CAROL (2015). Filmando la progresión del amor y el deseo.

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1. TODD HAYNES. CINEASTA DE MANERAS CLÁSICAS EN LOS COMPLEJOS ENTRESIJOS DEL CINE ACTUAL.

"Los directores jóvenes están obsesionados con mover la cámara, como si bastara para construir las historias. En ello hay una gran inseguridad. En el uso de la cámara está la diferencia entre los niños y los hombres." (Orson Welles)

La situación del cine actual es a la vez compleja y en cierto modo precaria, pero definitivamente halagüeña y apasionante. Es complicada porque los cauces de financiación cada vez son más difíciles de lograr. En cada aventura cinematográfica hay muchas productoras envueltas en el desarrollo financiero de un filme. No hay más que ver los créditos de una película para comprobar la cantidad de productoras, distribuidoras, así como los propios actores comparten el riesgo y ventura de las películas en las que intervienen, con ese cargo de productor ejecutivo, cajón de sastre que da a entender que quien figura bajo esas letras ha impulsado notoriamente el proyecto. Pero de ese mestizaje, de la necesidad de colaboración global, el cine se ha beneficiado notablemente. No hay que ver más que ver un filme como The Salvation, un Western excelente (hábil híbrido, provisto de elementos que recuerdan filmes tan variados como Centauros del DesiertoLos Siete Samurais, o ciertas constantes del Spaghetti Western), resultado de una coproducción entre Dinamarca, Reino Unido y Sudáfrica, rodado en este último país y dirigido notablemente por uno de los firmantes del movimiento Dogma 95, con unos criterios y resultados que nada tiene que ver con dicho movimiento, que sus artífices han dado de alguna manera por perdido. La competencia feroz de la televisión por cable, con HBO, Netflix o AMC a la cabeza, el auge de los videojuegos, de los Parques Temáticos, o de la nefasta piratería, no se lo ponen nada fácil a la séptima de las artes. Sin embargo, el cine encuentra su manera de reinventarse, de entrelazarse maravillosamente con su pasado más solemne y glorioso y de estar ahí, puntualmente, cada año, ofreciendo obras tan embriagadoras, solemnes y personales, como Carol, que concilian al cinéfilo con el cumplimiento del ritual, cada vez más extraño e ingenuo, de acudir habitualmente a una pantalla de cine con la intención de ver historias con algo que contar.


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Tanto en el cine de Todd Haynes, como en muchas de las muestras más significativas del cine estadounidense actual (véase las memorables carreras de los directores Paul Thomas Anderson o de James Gray por ejemplo), podemos observar una tendencia interesante. En su búsqueda de su propia idiosincrasia, el cine actual, de alguna manera, necesita mirar a su propio pasado, especialmente al cine de la década de los años 70, por lo que tuvo de rebelde, osado, rupturista y desmitificador, de revisionista, en definitiva, de los géneros y por supuesto a las maneras por así decirlo, más convencionales, anteriores a ese período. Nada de ello es baladí. Es un ejercicio necesario: mirar de frente lo que otros genios de la séptima de las artes han llevado a cabo, para poder reafirmarse, realizar afortunadas (aunque no siempre) reinterpretaciones y relecturas, de modo que el arte del siglo XX, pueda seguir adelante y continuar su camino. Como dice el personaje de Carol Aird al de Therese Belivet en un momento del filme: "El talento no es algo que deban decir los demás que lo tienes. Lo que debes hacer es trabajar duro. Usa lo que te venga bien…y tira el resto."

El expresionismo cinematográfico del neoyorkino Todd Haynes a primera vista parece comprender tres inquietudes: Retrato de personajes homosexuales, un impecable gusto por la música, muy cuidada y acorde a sus imágenes y por supuesto, el tutelaje de ciertas estructuras narrativas de determinados filmes clásicos. Sin embargo, sería injusto quedarse en ese acotado umbral. Argumentalmente, el cine de Haynes es muy rico en mestizaje artístico-cultural. Cada película suya, desde su ruidosos debut, Poison (EEUU, 1991), con sus tres historias entrelazadas por la violencia y el sexo, a cual más desquiciante, suele ser un compendio de influencias de las diferentes artes, ya sean literarias, pictóricas o cinematográficas. Sus películas están pobladas personalidades complejas, de seres que buscan la manera de encontrar su identidad personal en el mundo. El propio Haynes define esa búsqueda de la identidad como algo cambiante, como una especie de pacto que hacemos con nosotros mismos entre los cánones que nos marca la sociedad, que nos limita y aprisiona en muchos aspectos, y nuestros propios deseos o aspiraciones personales, no siempre logrados.

Haynes ha centrado tres de sus trabajos más representativos, Lejos del Cielo (Far From Heaven, EEUU, 2002), la miniserie Mildred Pierce (HBO, 2011) y Carol, en retratar personajes femeninos absolutamente prisioneros de la rígida y opresiva sociedad en la que viven, pero que de un modo u otro, tratan de encajar en esos oasis o suerte de compartimentos estancos que, paradójicamente existen en una sociedad represiva como la estadounidense de los años 40 y 50. Esos márgenes permiten el desarrollo de personalidades en perpetuo y legítimo desafío a las (rígidas) convenciones sociales. Una serie de televisión como Masters of Sex (Sony, 2013-), la sensacional serie sobre la revolución sexual propiciada por William Masters y Virginia Johnson en EEUU en los años 50, deja claro que en la sociedad de los años 50, dos mujeres viviendo juntas, pueden vivir como pareja, siempre y cuando tengan sus precauciones y dominen una especie de lenguaje clave, privado y en cierto modo codificado.


