LA PUERTA DEL CIELO (1980). El ambicioso western de Michael Cimino.

la puerta del cielo 1980
"En 1919, Charles Chaplin, Mary Pickford, Douglas Fairbanks y D.W. Griffith, quizás cuatro de las personas más famosas sobre la tierra, fundaron su propio estudio: United Artists. Hollywood no había visto nada igual. Una compañía de cine que iba a ser dirigida por el talento. Pero en el invierno de 1979, dos jóvenes ejecutivos, desesperados por producir películas que les proporcionasen los premios de la academia, decidieron hacer el film que destruiría la compañía...". Es el comienzo de "Final Cut: The making and unmaking Heaven’s gate (2004)" de Michael Epstein. Magnífico documental de 55 minutos, narrado por Willem Dafoe, que repasa los avatares y complejidades alrededor de este majestuoso film, punto de inflexión en la implacable caída en desgracia del realizador Michael Cimino, juzgado, condenado, y declarado culpable, sin redención posible, del hundimiento de la major de Hollywood. United Artists fue vendida en 1981 por su propietaria, Transamerica Corporation (conglomerado empresarial dedicado principalmente a seguros e inversiones, que la había adquirido en 1967), a Metro Goldwyn Mayer. Ambas fueron reconvertidas (bajo las siglas MGM/UA) en distribuidoras de su inmenso catálogo durante años (surtiendo televisiones de pago, como la del magnate Ted Turner, Turner Classics Movies). En noviembre de 2006 Tom Cruise y su socia, la productora Paula Wagner, promovieron la resurrección, con el nombre de United Artists Entertainment LLC. El paso del tiempo ha demostrado que la venta de United Artists fue más una cuestión de imagen y estrategia empresarial que una colosal ruina en sí, pues el Holding Transamerica Corporation, podía afrontar sin problemas las pérdidas económicas derivadas de la película.

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Michael Cimino había comenzado su carrera en el mundo del cine como guionista, firmando los libretos de "Naves Misteriosas (1972)" de Douglas Trumbull y "Harry el Fuerte (1973)" de Ted Post. Probablemente, debido a su trabajo en esta última (firmado junto al guionista y también futuro realizador, John Milius), Clint Eastwood le produjo su debut en la dirección, la excelente "Un Botín de 500.000 dólares (1974)", perfecto vehículo de lucimiento para Eastwood actor y para su compañero de reparto Jeff Bridges (por cuya interpretación recibió una nominación al Óscar de la academia como mejor actor secundario). Cimino cosechó un enorme éxito de público y crítica con su siguiente film, "El Cazador (1978)". Constituye una reposada, compleja y nada complaciente mirada a la juventud estadounidense de entonces y particularmente a la influencia en las vidas de los desencantados protagonistas de un conflicto tan contradictorio y anti-heroico, como la impopular guerra de Vietnam. Un filme muy equilibrado con ecos de la prosa nostálgica de los novelistas de la llamada generación perdida (la de autores tan ilustres como Ernest Hemingway o Scott Fitzgerald), que prevalece como una de las grandes películas del cine americano de entonces. Cimino recibió de manos de Francis Ford Coppola la estatuilla al mejor director y de las de John Wayne, el oscar a la mejor película del año 1979. La industria del cine estaba rendida incondicionalmente a sus pies. 

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Para su siguiente trabajo, el laureado realizador llega a un acuerdo con United Artists para la realización de un guión escrito por aquél desde 1971 denominado entonces "The Johnson’s county War", inspirado en un suceso real acontecido en el estado de Wyoming en 1892, donde los todopoderosos caciques y tratantes de ganado, emprendieron una lucha sin cuartel para expulsar de sus tierras a emigrantes venidos desde Centro-Europa y Rusia, en busca de la tierra prometida. Cimino recibió un “cheque en blanco” por parte de la productora y suscribió uno de los contratos más blindados y ventajosos para un director de cine hasta ese momento, que le permitió contar su particular visión del hecho histórico, enquistado en la cultura popular americana, a su entero capricho. Significó un control total sobre las decisiones de producción, así como sobre el montaje final. United Artists sufría un profundo cambio en la cúpula directiva, pues, a consecuencia de una prolongada disputa salarial, muchos ejecutivos de la compañía la abandonaron para formar Orion Pictures, al auspicio de la todo poderosa Warner, con distribución de Metro Goldwin Mayer. Los nuevos ejecutivos necesitaban producir grandes películas para afincarse en sus cargos. Para ello fichaban jóvenes cineastas con talento. Cimino, sin duda uno de los cineastas del momento, traía un guión que él mismo definía como "Grandes esperanzas a la americana", pero que la 20th Century Fox había rechazado, calificándolo como "... un trabajo insatisfactorio, carente de ritmo y humor, oscuro y oblícuo...".

