinar
con la última tecnología en armas a los soldados del emperador.
El cometido del capitán Algren en
la tierra del sol naciente será derrotar a Katsumoto (Ken Watanabe), líder de los
Samuráis dedicados por entero en defender al emperador, pero contrarios a los
consejeros del mismo, ya que éstos están dejándose llevar por el capitalismo,
tecnología y civilización de occidente, en detrimento de la cultura ancestral
que los guerreros samuráis defendieron sirviendo al país derramando su sangre y
la imagen de honorabilidad que les convertía en devotos patriotas-guerreros.
Edward Zwick insufla una energía
de espectáculo absolutamente arrebatadora, no exenta de una calidad
cinematográfica que rezuma vigor en todo el metraje de "El último Samurái". La
elegancia de los diálogos, la responsabilidad y honor de cada soldado en el
campo de batalla, el arraigo y valor de todos los samuráis, un cuidadoso diseño
de producción y un sentido de una abrumadora inyección de fuerza visual son las
bazas con las que cuenta este filme del año 2003.
El tándem Cruise-Watanabe,
primero siendo enemigos y después compañeros de batalla, no hace sino
confirmarme que, la mejor manera de conocer y respetar al rival es siempre
ponerse en el lugar del otro, y de este modo vencer incluso admirar a quien
tenemos enfrente. Algren y Katsumoto representan el mejor ejemplo del llamado
‘Arte de la guerra’, de tal modo que el capitán Algren vencerá sus demonios del
pasado por los crímenes de guerra cometidos, para vincularse e incluso
fusionarse con la respetable y admirable tradición samurái.
Tom Cruise realiza a mi modo de entender uno de
los mejores trabajos de toda su carrera, su semblante refleja el dolor que poco
a poco se irá transformando en compromiso y dedicación por todo aquello que le
rodea: El trato del enemigo, la voluntad y esfuerzo del guerrero, la
fascinación por el modo de vida del samurái.
Ken Watanabe, ni que decir tiene
que impone bajo su intensa actuación y que se convierte en el auténtico último
samurái de una película que es una joya de inspiradora luz, transmisora de los
valores de la cultura japonesa, que hoy en día refleja como pocas la tradición
de lo viejo unido a la innovación del desarrollo, tal como puede leerse en la
inscripción de la espada regalada por Katsumoto a Algren: "Pertenezco al
guerrero en el que se unen lo viejo y lo nuevo".
Como último apunte, se me erizan
los vellos del cuerpo cada vez que escucho el corte musical "Red Warrior" (haciendo referencia al color de la armadura de Cruise), compuesta por el
portentoso Hans Zimmer. "El último Samurái", indudablemente es una maravilla
del celuloide de comienzos del nuevo milenio.
Título original: The Last Samurai.
Director: Edward Zwick.
Intérpretes: Tom Cruise, Ken Watanabe, Billy
Connolly, Tony Goldwyn, Timothy Spall, Koyuki, Masato Harada, Togo
Igawa.
Trailer:
B.S.O.:
Reseña escrita por Cristóbal Jiménez
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