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Sin duda, y el propio realizador lo deja claro en sus entrevistas, adora el cine americano clásico y sus formas. Sus filmes de un modo u otro adoptan formas o estructuras narrativas clásicas que al cinéfilo atento proporcionan auténtico goce descubrir y reconocer. No se trata de que Haynes quiera mostrar de un modo exhibicionista su dominio de las formas clásicas o su erudición cinéfila. Sus homenajes no suponen, dicho de otro modo, actos de mera complacencia o exhibición.

Velvet Goldmine (EEUU, 1998) contenía una estructura muy similar a Ciudadano Kane (Citizen Kane,1941), de Orson Welles. Personajes de lo más dispares, y extravagantes (el filme está ambientado en plena era del glam rock de principios de los 70 en Inglaterra), construyen sin orden cronológico la figura del ídolo musical Brian Slade (Jonathan Rhys Meyers), a raíz de la investigación periodística que emprende el reportero Arthur Stuart (Christian Bale). En Lejos del cielo el realizador proyectaba una mirada (nada complaciente) a los melodramas del realizador alemán Douglas Sirk para la productora estadounidense Universal, y en particular a Sólo el Cielo lo sabe (All That Heavens Allows, EEUU, 1955), donde también hay una sutil historia de amor entre una mujer de alta clase social y su jardinero, y al tono visual (especialmente el uso dramático del Technicolor), de Escrito Sobre el Viento (Written on the Wind, EEUU, 1956) la obra maestra absoluta de Sirk. En Mildred Pierce, miniserie de HBO rodada en formato 16 milímetros, Haynes adoptaba la misma historia que el melodrama con ribetes de film noir, basada en la novela de James M. Cain, Alma en suplicio (Mildred Pierce, EEUU, 1945), de Michael Curtiz. La película le valió un merecido Óscar a Joan Crawford por el papel que realiza Kate Winslet para Haynes. Éste lleva a la historia más allá en el terreno sexual, pues Haynes ha tenido, obviamente, muchísima más libertad que Michael Curtiz en su día para desarrollar la historia. De igual modo, la miniserie renuncia a la estructura en flashback y a la trama criminal, que configuraban la espina dorsal de la narración en el filme clásico.

Para Carol, Haynes toma prestada y en muchos aspectos mejora, la maravillosa construcción narrativa del clásico Breve Encuentro (Brief Encounter, R.U., 1945), de David Lean, y en concreto la idea de empezar el filme por el final de una conversación clave entre los personajes, interrumpida por una tercera persona. A esa interrupción sigue un enorme flashback (en Carol prácticamente imperceptible) que nos aporta toda la información hasta llegar a dicha conversación, que veremos en su plenitud.

El cineasta confiesa haber revisado para la ocasión, películas como La Extraña Pasajera (Now, Voyager!, EEUU, 1942), de Irving Rapper, Rebeca (EEUU, 1940), de Alfred Hitchcock, Carta a una desconocida (Letter from an unknown, EEUU, 1948), de Max Ophüls (sobre la novela corta de Stefan Zweig), o el filme independiente y de bajísimo presupuesto, filmado casi íntegramente en las calles de Nueva York, Lovers and Lollypops (EEUU, 1956), de Morris Engel y Ruth Orkin, todo un retrato de la ciudad en los años 50 y referente ineludible en cineastas como John Cassavetes, o en movimientos cinéfilos como la Nouvelle Vague francesa. Además de estas influencias, el filme recuerda en ciertos aspectos, a La Calumnia (The Children’s Hour, EEUU, 1961), de William Wyler, sobre todo en el look del personaje que soporta maravillosamente la actriz Roony Mara, muy parecido al de Audrey Hepburn en aquél filme.

Visualmente, en las imágenes de Carol hay detalles que recuerdan a algunos filmes de Wong Kar Wai, y en concreto planos de Deseando Amar (In the mood for Love, Hong Kong, 2000) o My Blueberry Nights (Hong Kong, 2007).

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2. TERCERA COLABORACIÓN HAYNES Y LACHMAN. LA CREACIÓN DEL UNIVERSO CAROL.

-"Para mí, esta novela de Patricia Highsmith está en línea con toda su obra clásica, porque sus historias tradicionales (Extraños en un tren, El Talento de Mr. Ripley) se adentran en la subjetividad de la mente criminal." (Todd Haynes).

-"Carol es una historia criminal…el crimen es su amor mutuo” (Ed Lachman) (1)

Cuando el director Todd Haynes llega a esta obra maestra, ya hay un proyecto en marcha. Hay un guión y una actriz principal de primer nivel contratada, dispuesta a asumir su riesgo en la empresa. Es la primera vez en su filmografía, que el cineasta no escribe el guión de aquello que filma. Haynes lee la novela El Precio de la Sal, de Patricia Highsmith, después de leer el brillante guión escrito por Phyllis Nagy. Nagy es toda una autoridad en la escena teatral inglesa, que ha necesitado 15 años, según ella misma cuenta a la revista Vanity Fair, para terminar de pulir y darle el toque justo y adecuado a su adaptación de la obra de Highsmith, a quien conoció personalmente y con quien le unió una profunda amistad. Haynes se muestra prendado e interesado con la historia. El cineasta, todo un intelectual dotado de una personalidad y creatividad apabullantes, trae consigo al proyecto a su director de fotografía, colaborador regular desde la citada Lejos del Cielo, Edward Lachman. Pese a que Carol transcurre en los Años 50 del Siglo XX, como ocurría con el filme mencionado, Todd Haynes tuvo claro desde el principio que iba a realizar una aproximación visual y sensorial notoriamente diferente al filme de 2002. Si Haynes y Lachman decidieron filmar Lejos del cielo en el Technicolor de los años cincuenta, donde todo el entorno es de una pulcritud ejemplar y las ubicaciones del filme parecen las de un plató de Hollywood, para Carol, planean una aproximación diferente. Se trata de despojar la imagen de aquellas herramientas, para buscarle su específica identidad, partiendo de otras influencias. En ese sentido, tres decisiones fueron claves a este respecto:

1. Partir de la novela-ensayo de Roland Barthes Fragmentos de un Discurso amoroso. Uno de los libros más icónicos de la literatura francesa del Siglo XX. La primera edición, de 1977, compuesta por 15.000 ejemplares, se vendió en tan solo dos semanas. Barthes detalla con mucha precisión el subjetivo proceso de enamoramiento y de conversión de la persona de la que nos enamoramos, en un objeto del deseo. Incide el intelectual francés igualmente en la sensación de bienestar y dolor que nos causa observar y estar al lado de la persona amada. Barthes, que como él mismo afirma, desembarcó en la vida intelectual casi inmediatamente después de la liberación de París, con Jean Paul Sartre de referencia, se refiere al tema relatado en su libro del siguiente modo:

“El sentimiento amoroso habla mucho. Es muy charlatán, al menos en la cabeza del enamorado, pero de hecho el que habla tiene la impresión, por otra parte torturadora, de que realmente nunca puede expresarse, nunca puede expresar ese sentimiento amoroso”.

“La espera, esperar al otro, esperar a aquel o a aquella a quien uno ama, es una figura cardinal del sentimiento amoroso. El enamorado pasa su vida, su tiempo esperando. Si va a una cita, siempre es él o la que espera.”. (2)

Haynes decidió que el filme iba a adoptar principalmente el punto de vista y la mirada de Therese,  la joven empleada de unos grandes almacenes, que aspira a ganarse la vida como fotógrafa. Más concretamente, el cineasta dedica un esfuerzo considerable a retratar la fascinación que sobre ella ejerce el personaje de Carol, una mujer de mediana edad, madura, con mucha personalidad, atractiva y muy elegante, irresistible en su arte de seducción, que adopta los rasgos más glamurosos de la excelente actriz australiana Cate Blanchett. El realizador tiene muy en cuenta los criterios y el tratamiento de Barthes respecto a esa situación amorosa y la hace coincidir con la experimentada por Therese, cuya deriva se produce en el seno de una sociedad asfixiante que ni comprende ni está dispuesta a hacerlo.


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2. La segunda gran decisión fue construir la iluminación y la estética del filme a través de las fotografías emblemáticas realizadas principalmente por mujeres fotógrafas en la posguerra estadounidense, que marca el comienzo de una era dorada del periodismo fotográfico, que duró hasta aproximadamente 1965, cuando el foto periodismo y las revistas en general fueron sustituidos cuasi-definitivamente por la televisión. Hablamos de figuras emblemáticas como Viviane Maier, que dejó más de cien mil negativos fotográficos tomados a lo largo de más de 40 años sin revelar, adquiridas por un historiador aficionado en 2007 de una manera casual, tras la muerte de la artista. Sus fotografías se consideran hoy un resumen-compendio de la historia americana del siglo XX; La fotografía de Ruth Orkin, codirectora de la mencionada película Lovers and Lollipops. Hija de una actriz del cine mudo, los retratos de Orkin de gente famosa como Itzhak Stern o de Leonard Bernstein fueron emblemáticos, pero su mirada al corazón vibrante de la ciudad de Nueva York, se convirtieron en documentos únicos de su tiempo; Helen Levitt, fue una fotógrafa muy interesada en retratar las historia en barrios más pobres de la ciudad de Nueva York, y en esa línea consiguió unos retratos de muchísima riqueza e interés humano; Esther Bubley compaginó una carrera de mucho éxito como fotógrafa para grandes compañías, como Pepsi Cola, Pan American World Airways o laStandard Oil Company de New Jersey, con foto-ensayos más personales e íntimos, donde daba rienda suelta a la construcción de sutiles narraciones, de notable interés cultural y artístico, que exploraron ciertos estereotipos de la época para revistas como Life o Ladie’s Home Journal. 

3. Finalmente, destaca en la particular estética de Carol, el inmenso y minusvalorado trabajo y talento del fotógrafo Saul Leiter, considerado un pionero de la fotografía, muy influido por la pintura. Su “lienzo” más notable fue, precisamente, la ciudad de Nueva York. "Una ventana cubierta de gotas de lluvia me interesaba más que fotografiar a una persona famosa", solía decir Leiter. Tras pasar un tiempo explorando la fotografía en blanco y negro, manipulando la luz con mucha pericia técnica, en retratos, desnudos y fotografía callejera, Leiter dio el salto al color, donde sus grandes influencias pictóricas provienen de artistas como Johannes Vermeer o Pablo Picasso. Las Fotografías de estos maestros de la luz y la sombra, del color y el blanco y negro, han legado a la posteridad iconos únicos que forman parte del imaginario colectivo. Todd Haynes y su director de fotografía Ed Lachman pasaron muchísimo tiempo viendo fotografías de estos formidables artistas, con el fin de construir el pilar estético del filme que tenían entre manos. La obra del pintor Estadounidense Edward Hopper, y en particular los retratos femeninos en cierto estado de aislamiento y nostalgia (la soledad de las vidas americanas fue un tema recurrente en su obra), fue otro referente ineludible. Hopper es un artista que Haynes y Lachman conocen a la perfección. Su influencia en el filme que nos ocupa, también puede rastrearse entre sus referentes visuales.


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3. CAROL. LA PUESTA EN ESCENA DEL DISCURSO AMOROSO.