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Existe muchísima literatura acerca de la arrogancia de Cimino a la hora de gastar y triplicar el presupuesto inicial, a la hora de repetir una y otra vez las tomas, incluso las más sencillas, respecto a cómo se empeñó en vestir casi personalmente a todos y cada uno de los extras (más de 1200), el maltrato a éstos, que sufrían accidentes por doquier, provocando su deserción y el consiguiente retraso en el rodaje, sobre cómo ordenó la demolición de los edificios construidos en una calle del set levantado en el Glacier National Park de Montana, porque necesitaba una mayor amplitud para los movimientos de cámara que tenía en mente... Todo era poco en esa neurótica búsqueda hacia la perfección que subyace en la realización de la película. El Ayatolá Cimino, apodo recibido por el equipo de producción, se retrasó considerablemente en el calendario de rodaje (causando unos gastos adicionales diarios de 200.000 dólares), tanto, que a punto estuvo de perder el derecho sobre el montaje final. Se dejaron de filmar otros proyectos de la compañía que tenían luz verde, para insuflar presupuesto adicional, a lo que era ya un despropósito financiero. Todo parecía poco para "La Puerta del Cielo". Los productores cedieron, pensando que sería imposible que otro director acabase la película. Cedieron, en la idea de que tendrían una obra maestra en sus manos que compensaría todos los sinsabores de rodaje y la petulancia del director.

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Una vez concluyó el rodaje, el realizador se encerró en la sala de montaje y contrató un guardia de seguridad para que impidiera que nadie, ni siquiera los productores, interfirieran en su labor. Tras múltiples quebraderos de cabeza (sobre todo para los productores) y un presupuesto final de alrededor de 40 millones de dólares de entonces (sobre uno inicial de 11.6 millones), y entre 220 y 500 horas (según la fuente), de metraje filmados, Cimino presentó en Nueva York, el 18 de noviembre de 1980 un montaje de 219 minutos (en reducción del inicial de 325 minutos por exigencias de los productores), que fue ignorado por el público y recibió demoledoras reseñas por parte de la crítica especializada. Se retiró la película, cancelando los estrenos por todo el país. Cimino se volvió a encerrar en la sala de montaje y de ahí salió una versión de unos 149 minutos que se estrenó el 23 de abril de 1981, en la Exposición Internacional de Cine de Los Ángeles. Abucheos y críticas implacables volvieron a liderar la recepción de la película.
  
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El New york Times abrió la veda publicando la opinión del crítico Vincent Canby: "La puerta del cielo fracasa tan completamente, que uno sospecha que Cimino vendió su alma al diablo para conseguir el éxito de El Cazador, y ahora el diablo ha venido a cobrarse la deuda... la puerta del cielo en un desastre incalificable". Canby afirma en su crítica, que Cimino debería devolver sus oscars, y que contó en el rodaje con un presupuesto de 50.000 dólares para cocaína. Este último aspecto ha sido desmentido categóricamente por el realizador.Por su parte el carismático y agudo crítico de Chicago, Roger Ebert, escribió: " ...Si la película carecía de forma con cuatro horas, resulta insípida con 140 minutos. En cualquiera de sus longitudes está fotografiada y montada con tanta incompetencia que hay veces en las que ni siquiera estamos seguros de qué personajes estamos viendo...", "... esta película representa cómo tirar 36 millones de dólares por la ventana. Es el más escandaloso desperdicio de cine que he visto nunca...".

