HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE (2016). La historia de Desmond Doss.

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1. ¿EL REGRESO DE MEL?

Mucho se ha escrito estos días sobre el regreso por la puerta grande y sobre el supuesto renacimiento de la carrera de Mel Gibson. Creo que para ser precisos, Gibson nunca se ha ido. Cierto es que desde 2006 no se colocaba detrás de las cámaras. Pero no debemos olvidar que no ha parado de desarrollar proyectos personales a través de su productora, ni que a lo largo de la presente década ha intervenido como actor en seis largometrajes de otros. Las excelentes Al Límite (Edge of Darkness, EEUU, 2010), de Martin Campbell y El Castor (The Beaver, EEUU, 2011), dirigida por su amiga personal, la también actriz y realizadora Jodie Foster (una de las personas de la industria, junto con Robert Downey Jr, que han defendido a capa y espada a Gibson durante estos años). También ha intervenido en dos filmes que son dos auténticos "placerazos culpables", dos filmes altamente disfrutables: Vacaciones en El Infierno (Get The Gringo, EEUU, 2012), de Adrian Grunberg y Blood Father (Francia, 2016), de Jean-Francois Rochet. Pero también ha participado en las soporíferas Machete Kills (EEUU, 2013), del insufrible Robert Rodríguez y Los Mercenarios 3 (The Expendables 3, EEUU, 2014), de Patrick Hughes, donde Gibson, ex mercenario y villano de la función, no tiene el menor de los problemas para "robar" la película a todos sus testosterónicos compañeros de reparto.

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A estos filmes hay que añadir la intervención de Gibson en un filme de interés,  The Professor and The Madman, dirigido por el Co-guionista de Apocalypto (EEUU, 2006), Farhad Safinia, sobre un guión en el que ha participado nada menos que el realizador John Boorman, y donde la estrella comparte protagonismo con otro polémico actor y realizador: Sean Penn.

Pese a toda la sobradamente conocida polémica acerca de sus desafortunadas declaraciones, así como acerca de ciertos aspectos igualmente desafortunados de su vida privada, de sobra aireados y conocidos, el director de Braveheart (EEUU,1995) no ha estado quieto. Cierto es que no dirige desde la magnífica y mencionada Apocalypto, y ha tenido que lidiar con cierto boicot desde la propia industria, que, pese a su desafortunado comportamiento, no deja de encerrar una gran hipocresía (sirva como ejemplo el hecho de que los miembros del reparto de la saga Resacón en las Vegas se negaron en redondo y ejercieron presión para evitar la entrada de Gibson en el reparto de la primera secuela de la saga como el tatuador de Tailandia, como si el hecho de que Gibson sea un bocazas influyera en su talento como actor y realizador).

A los filmes antes mencionados, hay que añadir el desarrollo de muchísimos proyectos, algunos han visto la luz como Asylum (Stonehearst Asylum, EEUU, 2014), de Brad Anderson, y otros que no han encontrado el cauce de financiación. El boicot y el (relativo) cierre de puertas al cineasta, incluye la cancelación de su filme como realizador sobre los vikingos hablado en el escandinavo del Siglo XII, para el que el realizador ya tenía perfilado el casting y un guión prácticamente listo para rodar, así como interesada a una estrella en el cenit de su carrera, que se retiró discretamente, Leonardo di Caprio.

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2. EL QUINTO FILME.

¿Cómo se adentra una persona en el lugar más terrible de la tierra sin llevar un arma?. Este fue el Speech, el resumen con gancho de un guión que se esgrime en los entresijos de la industria, con el exclusivo fin de interesar a alguien de prestigio en el proyecto. Con la mencionada frase, se logró captar la atención del cineasta Mel Gibson para que se involucrase en el filme que nos ocupa. Ayudó el hecho de que la tercera versión del guión que narra la historia del objetor de conciencia Desmond Doss venía revisado y encabezado por Randall Wallace, amigo personal de Gibson, guionista de Braveheart, y guionista y realizador de Cuando éramos soldados (We Were Soliders, EEUU, 2002), que protagonizó el intérprete de la saga cinematográfica de Arma Letal.

Gibson, que se reconoció en muchos aspectos tratados por el filme, como el punto de vista religioso, o la poderosa figura paterna del protagonista, revisó el borrador de Wallace junto a Andrew Knight (guionista de El Maestro del Agua - The Water Diviner Australia, 2014- protagonizada y dirigida por Russell Crowe) para reconducir el libreto a su universo personal, mejorando los personajes y cuestionando las motivaciones del protagonista, para que todo lo acontecido en la segunda mitad quedase perfectamente explicado para la audiencia. El libreto final lo suscriben, el mencionado Andrew Knight y Robert Schenkkan (guionista de El Americano Impasible -The Quiet American, EEUU, 2002-, de Phillip Noyce o de la excelente serie de HBO The Pacific, que ya nos adelantaba "el infierno en la tierra" que se vivió en Okinawa), firmante del borrador original.