"Mi ángel... como venida del espacio..."
(Carol a Therese en el filme)

Fondo negro. Créditos. En la pista de audio escuchamos el bullicio normal de una ciudad. Aparece la imagen. Primer plano, sostenido durante unos segundos, de una estructura aparentemente ornamental (parece una bella prisión, una especie de jaula dorada). Una música de corte minimalista, cuya melodía va a marcar el tono del score, sutil, acompaña a la elegante puesta en escena. Al abrirse el plano, la cámara retrocede y podemos comprobar que se trata del enrejado de ventilación del metro. La gente sale de las instalaciones subterráneas y se integra en la calle, bulliciosa. La cámara sigue, sin corte de plano, a un personaje secundario, Jack Taft (Trent Rowland). Estamos en una avenida de Nueva York. El personaje cruza la calle y la cámara con él. Se detiene en un puesto de prensa callejero, compra un periódico y dobla la esquina, hacia otra calle. La cámara se eleva en plano grúa desde la esquina. Jack entra en el restaurante del Hotel Ritz Tower, a la derecha del encuadre.

Corte de plano. Interior del restaurante. Jack conversa con el barman en la barra, al que le entrega el periódico que le vimos comprar. Movimiento panorámico de la sección de las mesas del establecimiento. Al fondo del encuadre, vemos, en una de las mesas, a dos mujeres sentadas, hablando. Una es visiblemente mayor que la otra. El personaje secundario se dirige a una cabina del restaurante a llamar por teléfono y de pronto reconoce a la más joven. Se acerca. Interrumpe la conversación. Hablan de una fiesta que va a tener lugar en breve, de compartir un taxi hacia el lugar. Carol se levanta, declina cortésmente la invitación del joven a acudir a la fiesta. Se despide de éste, con su pose gélida, dándole la mano. Carol y Jack están de pie. Cada uno a un lado de Therese, que está sentada. La cámara enfoca a la joven, que está de espaldas a los dos personajes. Carol se despide de ella colocando cariñosamente su mano por detrás, a la izquierda del encuadre, en el hombro derecho de la joven, que mira con la respiración agitada hacia la mano de la otra mujer, elegantemente posada sobre su hombro durante un fugaz instante.


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Corte al exterior. Plano de la joven a través del cristal de la parte trasera de un taxi, empapado de gotas de agua, pues llueve ligeramente en el exterior. Therese está pensativa, ausente y en clara sensación de soledad y autoaislamiento, pese a estar con algunos amigos que charlan animadamente a su lado y delante del vehículo. Recuerda fugazmente el momento de su “flechazo” con Carol, en la sección de juguetes de los grandes almacenes Frankenberg’s. Desde el taxi, repara en una mujer parecida a Carol. Probablemente esté proyectando una imagen de ella. A partir de este instante, como en Breve encuentro de David Lean, que también comienza por una de las secuencias finales, con una despedida, con el plano de una mano, la de Trevor Howard, en el hombro de otra persona, el de Celia Johnson, lo que sigue es el flashback que ocupa casi toda la película.

Las dos horas que invierte Haynes en filmar la diferente progresión del enamoramiento de las dos protagonistas, contienen la extraña virtud de que nada sobra y nada falta. El punto de vista primordial es el de Therese, por lo que Carol siempre va a aparecer glamurosa y elegante, como una diva. Carol es un filme construido sobre silencios, miradas, gestos que se escapan, o no, de movimientos de manos, del empleo de palabras apropiadas, o no. La cámara apenas se mueve, pendiente del raro arte de encuadrar, de tomarse con calma el que los personajes se miren, se toquen, conversen, compartan silencios, en filmar ceremonias o rituales como hacer el equipaje, o actos de fascinación, como el de la joven Therese de acercar a su rostro una prenda íntima de Carol, cerrar los ojos y empaparse de su aroma.

Narrativamente, nada está en el filme por casualidad. La pasión por la fotografía de Therese, no es un guiño fácil a las mujeres fotógrafas de la época antes mencionadas. Ello podría pensarse, porque en el libro la joven quiere ganarse la vida como escenógrafa teatral. La fotografía se erige en un recurso narrativo, para potenciar el proceso de maduración personal de la joven. La primera foto que ella obtiene de una persona es por supuesto de Carol, cuando se para de camino a la casa de ésta, para comprar el árbol de navidad, que luego decorará con su hija Rindy. Cuando Carol ha recibido la noticia de que no debe acercarse a su hija, hasta que el Juicio ante el Juez de familia tenga lugar, está desorientada y su vida parece cobrar sentido cuando decide comprarle a Therese, su regalo navideño: un maletín conteniendo la última y más moderna cámara de Canon. Las fotografías realizadas en diferentes momentos de euforia y felicidad, aparecen durante el transcurso del filme, como un recurso para resaltar el paso del tiempo y los mecanismos de defensa que ha tenido que desarrollar  la joven.

La secuencia de la primera vez que Therese se sube al coche de Carol (después de la primera cita de ambas para almorzar), ante la escéptica mirada del novio de ésta, Richard Semco (Jake Lacy), son la prueba viviente del punto de vista del filme, de las intenciones y del brillante resultado. Una vez se despiden de Richard, la cámara se instala en el vehículo y vemos un contrapicado de Therese desde el asiento de atrás. La joven está por completo embelesada con la conductora, que le habla, pero su voz resuena como un eco lejano. La sutil melodía de Carter Burwell (que compone la mejor banda sonora de toda su carrera), parece estar sólo en la mente de Therese, y apenas resalta el carácter onírico de la secuencia. Después de pasar por un túnel (que parece conducir a los dos personajes a una vida idílica y soñada), Carol enciende la radio del coche y suena la canción You belong to me, de Helen Foster & The Rovers. Durante toda la secuencia, vemos el rostro complacido de la joven, iluminado, de euforia contenida. Es el rostro de quien está con quien quiere y desea estar, sin restricciones, completamente segura de lo que hace… por una vez en su vida. En la cita anterior, Carol le preguntó a la joven si ella quiere casarse, puesto que le dijo que su novio, Richard, con el que ella considera que no tiene "nada serio”, quiere contraer matrimonio. Ella responde “ni siquiera tengo claro que pedir de comer". La hemos visto, al comienzo de la escena, pedir exactamente lo mismo que Carol para almorzar.