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En nuestro país, el periodista y director de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, Fernando, Lara escribió para La Calle, en octubre de 1981, que la película "... falla estrepitosamente por sus cuatro costados, desde un guión que nunca se centra en lo que quiere decir hasta una realización incapaz de ocultar su torpeza, pasando por unos majestuosos baches narrativos y una descompensación entre los medios utilizados y aquello que se pretendía contar...". Continúa Lara: "... Cimino, uno de los “niños bonitos” del Hollywood de hoy, ensoberbecido por el éxito de su odisea El Cazador, ha seguido para mal, aquello que dijo Orson Welles de que había entrado en los estudios como un crío al que le han dejado un montón de juguetes que ni siquiera sabe manejar... la diferencia es que a Welles le salió Ciudadano Kane y a Cimino algo tan superfallido como La Puerta del Cielo...".

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Carlos Aguilar en su Guía del cine (Ediciones Cátedra, 1995), afirma: "El tercer largometraje de Cimino, célebre por la hecatombe económica que precipitó sobre sus productores. Puede entenderse: el exceso de medios no basta para disipar el cúmulo de errores que comete el film al intentar aunar en un “western” crepuscular, la revisión histórica, la baza social y la autocontemplación esteticista" .Por su parte Juan Tejero en su libro ¡Este Rodaje es la guerra! (T&B editores, 2003), dispone "... lo que hace todo más triste son los ocasionales destellos de brillantez que sugieren que, en algún lugar de este indigesto material, había una buena película luchando por tomar forma...". Sentencia Tejero: “... el abreviado montaje final de la puerta del cielo confirma que, en realidad, los árboles nunca le dejaron ver el bosque. Y no fue hasta que hubo podado todos esos árboles cuando descubrió que no había ningún bosque en absoluto. Nunca lo había habido”.

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El inmediato y estrepitoso fracaso de la película (1.300.000 dólares de recaudación el primer fin de semana, y alrededor de 3.500.000 dólares en toda su andadura comercial, sobre un coste final inconfesado, incluyendo gastos de promoción y distribución, de más de cien millones), acabó con la carrera del recién nombrado presidente de la United Artists, Andy Albeck, quien dimitió resignado, y con la del jefe de producción Steven Bach, que fue despedido, junto a otros cuatro ejecutivos de la compañía. Bach escribió el libro "Final Cut, Art, money and ego in the making of Heaven´s gate" .La guinda del pastel, vino dada por unas declaraciones del propio Cimino, totalmente desafortunadas. El realizador afirmó. “... un amigo me dijo que hicimos la película para la generación errónea... Una vez fuimos un país que valoraba la habilidad y el individualismo. Creo que estamos en el proceso gradual de perder la importancia que dábamos a esas cualidades”. Tales declaraciones que hacen pensar que probablemente Cimino habría hecho una aproximación muy personal a la novela El Manantial de Ayn Rand, todo un canto al individualismo y la integridad, frente a la mediocridad colectiva que, se supone, sería su siguiente proyecto para United Artists.

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La estrategia de la industria ante el desastre fue diáfana y contundente: cerrar filas en torno al megalómano realizador. Como quiera que Michael Cimino tuvo el control total de la producción, la culpa del debacle era por completo suya, y de su arrogancia. Cimino, según los productores, había olvidado que la finalidad del cine de Hollywood era entretener y ser rentable. Este fracaso, unido al estrepitoso del año siguiente, el de Francis Ford Coppola con su película-empeño personal, la excelente "Corazonada (1982)", que acabó con el sueño de su estudio alternativo Zoetrope, supusieron las excusas perfectas para rediseñar la manera de hacer cine en la industria. Lejos, bien lejos, quedaba la megalomanía de los realizadores del denominado new Hollywood, ese cine surgido a finales de los 60, cuyo origen muchos teóricos del cine lo sitúan en "Bonnie & Clyde (1967)", de Arthur Penn, que eclosionó en los 70 (con la generación de Spielberg, Coppola, De Palma, o Scorsese), que combina el tono marcadamente intelectual, con el espectáculo y entretenimiento y que, al responder la taquilla, otorgó a los realizadores, el control total sobre los productos. El control sobre las decisiones y el resultado final, volvía irremisiblemente a los ejecutivos de los estudios, como antaño, en los tiempos de Louis B. Mayer. La diferencia, sin embargo era notoria. Meyer o Irving Thalberg, eran hombres de cine, mientras que en los 80, las productoras llevaban años en manos de conglomerados empresariales cuyos ejecutivos no tenían la más remota idea del proceso de hacer cine. Es el modelo que prevalece en la actualidad. 