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El regreso del controvertido y apasionante actor y realizador Mel Gibson a la primera línea de actualidad detrás de las cámaras, no puede ser más consecuente y coincidente con sus propias ideas e intereses. Su quinto filme, pese a no estar gestado por él desde el comienzo, está plagado, como ya hemos adelantado, de referencias inequívocas a la Religión, a La Biblia, al Dios Cristiano y al No Matarás como uno de sus más destacados mandamientos. En definitiva, el filme está trufado en su espina dorsal narrativa del conservadurismo más recalcitrante, ecosistema en el que el cineasta se encuentra muy cómodo, y que no es habitual observar en el cine comercial que nos llega de Hollywood en la actualidad, o al menos, nos suele llegar con otros envoltorios menos directos y evidentes. Nos guste más o menos, y pese a que en algún momento pueda resultar un poco cargante, es evidente que las referencias conservadoras mencionadas, se intercalan perfectamente en el discurso fílmico, pero también en la estructura narrativa del filme. Toda esta parafernalia religiosa forma parte de las motivaciones del protagonista, el objetor de conciencia Desmond Doss (interpretado correctamente por Andrew Garfield), forma parte del forjado ideológico del protagonista. En ese sentido, el filme introduce un factor poco explotado en el género: un objetor de conciencia que se enrola voluntariamente en el ejército, realizando el entrenamiento y siendo destinado al cuerpo médico, autorizado expresamente por la corte militar que lo juzgó, con el fin de pasearse por el escenario bélico más encarnizado, que se niega a empuñar arma alguna, pero que desea ser útil salvando vidas. Resulta impresionante comprobar cómo en EEUU en los años 40 del Siglo XX, la legislación emanada del Congreso ya contemplaba la posibilidad de ser objetor de conciencia. La decisión del soldado Doss le reportó la medalla de honor del Congreso del país, siendo el primer objetor en recibirla.

La película contiene dos segmentos diferenciados de manera meridiana. El primero es claramente biográfico del personaje, y está ambientado en Virginia. La importancia del padre en la vida del protagonista, veterano de la Gran Guerra, alcohólico, maltratador, pero decisivo en su odio a disparar; el efecto que causa en el personaje una confrontación cuerpo a cuerpo con su hermano, que pudo terminar en tragedia para éste, son dos circunstancias que tienen mucho que ver en la formación de sus convicciones. Dicho segmento, más melodrama que filme de guerra, recuerda a la estructura de largometrajes clásicos del género que también contenían una parte introductoria, como El Sargento York(Sargeant York, EEUU, 1941), de Howard Hawks o Más allá de las Lágrimas (Battle Cry, EEUU, 1955), de Raoul Walsh.

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La segunda parte, puro enfrentamiento bélico, recrea el infierno en la tierra en forma de colina (como aquella película dirigida por Anthony Mann ambientada en Corea), o más bien de un siniestro acantilado (el del título original del filme), por el que se asciende a través de un entramado de cuerdas, que conduce hacia uno de los epicentros de la Segunda Guerra Mundial. Un lugar de niebla, muerte y desolación. El frente del Pacífico supuso una dura campaña de desgaste, con combates encarnizados isla por isla. En la isla de Okinawa, la defensa japonesa fue despiadada, desesperada y salvajemente implacable. Había la consigna de resistir al coste que fuese, pues el siguiente escenario a combatir ya sería el Japón. En este segmento del filme los espectadores vamos literalmente a la guerra. La intensidad de los primeros treinta minutos de Salvar al Soldado Ryan (Saving Private Ryan, EEUU, 1997), de Steven Spielberg, Gibson la sostiene durante algo más de una hora. Las secuencias bélicas no sólo son magistrales debido a esa intensidad, es que además el cineasta logra construir unas imágenes muy personales, algunas filmadas con su particular dominio de la cámara lenta, que contienen su descarnado sentido de la violencia, del que hace gala en anteriores y ya emblemáticos filmes de filmografía.

Por otra parte, para aquellos que ya han atribuido al realizador la intención de enaltecer el conflicto bélico, quedan los instantes donde se nos invita a reflexionar cómo en el peor lugar de la tierra, donde la vida humana vale más bien poco, y es completamente efímera, donde la muerte se enseñorea complacida, hay lugar para los actos más sobrecogedores de solidaridad humana.

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En resumen, Hasta el Último Hombre es un filme brillante, excelente en su aspecto visual, al que se apuestan, como siempre en la filmografía de su realizador, todas las bazas. Deliberadamente, los filmes de Gibson parecen muy rutinarios a nivel de guión. Esa sensación obedece a que para el cineasta el libreto es simplemente un punto de partida, una guía en el camino, un medio, un instrumento, no el fin en sí mismo al que aferrarse a vida o muerte. El libreto para Gibson puede, y debe, mutar. La palabra debe ceder ante la imagen, pues es en el terreno visual donde se define el filme de un modo revelador. El filme es apenas correcto en la interpretación. Sobresale el mencionado Hugo Weaving, Garfield está simplemente correcto y los personajes a cargo de Vince Vaughn o Sam Worthington, son de escasa complejidad y prácticamente meros estereotipos. El soldado Smitty, interpretado por Luke Bracey, resulta ser un personaje con algunas aristas de interés.

En mi opinión, el mérito de la intensidad del filme, de cómo su visionado nos sobrecoge como espectadores, corresponde por completo a su personal realizador. Secuencias como la del forjado de la convicción del “no matarás” en el personaje central, tras ver cómo su padre maltrata a su madre; o la del comienzo de la contienda bélica que abre la segunda mitad del filme; o toda la set piece del salvamento de los heridos compatriotas de Doss, que finaliza con ese plano de éste en la camilla descendiendo gracias a unas cuerdas, suerte de metáfora de Jesucristo en la crus por su sacrificio por sus semejantes, quedan para la eternidad del séptimo arte.

Una gran noticia el regreso de Mel Gibson a la puesta en escena, con un filme que despertó una merecida ovación, y estupendas críticas, en su exhibición en el festival de cine de Venecia 2016.

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Título original: Hacksaw Ridge.

Director: Mel Gibson.

Intérpretes: Andrew GarfieldVince VaughnHugo WeavingTeresa PalmerSam WorthingtonLuke BraceyRachel Griffiths.

Trailer:


B.S.O.:


Reseña escrita por Manuel García de Mesa 


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