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Una cuestión fascinante del cine y las series más recientes de la factoría estadounidense, es comprobar cómo las cuestiones jurídicas, la presencia de los abogados o las disputas en el ámbito de la familia, forman parte aceptada y necesaria de la vida cotidiana. El personaje de Carol se está divorciando de su esposo, Harge Aird (excelentemente interpretado por Kyle Chandler), un hombre perdida e irremediablemente enamorado aún de su mujer, pese a que ella ya no siente nada por él. La disputa entre ambos por la custodia de Rindy, ocupa dos segmentos de interés en el filme. Dos segmentos que están muy bien engarzados narrativamente, pues están focalizadas a acontecimientos determinantes en la historia de estas dos mujeres. Ambas secuencias transcurren en el despacho de Fred Haymes (Kevin Crawley), el letrado de Carol.

En la primera de esas escenas, el abogado la ha citado para comentarle que no va a poder ver a su hija en Navidad. Fred le comenta que el letrado Jerry Rix (Greg Violand) ha solicitado en nombre de Harge una orden judicial, por la cual la progenitora no pueda tener acceso a la niña hasta la celebración de la Vista. De igual modo, Harge ya no quiere la custodia compartida, sino la custodia permanente de la niña, y en tal sentido solicita que el juez se plantee una Cláusula Moral, debido a cierto episodio en el pasado de Carol, con su amiga Abby Gerdhard (excelente Sarah Paulson), así como con otras mujeres, como la joven empleada de los almacenes. Según el letrado contrario, informa Fred a su cliente, todo ello acredita un "patrón de comportamiento" que no es nada beneficioso para la niña, en palabras de la parte demandante. Fred recomienda a Carol que no haga por ver a la niña, pues si fuerza la situación e insiste en ir a ver a su hija, se expone a que indaguen sobre su conducta. Carol concluye: "Cláusula moral… no es nada moral mantener a Rindy alejada de mí". Esta secuencia da pie al posterior viaje por carretera que emprenden las dos mujeres por el país, durante los días más emblemáticos de la navidad.

La otra secuencia de marcado tono jurídico tiene lugar en el seno de una negociación, como decíamos, también en el despacho de Fred. Después de todo el episodio del viaje y del detective, transcurridos unos meses en los cuales Carol está concentrada en sus visitas al terapeuta, de cara a obtener al menos un régimen de visitas estable con su hija, la cámara nos lleva junto a Carol al despacho de su abogado. Esta vez está no sólo Fred, sino también Harge, Jerry y una funcionaria judicial dispuesta a transcribir, con efectos vinculantes, todo lo que allí se dice. Jerry comenta la gravedad de los cargos y Fred replica que Carol ha evolucionado estupendamente gracias al terapeuta al que ha acudido y que toda la problemática ha venido como consecuencia de una serie de acontecimientos provocados por Harge. El conflicto entre ambos progenitores está en su punto más álgido. De repente la mujer, visiblemente harta y hastiada por una pugna que considera nociva, toma la palabra para reconocer su condición y apelar al lado humano de su marido y que tenga en cuenta lo mejor para la hija en común. Le pide que no acudan a un juicio que se torna cruel y trágico. "De qué le sirvo a ella (a Rindy) si voy en contra de mi naturaleza", sostiene la mujer con una profunda dignidad.


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4. UNA MIRADA ACTUAL SOBRE EL DISCURSO AMOROSO.

“…cuando leí el libro me acordé de haber estado en los zapatos de Therese en algún momento de mi vida, haberme enamorado y haberme quedado en la más completa oscuridad, porque no sabía dónde estaba parado, pero a la vez sentía un placer casi doloroso de estar en la compañía de la otra persona”.

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El filme, como decíamos, está ambientado en los años cincuenta del siglo XX. El visionado por parte de algunos personajes, desde la cabina del proyeccionista, de El Crepúsculo de los Dioses (Sunset Bulevard, EEUU, 1950) da una pista del año en que puede transcurrir el filme. Pero más adelante, esa pista deviene falsa. La mencionada canción You belong to me, de Helen Foster & The Rovers causó furor en 1952. Cuando ambas mujeres, en un hotel de la ciudad de Waterloo en el estado de Iowa, escuchan por Radio la retransmisión desde Times Square de las campanadas de noche vieja, en varias ocasiones se repite de manera eufórica "feliz 1953". El filme transcurre, por tanto, entre finales del 52 y primeros meses del 53, justo al comienzo de la denominada “era Eisenhower”, con la guerra de Corea y la “guerra fría” con la antigua URSS en pleno apogeo.

La ambientación del filme en los primeros años 50, para nada impide que el filme tenga una mirada completamente moderna. La relación lésbica propuesta, opera como una metáfora de la suficiencia de la mujer en el mundo actual. Las relaciones personales y el despliegue de las emociones son dos terrenos que han cambiado considerablemente desde la época en que transcurre el filme hasta la fecha de su realización y estreno. Por ejemplo, la iniciativa amorosa, en líneas generales, es algo que parece estar vetado el hombre, al menos de una manera tácita. Hay una regla no escrita por la cual lo correcto parece ser simplemente permitir que los actos ocurran de manera natural, sin palabras, sólo a través de los actos, y que sea la mujer quien decide cuando es el momento de algo más. De no acontecer de esa manera, pretender precipitar las cosas a través de las palabra, o de cualquier otra circunstancia, probablemente será un error.