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Se coloca a Michael Cimino en la inconfesable lista negra, la que le cierra todas las puertas del negocio del cine para futuros proyectos. Se le otorga el premio Razzie al peor director de 1982 y su carrera es lanzada a la deriva del ostracismo, salvada ocasionalmente por algún productor avispado como Dino de Laurentiis, quien le produciría largometrajes magníficos como "Manhattan Sur (1984)" y "37 horas desesperadas (1990)", que el director afrontó con encomiable oficio. Será ese hermoso poema visual titulado "Sunchaser (1996)" su último trabajo tras las cámaras, sin contar su participación en el filme colectivo "A cada uno su cine (2007)", donde se recopilan 35 cortometrajes, dirigidos por realizadores como Theo Angelopoulos, Chen Kaige, Olivier Assayas, los Hermanos Cohen o Manoel de Oliveira, con ocasión al 60 aniversario del Festival de Cannes. Cimino continúa en la actualidad hablando de cine con su entusiasmo casi intacto. Ha continuado escribiendo guiones y planificando películas (tiene escrito un libreto en el dialecto Sioux, con el que pretende, nada menos, que la reconciliación de América con la nación india), pero nadie toca a su puerta. Michael Cimino estaba convencido que "La Puerta del Cielo" le daría su lugar en la historia del cine... tenía razón.

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Analizando esta obra, más de 30 años después, en su versión íntegra (que pudimos ver en España por vez primera gracias a un cuidado pase en TVE, en los tiempos en los que su directora era la realizadora Pilar Miró), quizá sea momento de ir al valor de la obra en sí, pues el tiempo coloca todo en su preciso lugar. Las críticas sufridas por la película en su momento, algunas de las cuales hemos citado más arriba, se centraron prácticamente en la arrogancia del gasto, en la prepotencia del realizador y en cierto anecdotario “rosa” del rodaje. Tales circunstancias, sin duda, nublaron el buen juicio. Tal vez, parafraseando a Juan Tejera en su excelente libro, los árboles no dejaron a los críticos ver el bosque. Durante el visionado de esta compleja película, es inevitable pensar en que era imposible que este western claramente “de izquierdas”, filmado, además, en unos tiempos donde el género no gozaba del favor del público, pudiese triunfar en la taquilla. Es un western rebelde, que trata de sacudir conciencias, que navega a contracorriente, contra el poder establecido.

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"La puerta del cielo" narra con énfasis la guerra emprendida por la acaudalada y todopoderosa Asociación de Criadores de Ganado, liderados por Frank Canton (Sam Waterston), contra unos humildes granjeros rusos, alemanes y eslavos, que han viajado a América para tratar de obtener su “pedazo” del sueño americano, a quienes consideran “Emigrantes que se hacen pasar por granjeros. Ladrones y anarquistas que explotan nuestros campos”. Apoyados por el Gobernador del Estado de Wyoming, el Senado, el Congreso y por el mismo Presidente de EEUU, la Asociación posee una lista de 125 nombres de personas a exterminar. La película convierte a la “respetable” Asociación de ganaderos, en un grupo de asesinos, amparado por altas personalidades de la política y estamentos sociales del país. Cuando la Caballería irrumpe en el enfrentamiento final (que van ganando los emigrantes) y acude al rescate, enarbolando una enorme bandera americana, lo hace para proteger a los villanos de la función. Canton había dicho en su primera secuencia, ante los integrantes de la Asociación “si fracasamos, fracasará la bandera de los EEUU”. En los instantes que preceden la irrupción de los soldados, hemos visto a las mujeres y niños armados y en lucha por una vida mejor, en un enfrentamiento que no buscaron, muriendo acribilladas salvajemente. Asesinos precisos y bien entrenados y bien pagados, contra famélicos e inexpertos campesinos emigrantes, en los que se ceba la crueldad y la desgracia. 

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Cimino destroza los cánones del western clásico en la narración de enfrentamientos hasta entonces arquetípicos. Toda una carga de profundidad dentro del propio sistema, que acabó estallando ante el propio creador. La culpa del fiasco, debe de ser sin duda, compartida con los productores, obnubilados por los oscars amasados por la anterior película del guionista y realizador. Es evidente que Cimino dio todo lo que era capaz en esta película, culto excesivo a la búsqueda de la perfección. Narrada con la ambición de quien pretende estar narrando la película definitiva, es una mezcla de western crepuscular y epopeya histórica, con un triangulo amoroso, como concesión a la comercialidad, pero triunfa como retrato del sufrimiento humano y del desencanto de las causas perdidas, ante el triunfo de la impunidad legal. Los personajes principales están bien delimitados. El Marshall James Averill (inexpresivo pero carismático Kris Kristoferson), estudiante de Yale, un hombre idealista, íntegro y justo, prototipo de Aristócrata que traiciona a los suyos (así se lo reprochará Canton), luchando a favor de la plebe desfavorecida contra el intolerante establishment.

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El mercenario Nathan D. Champion (Christopher Walken, un tanto inadaptado en pantalla, como su personaje), asesino de emigrantes, que encontrará su integridad perdida al saber que el amor de su vida, la prostituta Ella Watson (Isabelle Huppert) está en la lista de la Asociación por aceptar en su burdel cabezas de ganado robadas a los todopoderosos ganaderos. El bloque central (tras el enorme prólogo en Yale, en 1870), transcurre en 1892, los días del asalto del Condado de Johnson, en los alrededores de la ciudad de Casper, en el estado de Wyoming, por parte de la Asociación y sus asesinos. La versión de 219 minutos comprende un epílogo que transcurre en un Yate en Newport, Rhode Island, donde Averill reflexiona sobre los hechos acontecidos. Cimino se toma su tiempo entre bellísimos paisajes del cielo y la inmensa llanura (en estupendas localizaciones repartidas entre Montana, Idaho, Oxford y Rhode Island), bailes sobre patines, o el bellísimo baile de James y Ella en solitario, entre solemnes cabalgadas, románticos paseos en carruaje, secuencias íntimas de pareja, polémicas asambleas y la batalla épica final. Concede atractivos diálogos para actores como John Hurt, Jeff Bridges, Terry O´Quinn, Geoffrey Lewis, Mickey Rourke o Brad Dourif, que enriquecen cada plano en el que intervienen. La predilección del realizador pasa por secuencias largas, por el gusto por introducir multitudes en el plano, mostrando un absoluto dominio del espacio y del encuadre, por ciertas citas pictóricas (no es difícil reconocer en la secuencia donde Ella se baña en un riachuelo, los famosos cuadros de las bañistas de Renoir), sin terminar de encontrar siempre un tono equilibrado, que sí estaba en las tres horas de "El Cazador (1979)".

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La película posee una bellísima banda sonora, a cargo del joven David Mansfield, que cuenta con un pequeño papel en la película (el violinista sobre patines que abre el baile en el local Heaven’s gate), inseparable a la filmografía de Cimino. La música, que utiliza en muchos pasajes la balalaika, instrumento de cuerda empleado por Maurice Jarre para "Doctor Zhivago (1965)", de David Lean, está maravillosamente integrada en la trama, casi a modo de musical clásico. Destaca el empleo trágico del hermoso Vals Danubio Azul, de Johann Strauss, al que se recurre en diferentes tempos durante la cinta. El realizador cuenta en ese apartado con la ayuda inestimable de músicos como T-Bone Burnett, con el que consigue un fascinante uso de cierta música tradicional que luce en todo su esplendor en la sensacional secuencia del baile-patinaje. Esta hermosa película cuenta igualmente con una magnífica fotografía, muy criticada en su momento (Ebert fue demoledor al respecto), obra del Húngaro Vilmos Zsigmond, unos de los grandes operadores de Hollywood, que retrata magistralmente la épica del sufrimiento, con esos apropiados tonos sepia, que lo invaden todo, junto al polvo y tierra, es decir, aquello por lo que se lucha en la película.