Revelar hoy en día los sentimientos prematuramente (difícil es saber cuándo es el momento oportuno, si es que hay alguno), supone tener grandes posibilidades de dar la bienvenida a un estado de dolor y sufrimiento (esa espera del enamorado que relata Barthes). Hay un grave riesgo de que se active de manera automática una pérdida de interés en la otra persona, la receptora de las palabras. Si esas emociones son reveladas en lo que es considerado como muy pronto, la persona destinataria del mensaje no creerá en ellas. Se esforzará en no creer en ellas. Pensará que no son serias y que carecen de fundamento, aunque sean auténticas. No habrá oportunidad de demostrar esa autenticidad. Se producirá un bloqueo y los mecanismos de defensa se abrirán. La persona se alejará paulatina pero inexorablemente de esa onda emocional que se le ha planteado, visibilizando claramente estar en otra sintonía completamente distinta a la del emisor del mensaje para, así, de una manera sutil, dejarnos meridianamente claro que hemos cometido un error. Si se piden explicaciones verbales será aún peor. Pocas cosas son tan dolorosas como recibir las contundentes y certeras andanadas verbales, provenientes de la persona que amamos, fruto, probablemente, de los mecanismos de defensa mencionados, completamente operativos.


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Hoy en día parece no existir relaciones amorosas, sólo relaciones de amistad. Las carencias y anhelos de la mujer actual parece ser perfectamente comprendidas y compartidas con otras mujeres, convertidas en auténticas aliadas, en permanente sintonía (la relación en el filme de Haynes entre Carol y su amiga Abby, es un ejemplo claro de la inmensa compenetración de la que hablamos y de la ausencia de la necesidad de los hombres en la vida de las mujeres). De esta manera sólo trasciende autosuficiencia y fortaleza frente al género masculino fruto de esa reafirmación.

Cuando los hombres se han enamorado y son incapaces de gestionarlo adecuadamente, es decir, incapaces de aceptar la realidad descrita más arriba,  o simplemente deciden luchar por la conquista o reconquista de su ser amado, aparecen los patéticos comportamientos de los personajes masculinos del filme de Haynes que comentamos. En consecuencia, los personajes de Richard y Harge no entienden la autosuficiencia y evasivas de Therese y de Carol, respectivamente. Veamos un par de ejemplos:

-"Te has encariñado con esa mujer", le dice Richard a su novia, pues no asume las largas que le lleva dando a él para casarse y viajar juntos, mientras que de repente decide irse con Carol sin la menor vacilación.

-"Me encariño con cualquiera con quien pueda hablar de verdad", replica Therese fortalecida con su claridad y contundencia de sentimientos.

-"En dos semanas me suplicarás volver", concluye Richard antes de irse de la casa que hasta entonces comparten juntos.

Por su parte, después de una velada organizada por los padres de Harge, a la que Carol ha acudido a regañadientes, y necesitando el soporte moral de su amiga Abby tanto antes como después del evento, Harge abraza y suplica a su todavía esposa para que venga con ella a pasar la navidad con sus padres y con su hija en común, cuando realmente quiere decir con él, con su esposo, provisto de la desesperada ilusión de querer volver a conquistarla. Al ser apartado por Carol para poder entrar en la casa, él cae al suelo. Visiblemente humillado, recurre a la amenaza, pero ya es muy tarde:

-"O subes a ese vehículo o…"

-"¿O qué? ¿Se acabó?" interrumpe Carol (quien se ha distanciado visiblemente de su esposo hace tiempo).

-"Nunca habías sido tan cruel hasta ahora", replica el hombre, emocionalmente hundido. La única persona que tiene muchísimo que perder en ese intercambio verbal.

Más adelante, Harge intenta desesperadamente localizar a Carol, que se ha ido de viaje con Therese, en casa de su amiga Abby. Tras cruzarse reproches mutuos, respecto a acontecimientos pasados e inmediatos, el hombre sucumbe:

-"La Amo".

-"En eso no puedo ayudarte", sentencia Abby mientras cierra la puerta en las narices del frustrado esposo de Carol, apagando la luz del recibidor y adentrándose en la casa, mientras el hombre permanece unos segundos ante la puerta cerrada, a oscuras, abandonado en su vulnerabilidad.


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A los hombres de estos tiempos inciertos para las emociones, no nos queda otro remedio que tomar nota, aprender cuanto antes y tomar conciencia acerca de cómo va esto de las relaciones y adaptarnos a la realidad. La suficiencia del género femenino en general nos asusta, probablemente porque su raciocinio extremo en todas y cada una de las acciones que realizan, parece conducir a un estado de hermetismo, en el que no nos sentimos invitados a expresar nuestras emociones. No hay más remedio que aceptarlo, superarlo y reinventarse. Quizá sea esta la “lección”, o el "mensaje", según la óptica con la que se mire, que Todd Haynes, la guionista Phyllis Nagy y la escritora Patricia Highsmith, quieren transmitir a los personajes masculinos del libro y del filme y por ende, a los lectores y a la audiencia masculina.

En definitiva, el universo en torno a Carol, el filme, es de una riqueza y textura fascinantes. La manera de narrar se fusiona con las influencias referenciadas, envolviendo a dos actrices en permanente estado de gracia en pantalla, al comprender perfectamente a sus personajes.

Como casi siempre en la historia de los premios Óscar de la academia, una nueva injusticia ha tenido lugar en la ceremonia 88, la de 2016. Un filme tan conmovedor y magistralmente realizado como Carol (para quien esto escribe, la mejor película estadounidense en muchos años) no ha obtenido ninguna estatuilla de las seis a las que aspiraba y su realizador Todd Haynes ni siquiera estuvo entre los nominados.