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La obra, pese a todos sus límites, defectos e irregularidades, es definitivamente apasionante, en su versión de 219 minutos. El remontaje de 140 minutos, que reordena escenas, añade confusión, y resta sutileza con una inapropiada voz en off del protagonista, no hace justicia a la solemnidad y belleza que su realizador quiere expresar. El metraje completo es una obra muy bien pensada, que rebosa poética y lirismo, rodada con sensibilidad y elegancia, con un uso dramático del paisaje (un poco a la manera de Anthony Mann), en el que son perceptibles los ecos del cine de Sergei M. Eisenstein, en el tratamiento trágico de la desclasada población emigrante. Un buen ejemplo de esa influencia es la secuencia de la mujer eslava, una de las prostitutas de Ella, que ha tenido que matar a su esposo, retorcido por el dolor (un carro ha pasado repetidamente sobre sus piernas), se coloca una pistola en la boca y se pega un tiro, al ver a la Caballería con la bandera norteamericana ondeante socorriendo a los asesinos de la Asociación. El brazo fuerte de la ley ayuda al poderoso. No hay cabida para la “insoportable levedad” del sueño americano. No existen imágenes muy diferentes en "El Acorazado Potemkin (1925)" de Eisestein.

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Otra secuencia magnífica es la primera aparición de Nathan D. Champion, mercenario inicialmente al servicio de la Asociación de ganaderos. Champion irrumpe furtivamente en la granja de los Kovach, una familia de emigrantes que han robado una cabeza de ganado. La silueta de Champion se vislumbra tras una sábana de tela tendida para ocultar el destripamiento del animal. Empuña un fusil. Dispara a través de la tela y mata a Kovach. La cámara enfoca a Champion a través de la tela desgarrada. Tras la llegada de la esposa gritando a asistir a su esposo moribundo, vemos al mercenario darse la vuelta e irse, a través del mismo agujero de la sábana destrozada por su disparo. Es imposible permanecer impasible ante la solemnidad y belleza de las imágenes de esta incomprendida obra de arte, aunque reivindicada actualmente, en parte gracias a flamantes ediciones en formato doméstico, en EEUU e Inglaterra, que respetan y enaltecen la visión de su realizador. Un apasionante fresco histórico, monumento a la ambición y la arrogancia, sin duda, pero que permanece como un canto a la personalidad del director de cine (para lo bueno y para lo malo) y se erige en una de las obras imprescindibles del séptimo arte.

Frases para recordar:

"-Esto es propiedad privada. Podríamos dispararle legalmente.
-Legalmente, bastardos, tienen derecho a proteger su propiedad, pero, a menos que tengan una orden judicial por cada nombre de esa lista, ¡permanezcan fuera de mi condado!
-Usted estorba cualquier esfuerzo para proteger nuestra propiedad y la de los miembros de su propia clase.
-Usted no es de mi clase, Canton y nunca lo será. Primero tendría que morir y volver a nacer."

"... Este ya no es un país de pobres...".

"-Empieza a ser peligroso ser pobre en este país ¿verdad?
-Siempre lo fue".

"¿Sabes lo menos que me gusta de ti, Jim? Eres un hombre rico, tienes un buen nombre... sólo finges ser pobre."

"¡Se oponen... a... a cualquiera que se asiente y mejore las cosas en este país!
O al que intente hacer algo más que pastos de ganado... para... para los especuladores del este. ¡Ellos instauraron la idea de que los pobres no tienen nada que decir sobre los asuntos de este país!".

Frase de Michael Cimino para la revista Sofilm en el número nº3 julio/agosto 2.013:

"El ritmo de la película es lo más importante y eso se implanta desde el principio. Cuando uno escribe, no deja nunca de dirigir, y cuando dirige ha de estar totalmente implicado. En La puerta del cielo, no necesitaba ni mirar el guión, sabía lo que estaba haciendo con todo detalle."


la puerta del cielo
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Título original: Heaven´s gate.

Director: Michael Cimino.

Intérpretes: Kris Kristofferson, Isabelle Huppert, Christopher Walken, Jeff Bridge, John Hurt.


Trailer:



Escena:


B.S.O.:




Información complementaria:

Reseña escrita por Manuel García de Mesa


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