Sin embargo la crítica ha sido unánime. En el festival de Cannes 2015 cosechó, no sólo una ovación de 10 minutos, sino un merecidísimo premio a la mejor actriz para Rooney Mara. Un premio naturalmente merecido, pues la joven y brillante actriz sostiene en su rostro casi todos los arcos argumentales del filme.

El público, mayoritaria, pero no únicamente, femenino y adulto en general, también ha tenido todo un romance con este filme eterno.


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Director: Todd Haynes.

Intérpretes: Cate Blanchett, Rooney Mara, Sarah Paulson, Kyle Chandler, Jake Lacy, Cory Michael Smith, Carrie Brownstein, John Magard.

Trailer:


B.S.O.:




Reseña escrita por Manuel García de Mesa

 BIBLIOGRAFÍA DE INTERÉS.

1. Caimán, Cuadernos de cine, nº 46, Febrero de 2016. Sección Gran Angular (páginas 5 a 35).

2. Dirigido Por, Revista de cine, nº 463, Febrero de 2016. Reseña crítica, Entrevista y Estudio Todd Haynes (páginas 22 a 38).

3. Carol, de Patricia Highsmith. Anagrama. Panorama de narrativas. 328 páginas. Edición 5, de fecha 3 de febrero de 2016. España.


Notas:
(1). Intercambio de e-mails entre el realizador Todd Haynes y el Director de Fotografía Ed Lachman, llegando a acuerdos en el tono visual de Carol (EEUU, 2015), de Todd Haynes. Extracto de conversación publicado en la sección Gran Angular de la revista Caimán Cuadernos de cine, nº 46, Febrero de 2016 (página 16).

(2). Entrevista a Roland Barthes.
Transcripción de dos entrevistas realizadas en 1975 y 1977 por Norman Biron para el programa Libros y Hombres, de Radio Canadá. Zona Erógena, nº 20. 1994. Web http: //www.educ.ar.1.


(3). Dirigido Por, Revista de cine, nº 463, Febrero de 2016. Entrevista a Todd Haynes (página 26).


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8 opiniones :

Anónimo dijo...

Buenas tardes Manuel, tomo buena nota de la obra. Gracias por el prólogo, excelente. Saludos y buen fin de semana.

Anónimo dijo...

Buenas noches Manuel, simplemente una puntualización con respecto a la reseña: a veces resulta que, lo que a priori supone un error por la precipitación, no es más que un hermoso acto de valentía de urgente necesidad con objeto de transformar un aparente y trágico punto final en un esperanzador punto y seguido, y la incapacidad manifiesta de poder transmitirlo por otros medios, sin ánimo ni mucho menos de molestar. Por otro lado y a propósito de las citas de la novela en cuestión, desde mi punto de vista los enamorados no sólo se esperan, sino se buscan... claro que la realidad siempre es mucho más compleja e intensa que la sesgada, y al fin y al cabo ficción, afortunadamente... saludos.

Anónimo dijo...

Buenos días Manuel (y con esto cerramos el ciclo tarde, noche y día), me gustaría hacer otro comentario (la reseña es tan completa y extensa, cuantitativa y cualitativamente que bien lo merece en la misma proporción) con respecto a la suficiencia femenina y energía masculina.
Detrás de toda esa suficiencia femenina y raciocinio extremo que asusta a los hombres, no hay más que mucho interés y motivación por la persona objeto de nuestros sentimientos, con una buena dosis de ingenuidad y locura a modo de "Bridget Jones", de ahí que el filme en su momento haya sido tan popular entre las féminas. No es más que la aceptación cariñosa de la mujer vulnerable que todas llevamos dentro y el saludable acto de reirnos de nosotros mismos que torna más amable las circunstancias, en ocasiones adversas. Buena nota tendrían que tomar los hombres de este aspecto puesto que, no sólo es un síntoma inequívoco de inteligencia (particularmente me motiva mucho esta cualidad) sino de gozar de buena salud mental (altamente necesaria). Por ponerte un ejemplo (el anonimato me protege), te cuento una anécdota: un día de verano acudí a una "no cita" en un concierto de música de cine... tenía la esperanza que la persona en cuestión también acudiera... y efectivamente nada más pisar el auditorio me percaté de que allí estaba (los ojos tienen a mirar a las energías brillantes) como quien acude también a su "no cita" y con la razón en modo off dejando simplemente que cribe el sentimiento... me puse tan nerviosa que involuntariamente me metí en el baño de los hombres! cuando me percaté del error levanté la cabeza y salí muy digna deseando que no se hubiera dado cuenta de mi torpeza... y es ahí donde radica la clave de la cuestión; de toda la vida preferimos un hombre torpón que cobarde, porque el listón cada uno lo pone inconscientemente donde quiere, para a veces de esa manera justificar nuestra falta de valor e interés, en una especie de profecía autocumplida.
Por último, con respecto a la energía masculina descontrolada y a la interacción con la nuestra, bien es cierto que nuestra sensibilidad es tan grande (aún habiendo tenido que integrar también la parte masculina a modo de supervivencia) que en ocasiones deja huellas irreparables en nuestras almas... otras, sin embargo, sanan a través del dolor (que sin duda también transforma) y mediante la apelación al amor perenne, que parece ser muy resistente frente a aquél que a la primera de cambio pierde el interés... lícito, pero diferente.
Es por todo lo anterior, mal gestionado, cuando las mujeres deciden tener relaciones homosexuales (particularmente he sido testigo de varios casos a mi alrededor) supongo que por aquello de "más vale malo conocido que bueno por conocer" ya que en ocasiones el desgaste (manifiestan éstas) es dantesco. Saludos.

Anónimo dijo...

Y es que sabes qué… que en mi opinión es un tema inconsciente… no elegimos ni mucho menos de quién nos enamoramos, sea hombre, mujer, whatever… y que lo verdaderamente importante es tener capacidad de amar, que es lo más hermoso del mundo… y perdona si me excedo en los comentarios con esta reseña en concreto pero es que me ha tocado bastante… porque casualmente tiene bastantes similitudes con mi vida personal… y me ha hecho revivir momentos desdichados, otros muy intensos… y doy gracias al cine en general como expresión artística y a ti en particular como fiel observador, de hacérmelos revivir en todo su esplendor porque en definitiva se trata de eso, de sanar los unos desde la distancia y volver a conectar con los otros en toda su plenitud, como una energía que va y viene, de ida y vuelta… porque yo también he vivido una separación con una hija y el sufrimiento que supone tener que tomar la decisión… y a la vez sentido ese amor quebrantando escepticismos previos… y todo es maravilloso porque en definitiva es VIDA, un abrazo.

Anónimo dijo...

Y continuando con mi terapia particular (en el fondo deseo que esto no lo lea nadie) y a propósito del hermetismo de algunos hombres, al menos en situaciones concretas, te diré que lo que trasciende es que los sentimientos de éstos no son ni han sido nunca auténticos, porque siempre se puede demostrar aunque sea implícitamente y que no hay herida lo suficientemente honda que esto (el sentimiento) no lo pueda sanar, de lo contrario impera la indiferencia... y entonces te vuelves a poner la coraza y te refugias de nuevo en tu sensible corazón y te vuelves a poner mil capas con la esperanza que de ésta no te sepulten... porque ya no sabes qué hacer ni en qué creer... si esconderte y pasar desapercibida con suerte que un hombre sensible y diferente te descubra y mientras protegerte de los depredadores... o brillar como nunca lo has hecho antes con ánimo de atraer otra energía de las mismas características, sólo que exponiéndote a los anteriores... y te preguntas qué has hecho mal, qué más puedes hacer con los medios de que dispones (justo ese pensamiento torturador que describías a la perfección) y lo peor es que prefieres ese placer doloroso fugaz que nada, y tomas conciencia que estás en una maldita pero celestial trampa mortal... y ese adiós que tampoco llega. Porque hay veces que las decisiones no son tan rápidas y fáciles de tomar como en esta película en concreto, y tomas como lema provisional aquella frase mítica de "no puedo necesitarte porque no puedo tenerte" hasta que las circustancias cambien (en los últimos tiempos parece que sólo a peor) y cuando la tomas, con todas y cada una de tus expectativas y éstas no se cumplen, te hundes en el más profundo de los pozos (esa oscuridad que también describes) y te vuelves a torturar de nuevo autoconvenciéndote de que para la otra persona no fuiste más que una mera conquista, con el único alciente de insuflar su propio ego masculino (como bien describe Woody Alen en sus películas) sin haber calado lo más mínimo porque de lo contrario ya se hubiera pronunciado de alguna manera. Y pides disculpas y te abres de nuevo de par en par y te humillas, aún habiéndotelo prometido a ti misma y vuelves y esperas, y vuelves y no llega... y asimismo te creces y sabes que mereces amor verdadero y que bienvenida sea su ausencia porque entonces ese tampoco es... correspondido, porque tú lo sientes auténtico. Cansada, muy cansada. Gris Velázquez. Buenos días.

Anónimo dijo...

He decidido que elijo BRILLAR, BRILLAR MUCHO, porque esa es mi verdadera naturaleza. AMOR, YO SOY AMOR y necesito darlo y recibirlo porque mi generosidad y mi entrega no tiene límites y estoy orgullosa de ello... y brillaré tanto que el/la de verdad me SIENTA, como yo los siento a ellos... porque nos estamos deshumanizando y eso es terrible... me resigno a convertirme en un puto robot, porque tengo una hija en este mundo y le tengo que dar el mejor de los ejemplos... y el que sólo quiera mi envoltorio tómalo, tuyo es, haz con él lo que quieras pero jamás tendrás mi ALMA!!! Gracias, de nada, perdona, te perdono, lo siento, no es nada, te amo, lo siento, lo sé. Oído, olfato, tacto, gusto, vista y sexto sentido. Marrones con chispas verdes. Feliz día a todos, los quiero.

Anónimo dijo...

Y resulta que llega un día (mi terapia bien podría servir de inspiración para un guión, son los relatos de las entrañas de una mujer)en el que encajan todas las piezas y lo entiendes casi todo... y das gracias infinitas a un hombre de verdad en concreto, que los hay, por haber salvado un alma, por haberte visto cuando estabas muy perdida... porque todos tenemos nuestras sombras y cuando has tenido experiencias del tipo de las anteriores, llegas a odiar tus curvas, tu cara, todo... porque no entiendes que algunos hombres para saciar su apetito voraz tengan que mentir, manipular, engañar, subestimar... porque ya todos somos mayorcitos y a todos nos gusta pero hay que ir de frente, a lo mejor obtendrían mayores y mejores resultados, de lo contrario es la peor falta de respeto para una mujer. Y ahora sólo quiero demostrarle que sí, que yo también, y que perdone todas y cada una de mis estupideces fruto de los mecanismos de defensa perfectamente operativos. Buenas noches a todos, gracias por la iniciativa de este excelente blog donde poder dar rienda suelta con libertad a todas nuestras más profundas pasiones (en ocasiones demasiado ;-) ).Un abrazo.

Anónimo dijo...

Ego, self, sobra, persona, tanto individuales como colectivas, esa es la clave y tema recurrente en las artes, sobre todo en el cine. Por cierto, se me olvidaba... THE END.

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